Jóvenes con mochilas gigantes pedaleando sin parar por unos pocos pesos y sin ningún derecho: también en Santa Fe el capitalismo de plataformas digitales muestra su rostro.
Desde hace pocos meses comenzaron a verse en Santa Fe cada vez más cadetes caracterizados por la mochila gigante que llevan en sus espaldas. Ya sea en bicicleta o en moto, recorren las calles llevando pedidos de un lado a otro, siguiendo un recorrido indicado en su celular.
En nuestra ciudad se encuentra operando, desde fines del año pasado, la plataforma Pedidos Ya, dedicada al delivery de comidas. También, desde marzo, se sumó Glovo, que permite llevar y traer “lo que sea” dentro de su mochila. Estas empresas no tienen una oficina fija dónde encontrarlas y, en su mayoría, sus trabajadores no tienen relación de dependencia.
Ahora bien, no hay que entender estas empresas como una novedad. Al contrario. Forman parte de un escenario mundial caracterizado por la consolidación de plataformas de servicios como Uber, Cabify, Airbnb, Rappi o las ya conocidas Facebook, Google y Netflix.
¿Qué es lo que caracteriza a este tipo de empresas? ¿Qué ofrecen de nuevo? ¿Cómo funciona su modelo de negocios? ¿Vivimos en un capitalismo de plataformas? Esta nota intenta responder los interrogantes que surgen en el contexto de la llamada “uberización” del mundo.
Servicios on-demand
Situación 1: Jueves. Peña con amig@s. Terminan de comer. Se acerca la medianoche y al otro día tienen que laburar. Uno dice: “llamá un Uber así vamos arrancando”.
Situación 2: Domingo. Empieza a caer la tarde. Afuera está fresco. Te invaden la pachorra y la angustia dominical. Estás tirado en un sillón con tu compañer@ y decís: “Che, ¿y si pedimos una pizza?”.
Los ejemplos son miles. El negocio de estas aplicaciones es brindar servicios por demanda, especializados y personalizados. El criterio es el mismo, tanto para los pedidos en Glovo como la oferta audiovisual de Netflix o las búsquedas de Google.
Que el taxi o la comida lleguen a tu casa, conocer el nombre del chofer o del cadete, saber qué recorrido hará o el pago con tarjeta, son servicios que cada vez se valorizan más, independientemente de que eso implique una entrega de datos personales a una corporación transnacional.
Los servicios de Uber, Glovo, Rappi ofrecen un seguimiento en tiempo real del chofer o del cadete y pagar en efectivo o tarjeta. Por lo tanto, para operar requieren el acceso a la ubicación (geolocalización) de los dispositivos y los datos personales de los usuarios.
En Santa Fe están emplazadas las plataformas Pedidos Ya y Glovo, dedicadas principalmente a la distribución de comida. Aunque esta última también permite trasladar cualquier producto “siempre y cuando se pueda transportar en moto o bici”. Se pueden utilizar a través de una computadora de escritorio, pero están pensadas especialmente para ser usadas en teléfonos móviles.
Su modelo de negocio
Estas aplicaciones se expanden territorialmente a gran velocidad. En pocos años se emplazaron en muchos países, basándose en un esquema de flexibilidad: en general, alquilan una oficina como domicilio legal, consiguen una mínima autorización de funcionamiento y contratan monotributistas para trabajar. Tercerización al extremo.
Su esquema laboral combina nuevas tendencias de flexibilización del management empresarial con las potencialidades de las tecnologías informáticas: brindan servicios a través de una app móvil, conectan comprador y vendedor vía internet, controlan sus empleados mediante geolocalización y hacen transacciones con comercio electrónico. Tampoco tienen horarios fijos, no pagan cargas sociales y evitan la sindicalización de sus trabajadores.
A esto habría que sumarle el discurso del emprendedor: los que trabajan en estas compañías no son empleados, son socios o colaboradores. La lógica consiste en la idea de que no hace falta entrar en una relación laboral para conseguir dinero. Un emprendedor siempre tiene voluntad, creatividad y está dispuesto a esforzarse. Por eso usa las posibilidades flexibles que le da una empresa para obtener ingresos.
Estas empresas son plataformas de servicio de distribución. Conectan un producto o un productor con un consumidor. Su negocio no se trata de producir bienes sino de gestionar una red de contratistas y vincularlas con potenciales consumidores. El vínculo es virtual y las entregas tercerizadas. Así, reducen costos laborales y no hacen inversiones de capital fijo.
Por ejemplo, la plataforma Pedidos Ya no dispone de un lugar físico de visibilidad pública en Santa Fe. Sus empleados no van a una oficina; se juntan en una plaza céntrica antes de empezar cada turno y se loguean en la aplicación para comenzar su jornada laboral. De comienzo a fin, tienen un seguimiento virtual continuo por geolocalización y la aplicación les indica el trayecto y tiempo que tienen que cumplir.
A los bares, la empresa le brinda el servicio de cadetería. A los trabajadores, la empresa solamente otorga una remera, un casco, una mochila gigante y un seguro bastante básico. Nada más. El celular y la bici o moto son de los trabajadores. Tampoco tienen una relación laboral directa (la mayoría son monotributistas) ni sueldo fijo (cobran a final del mes un monto en función de la cantidad de entregas realizadas).
En Pedidos Ya hay dos turnos de cuatro horas, uno al mediodía y otro a la noche. Por turno se realizan –en promedio– diez entregas. Se trabaja de domingo a domingo, con un solo día de descanso a escoger. Los horarios son rotativos: los cadetes pueden elegir qué turnos cubrir, en función de sus otras actividades.
Precarización y flexibilidad
Este modelo de negocios hace crujir las estructuras laborales y gremiales institucionalizadas durante el siglo XX. El perfil de obrero industrial, en relación de dependencia, con seguro y vacaciones pagas y sindicalizado, es reemplazado por un trabajador monotributista, freelance, sin vacaciones ni gremio. Se pone en crisis no sólo a los sindicatos sino también a la recaudación fiscal y a la regulación estatal de las relaciones laborales.
¿Estas plataformas de servicios online pueden operar sin pagar impuestos y tener trabajadores sin registrar, sin salario mínimo ni seguro? Es evidente que su desembarco en Argentina genera malestar, conflictos y denuncias en los sectores laborales y gubernamentales. El caso más renombrado fue la llegada de Uber a la ciudad de Buenos Aires, que decidió operar sin tener licencia de transporte público de pasajeros. Esto generó una férrea oposición de los taxistas y devino en la decisión de Legislatura porteña de prohibir su funcionamiento legal.
Algo similar pasó con la llegada de Glovo a Rosario, que puso en alerta a las cadeterías y los concejales. El Sindicato de Cadetes de dicha ciudad denunció que esta empresa “promueve el subempleo y la precariedad” y que su modalidad de trabajo “sienta precedentes para futuros cambios en la legislación laboral que consolidaron un modelo de precarización”.
Las empresas plantean que la flexibilidad les permite a sus trabajadores disponer de su tiempo y generar ingresos en sus momentos libres. No deja de ser cierto: en los diálogos que Pausa mantuvo con los cadetes de Pedidos Ya, la posibilidad de elegir sus turnos fue uno de los aspectos más valorados. La mayoría tienen menos de 30 años y reparten su vida entre el trabajo, el estudio y las amistades.