El debate de candidatos a gobernador se inserta en una fase específica de la campaña, cuando el electorado flotante decide su voto. Las posiciones de los principales candidatos evocan el ballotage de 2015. El formato audiovisual debe ser mejorado.
El tercer debate de cara a las elecciones provinciales se realizó ayer, con un formato que no podía evitar caer en el bodrio. Es saludable que la ciudadanía santafesina tenga la chance de poder ver y oír una confrontación entre sus candidatos, la estructura del intercambio debe ser modificada. No significa que semejante momento de elevación de las reglas de funcionamiento de la opinión pública tenga que derivar cloacalmente hacia Intratables u otras deposiciones similares. Sí es efectivo un sistema de intercambio más próximo al debate de intendentes de Santa Fe. En un futuro, la secuencia debería incorporar al menos un encuentro de debate más y un encuadre legal que complique el faltazo. En una utopía a la norteamericana, los mismos periodistas deberían poder repreguntar.
Antonio Bonfatti, Omar Perotti y José Corral se cuidaron de no pisar el palito nunca. Corral fue quien más fustigó, Bonfatti en segundo término, Perotti apenas tiró uno o dos dardos. El debate tuvo lugar una semana antes de la votación. En su período final, las campañas electorales recrudecen, casi que muerden a los electores. Caniches candorosos se convierten en pitbulls violentos. El sprint final de una maratón agotadora, que les quita años de vida de los políticos y que le infla los pesares a los electores, que están más preocupados por saber cómo llegar a fin de mes.
La campaña estuvo azotada por su nueva modalidad: las páginas partisanas de fake news. Al menos Resistiendo con Aguante, en 2015, no mintió nunca con sus acertadas advertencias. El chorro de dinero volcado a las redes sociales asusta. El empobrecimiento que trae a la calidad del debate, también. Nadie quedó afuera de ese barro.
Es en este contexto en el que los tres candidatos se subieron a sus atriles. Falta, solamente, reseñar el dato más duro: las elecciones primarias ya dejaron en claro que Corral está tercero lejos, que Perotti debe acorralar todos los votos de Bielsa, que la suma de votos de Juntos en la categoría de gobernador marca el techo de lo que pueden conseguir en las generales y que Bonfatti hizo una primaria que marcó su piso, quedando muy por debajo de los votos que obtuvieron sus pares en otras categorías (como muestra, Jatón en Santa Fe o la suma de Javkin e Irizar en Rosario).
Los desprevenidos
El párrafo anterior explica datos sobre la elección primaria (más desarrollados en el link arriba) que son de muy difícil comprensión para quienes no tienen el tiempo o el interés que le dispensan a la política quienes la hacen y quienes los envidian. La mayor parte de la población no puede explicar cómo funciona el sistema D’Hont y a veces descubre con alborozo que también existen los diputados a nivel provincial. No se está ofendiendo al elector: es apenas una descripción que comparten los técnicos de la propaganda electoral. En la vida cotidiana suceden muchísimas más cosas, al voto se le puede dedicar un tiempo de reflexión mucho menor que el que se le entrega a la elección de un modelo y marca de coche usado.
Dentro de este gran grupo, están los más candorosos, que se estiman a sí mismos como representantes de un republicanismo de buenas formas. Son los que miran si un candidato lee, otro trastabilla y así. No es menor la diferencia en estos aspectos, la literatura reseña cómo en el primer debate televisado en la historia, John F. Kennedy sacó ventaja porque a Richard Nixon le jugó en contra el brillo de su transpiración.
En este punto, Omar Perotti sacó varios cuerpos de ventaja. Nunca leyó, siempre miró de frente a cámara, apenas trastabilló un par de veces, jamás perdió el hilo y sus intervenciones siempre cayeron justo con el tiempo pautado (dos minutos, un minuto y treinta segundos por tema). Parejos quedaron Bonfatti y Corral: el primero leyó demasiadas veces y elevó sus carteles con desprolijidad, el segundo se quedó corto y muy corto en repetidas intervenciones, tanto que hasta los periodistas se lo señalaron.
Bonfatti tuvo un par de gestos, sobre el cierre, que le pusieron picante al encuentro, al señalar hacia los costados a sus contendientes, achancándole a los justicialistas la venta del Banco de Santa Fe, la liquidación de los ferrocarriles, la destrucción de la EPE, el ajuste de los salarios estatales, y a Cambiemos el cierre del Ministerio de Salud y el de Trabajo, mencionando que ya no se mandan más vacunas.
Corral logró una foto al levantar las esposas que deberían haber tenido los presos fugados recientemente. También Corral supo pescar tramos de sus oponentes y utilizarlos en sus intervenciones: fue el más combativo. Acaso sean sus destrezas asamblearias de juventud las que tallaron en esas improvisaciones.
Perotti fue señorial y habló como si ya tuviera la elección en el bolsillo. Su máximo ataque quizás fue decir “Yo no veo la provincia que otros ven, yo no veo que estemos tan bien”, en el cierre, o retomar las acusaciones del oficialismo para devolver un “Que no los asusten” para los empleados públicos. No perdió oportunidad de reiterar “Vamos a continuar lo que está bien”. De hecho: fue una de las primeras frases que dijo. Todo un acierto, la insertó antes de que la cosa aburriera.
Los nichos
Poderosos son los cohetes teledirigidos. Se ven pasar como si no existieran porque uno no es el blanco. Pero impactan en quienes sí son el blanco. Quien más en claro tuvo esto fue Bonfatti, que le fue al cuello a los empleados públicos y a los docentes, recordando todos los derechos que ganaron en la última década.
Corral de arranque apuntó a que es “radical desde los 14 años” y recordó a Alfonsín en el cierre. Poco hay de la Lista 3 en Cambiemos, pero bueno: trató de morderle voto radical al Frente Progresista.
Perotti quizá no sumó más de lo que tiene, pero sí reforzó duro en lo propio. El campo fue mencionado sucesivamente, casi en todas sus intervenciones. El boleto gratuito educativo también fue un hit.
Lo no dicho fue clave también en este punto. Corral no mencionó a Macri, aunque fue el único que encuadró la elección en un marco nacional, y mencionó a la gobernadora Vidal a la ministra Bullrich, Perotti no se alineó con ningún candidato peronista y Bonfatti se paró en una perspectiva puramente provincial.
Extrañamente, en la desesperación de sus ataques, Corral le hizo un favor a Bonfatti al pegarlo al kirchnerismo. El votante antiperonista de Cambiemos ya sabe qué valor tiene su voto como voto útil. Pero algún kirchnerista se creerá, a partir de ayer, que Bonfatti apoyó efectivamente a Daniel Scioli.
Los intensos
Qué bien que la pasamos quienes ya tenemos decidido nuestro voto, sufrimos esta pasión y pudimos identificar al vuelo al diputado provincial Roberto Mirabella, a su par Rubén Galassi, y al joven secretario Juan Martín como asesores principales de los contendientes. En nuestra socialmente insoportable pasión, estos debates ocupan un sitial destacado, le sacamos el jugo donde no lo hay.
Los intensos de la política son la fuerza que milita los votos de quienes se encuentran más en la periferia de estos debates. Sirven mucho para ganar una elección. En el final de la campaña, cuando todo se acelera, este debate les sirve de abrevadero para taladrarle la cabeza a vecinos, compañeros de trabajo, familia. La campaña se transforma en los últimos días.
Hasta el momento, el marketing electoral tuvo ciertos paralelismos con el ballotage de 2015. Corral es el Massa: está fuera de juego y hay que morder de sus votos. En su lejanía, ataca con ferocidad. Perotti es el cambio, que dice que va a continuar con lo bueno que se hizo y que reconoce, especialmente en la salud. Sus promesas son las más abstractas y generales, se sabe, a priori, a la cabeza. Se hace fuerte en el punto más complicado, la seguridad, prometiendo cosas asequibles y fáciles de comprender: que todo volverá a ser como antes. Bonfatti es la continuidad, pecó de no poder despegarse de eso. La expresión más reiterada en su discurso fue “vamos a seguir”. Pudo haber mencionado su slogan, “El valor de los hechos”, pero no lo hizo, o ni siquiera se notó.
La gestión del Frente Progresista realmente termina cumpliendo con muy buena parte de lo que prometió, la provincia luce muy distinta respecto de 2007. El problema es que, más o menos, en todo elector de 25 años o menos ese registro del pasado es bastante borroso. Ni que hablar respecto de las referencias a cosas que sucedieron en los 90. Apenas es útil para ese electorado joven las alusiones a la corrupción, que fueron muchas y variadas.
En 2015 se decía que la distancia entre Macri y Scioli era de ocho puntos, al final se contaron las costillas. Mucho se debió a los militantes de a pie. Pese a no haber podido parar su discurso en una plataforma más claramente fijada en el futuro, Bonfatti sí produjo la mejor artillería digital para el último tramo de campaña a partir de los contenidos del debate.
El asesoramiento de Ramiro Agulla hizo que el dispositivo electoral de Juntos le sacara algunos –varios– cuerpos al del Frente Progresista en el primer tramo de la campaña. “Ahora la paz y el orden” es un lema excepcional, guste más o menos. Es claro, contundente y apunta a uno de los nudos de la época. Tiene que ver con la trayectoria de Omar Perotti, hasta con su imagen personal. Sin embargo, el Frente Progresista tuvo la destreza de organizar mejor sus mensajes para el sprint final a partir de lo que pasó ayer. La pieza dedicada a los delincuentes presos, una de las tantas que comenzaron a girar en las redes sociales durante el debate, es una destacable muestra de esta articulación. Ni Corral ni Perotti, en este sentido, prepararon algo nuevo y que pueda tener continuidad, apenas memes de ocasión.
Para celebrar
El 16 de junio, cuando se cuenten las boletas, Santa Fe contará con un nuevo gobernador. A diferencia de otras provincias, los candidatos que ayer se expusieron ante los ciudadanos pueden mostrar experiencia política, dominio de la cosa pública, conocimiento técnico. Deben ser valoradas esas fortalezas, sobre todo considerando que estuvimos a poco más de mil votos de ser gobernados por La Tota.