Un nuevo mazazo para el gobierno, un nuevo apoyo los oficialismos locales, en busca de refugio ante la crisis. En Entre Ríos no sólo ganó el peronismo unido, sino que sacó mucho más votos que en 2015, mientras que Cambiemos perdió apoyo. El escandaloso Sergio Varisco, atrás en Paraná.
El justicialismo levantó 379.231 votos para la gobernación, casi 54 mil más que en 2015. Cambiemos llegó a 219.447, casi 84 mil menos. Esa es la ecuación que refleja los cuatro años del modelo económico impuesto por Mauricio Macri y el éxito, en este caso, de una fórmula de unidad entre la interna peronista provincial entrerriana. Lo último es acaso una de las pocas virtudes del triunfador de la jornada, Gustavo Bordet, cuya gobernación no sobresale por sus virtudes. En porcentajes fue paliza: 58% a 33%
El peronismo se predispone no sólo a mantener el poder en la provincia sino a recuperar su capital, Paraná, por la victoria contundente de Adrián Bahl, el vicegobernador, tanto en la interna como en la suma por frentes: el justicialismo superó a Cambiemos. Una constante se está viendo en las elecciones provinciales: los votantes repudian al oficialismo nacional y encuentran refugio en los ejecutivos locales, excepto que lleven la marca del macrismo.
Las lecturas nacionales –capitalinas– pecan en su sesgo. Puede interpretrarse que Bordet fue el artífice de la unidad de massistas y kirchneristas. En verdad, los liderazgos provinciales del peronismo, y Entre Ríos no es una excepción, tienen a figuras de ambas corrientes nacionales pero, en general, sus fragmentos se nutren mucho más de tradiciones locales que de otra cosa, acompañando a una u otra estrella para guiarse cuando llegan las presidenciales. Como sea, el triunfador evitó la ruptura y ahora marcha ancho hacia las elecciones generales del 9 de junio.
En 2017, cuando Cambiemos era una topadora a los ojos de la mayoría, la figura cantada para la gobernación era la de Rogelio Frigerio, el ministro del Interior. Se mentaban visitas del ilustre al hotel Mayorazgo –cuyo nombre ahora es otro–, horas de rosca en habitaciones con vista al Paraná en todo su esplendor. No sólo que Frigerio no se convirtió en candidato de nada, sino que además tuvieron que aceptar la candidatura de un radical, Atilio Benedetti, un poco salido de la galera después de la sucesión de escándalos de otro radical, el intendente de Paraná, Sergio Varisco, otro poco porque había levantado el 53% de los votos en 2017, en las elecciones legislativas que confundieron a tantos analistas respecto de cómo era el guión de la película de Cambiemos, un film que ya se vio muchas veces y que siempre terminó igual.
Varisco tuvo una intendencia de lo más entretenida. Primero quedó procesado en una causa judicial, en trámite, por narcotráfico: se repartía droga en los camiones de basura del municipio y, además, una banda tenía prácticamente a todos sus muchachos empleados en una dependencia municipal. Antes de eso estuvo la designación de su madre, Magda, en el área de cultura de la localidad. Magda, se dice, es la conductora real de quienes siguen a Varisco. Su impronta en la cultura paranaense no superó la estética escolar, y del tiempo de los actos patrios sarmientinos. Por último, al líder radical le saltó una inspección por robo de energía: estaba colgado de la luz.
Por todos esos baches, Varisco se bajó de cualquier compulsa a nivel provincial, pero no dejó de poner todas sus fichas para la reelección. En las primarias fue detenido en seco por el triunfo del peronista Adrián Bahl, que se perfila directo a ganar en las generales. Tuvo una interna Varisco con el joven Emanuel Gainza, un PRO puro que le mancó una buena cantidad de votos pero no lo pudo derrotar.