Cambiemos perdió en todas sus apuestas y espacios y, con el resultado de las primarias puesto, no salió a pedir voto útil antiperonista. Sin embargo, Grupo Universidad not dead.
El Grupo Universidad se jugó por entero en la suya y perdió mal. La foto de 2017 los envalentonó, la película del modelo macrista –que ya se repetía por tercera vez en nuestra historia, cosa que los radicales locales sabían perfectamente– se los llevó puestos como actores de reparto. En su apuesta, José Corral reventó el Frente Progresista y ahora un peronista ocupa la Casa Gris. No sólo que ningún referente salió a pedir voto útil antiperonista, como sucedió en Neuquén, sino que en el búnker de la derrota no faltaron amargas sonrisas y celebraciones cuando, pasadas las 20, Perotti tomó la delantera. El rencor contra el socialismo podía más.
Así Santa Fe se convirtió en la primera provincia en exhibir al mismo tiempo el repudio a Cambiemos y la entronización de la unidad peronista. La ola fue general: en Rosario, Rodrigo López Molina se iba a comer la intendencia y terminó peleando tercer y cuarto puesto con Ciudad Futura.
Santa Fe es la cuarta capital que pierden los radicales. Albor Cantard sacó menos de la mitad de los votos de Jatón, un tanque por peso propio. El dato, no obstante, es que Corral quedó tercero en su propia ciudad, con el 23% de los votos.
El radicalismo universitario vuelve al 2006, pero con toda la experiencia a cuestas. La UNL es la institución más potente de la región y, también, cuenta con gruesos fondos propios. Están malheridos, como toda la UCR de Cambiemos, pero son generacionalmente jóvenes y tienen una guarida donde lamer las heridas. Su proyecto político no ha terminado.