El orgullo de seis jóvenes vecinas de Santa Rosa de Lima que armaron su emprendimiento.
En Santa Rosa de Lima, luego de atravesar la avenida Mosconi por Juan de Garay, el cemento abandona su situación regular. La mitad de la calle está asfaltada, la otra, debido al mal tiempo, es una mezcla de barro, charcos y piedritas. El tránsito es tranquilo, aunque los vehículos y los peatones deban hacer filas para evitar los pozos que generan pequeñas piletas en la calzada. La circulación se da por un solo carril, el que está asfaltado.
Luego de atravesar la vía, en la esquina de Juan de Garay y Agüado, está la capilla Corazón de María. Dentro de ese espacio, funciona la peluquería A tu estilo. El emprendimiento es gestionado por seis pibas del barrio, que a través de diversas redes que fueron tejiendo en el marco del programa Nueva Oportunidad, pudieron concretar el proyecto que deseaban. A tu estilo abre por la mañana y por la tarde los lunes, martes, miércoles, viernes y sábados.
Elisabet Alcántara, Agustina Ferreyra, Daniela Barboza, Daniela Vázquez, Nieves Albes y Cristina Cañete son seis jóvenes que hace dos años iniciaron un curso de peluquería propuesto dentro del Nueva Oportunidad. Ellas cuentan que allí obtuvieron dos diplomas y que esta capacitación fue la que les permitió hoy contar con un espacio, dentro de una institución del barrio, dónde pueden gestionar su propio espacio de trabajo. Pausa se acercó para que cuenten su experiencia.
—¿Cómo surgió la idea de abrir la peluquería?
Daniela Barboza: Empezamos estudiando peluquería en un curso, hace dos años. Ahí obtuvimos dos diplomas. Y poco a poco aprendimos todas. Ahora somos seis pibas laburando acá. Aquel curso que hicimos duró un año y medio, que salió el Nueva Oportunidad. Nosotras hacemos brushing, corte hombre, de mujer, alisado, teñido, etc. Yo en el medio del curso quedé embarazada y eso me generó algunas complicaciones. Pero luego, cuando nació el bebé, empezamos el proyecto de la pelu. Yo a eso lo estaba esperando mucho. Yo ya pensaba en estar acá, una vez que naciera mi hijo. Y por suerte se dio la oportunidad.
—¿Del curso cómo se enteraron?
Cristina Cañete: A mí no me importaba de dónde salía el curso. Yo quería aprender. Entonces hablé con la referente del barrio y me dijo que podía participar. Y entré al programa –donde se enmarcaba el curso de peluquería– y fui avanzando.
—¿Y cómo las recibió el barrio?
Elizabeth Alcantara: Desde que empezamos, hasta ahora, estamos re bien. Vamos haciendo promociones y esas cosas. Yo creo que la gente vuelve porque le gusta cómo le dejamos el pelo y cómo la tratamos. Por ahí tomamos mates con los clientes, chacoteamos y charlamos con ellos. Está bueno porque salen charlas sobre el barrio. A la gente le gusta la simpatía que tenemos las seis. Cuando más funciona la peluquería es los sábados.
—¿Y cómo se organizan?
EA: Somos seis. Tres a la mañana y tres a la tarde. Entonces nos vamos organizando de esa manera, si alguna no puede, intentamos que otra pueda cumplir su horario. Pero no venimos doble turno porque, en algunos casos, tenemos hijos. Acá en la peluquería somos como una familia, cuando no nos vemos, nos extrañamos, necesitamos encontrarnos para pelearnos un ratito —comenta entre risas.
DB: Nos re gusta. Es algo muy bueno, como salida laboral. La gente nos va conociendo. En el barrio por ahí dicen cuando nos ven en la calle, “mirá ahí va nuestra peluquera”. Además, a veces vamos a otras zonas a cortar. Hemos ido a Villa Oculta o Barranquitas, a cortarle el pelo a los chicos que no pueden venir para estos lados. Ahí hacemos cortes gratuitos en comedores y esos lugares.
—¿Qué se imaginan para un futuro próximo?
Nieves Albes: Yo me veo acá. Me gusta este espacio, es muy lindo. Es como que te sentís como en tu casa. Nos gusta estar en el barrio porque todos nos conocen.
—¿Cómo ven al Nueva Oportunidad?
Daniela Vergara: Y la verdad para nosotras es una gran ayuda y cada vez vamos progresando más. Porque después de esto nos habían dicho para ir a otro lugar. Por ahí nos hacen oferta, para que vayamos a otros lados a cortar. Nosotras estamos contentas de seguir las seis.
Los jóvenes como sujetos de derecho
Nueva Oportunidad es un programa orientado a los jóvenes, que trabaja en redes con las organizaciones sociales de diferentes barrios en toda la provincia de Santa Fe, atendiendo un factor común a todos estos territorios: la violencia social que sufren los pibes y las pibas en los barrios.
El programa surgió con una experiencia piloto en 2015 en Rosario. A partir del buen funcionamiento de ella, se inició como política del Ministerio de Desarrollo Social de la provincia en 2016, dentro del Plan Abre.
En Santa Fe actualmente participan 3500 jóvenes distribuidos en 150 grupos. En los equipos de trabajo para la capacitación de los jóvenes hay más de 300 personas. A nivel provincial, participan casi 12 mil jóvenes en este programa.
Pausa conversó con Mariano Granato, subsecretario del Plan Abre Región 3: “El Nueva Oportunidad es una experiencia de transformación de la vida de los jóvenes. Si bien nació como un programa para pensar en las situaciones de violencia que atraviesan los jóvenes, hoy se ha convertido en una serie de herramientas que generan procesos que discuten la violencia, pero no solamente la violencia que pueden ejercer o recibir los jóvenes, sino la manera en que los atraviesa a estos pibes la violencia, desde muy temprana edad. Desde las instituciones del Estado hasta el mercado. Toda la serie de violencias que van atravesando esas vidas y que el Nueva Oportunidad se para ahí en el medio, para ir administrando o bajando esas violencias. Más allá de ser un programa social, es una experiencia colectiva de participación comunitaria, que pone en el centro a las juventudes, que no le dice qué tienen que hacer, sino que les genera el contexto para que los jóvenes, colectivamente, piensen en su propio itinerario de inclusión y no pensar desde el Estado cuál es el modelo de inclusión posible para estos jóvenes. El Nueva lo hace desde una particularidad que tiene que ver con el vínculo con las organizaciones sociales de todo tipo, de la más diversa gama política y religiosa. Por ahí lo único que comparten entre ellas es que la agenda de trabajo con jóvenes es inmediata, es hoy, y a partir de ese compromiso fuimos trabajando en esta experiencia. Por otro lado, tiene una perspectiva ideológica muy clara, que tiene que ver con dónde la política pública pone al sujeto, al ciudadano, en este caso al joven, como sujeto de derecho, no como un beneficiario de una política social. Fuimos encontrando esa profundidad, de poder entender lo que le pasaba a los pibes, de poder darle la oportunidad de que hablen por ellos mismos y no dejar que nadie hable por ellos. Yo podría decir que es una política pública para jóvenes, pero es algo más profundo”.
—¿Cómo abordan la complejidad de cada territorio?
—Primero con muchísimo compromiso del grupo de trabajadores que compone el programa, de los referentes y de los propios jóvenes. Lo que vayamos a hacer, se trabaja con mucho respeto de la opinión de los actores que están cotidianamente en el territorio. Todo eso hace que la cosa funcione. Y a partir de eso, las estrategias son todas distintas y van evolucionando en el programa, que tiene una característica central que es la rediscusión permanente. Porque además, hemos tenido la capacidad de poner todo en discusión todo el tiempo. Los componentes mismos del programa estuvieron siempre en debate y se han ido modificando.
—¿Cómo se piensa la inclusión al mercado laboral?
MG: Sin imponer nada, generando las condiciones para que los jóvenes creen su propio itinerario a partir de las capacitaciones que hicieron. No es un programa que esté orientado directamente a la inserción laboral, pero sí es real que una de las demandas de los jóvenes pasa por la inclusión en términos laborales y económicos. El arranque del laburo con los jóvenes tiene que ver más con un contenido de trabajo subjetivo y grupal. La capacitación en oficio es algo que nos ayuda a algutinar. Y lo productivo empieza a ser una demanda de los pibes. Es parte de una evolución de este programa. Es decir, hay jóvenes que encuentran en la capacitación un espacio de contención, un espacio de intercambio y de vínculo con otros pares, y también con el Estado. Ese mismo ambiente comienza a generar las posibilidades para llevar lo aprendido a un plano más productivo. Estamos un contexto social de crisis sumamente sumamente difícil, que hace complicada cualquier política social, porque el contexto siempre determina las posibilidades que los jóvenes van a tener o no, pero a pesar de eso, hay mucho apoyo y recurso económico y humano a disposición, para que los jóvenes generen esas experiencias. En resumen, lo productivo siempre lo tuvimos en la agenda. Nace más a partir de la demanda de cada grupo humano de jóvenes, que se va haciendo la pregunta de “¿con esto que aprendimos, ¿qué podemos hacer?”, entonces ahí empieza a evolucionar. Por eso no hay recetas sobre esto, sino más bien un acompañamiento.