Es mucho más que eso. El rap y el trap sonorizan las vidas de los jóvenes.
“Wa, mirá el Homer, re pionero”, dice Luca entrando al recital que recién empezó. Él cumplió 17 años el lunes y el cantante del que habla cumplió 21 el martes. Es evidente que la pibada ya cambió el chip del paladar musical y que el rock es, más que nunca, una resistencia. Hace algunas semanas, Mariano Martínez (el de Attaque 77), apareció un rato en redes sociales ninguneando al trap y desconociendo a Paulo Londra, el artista más escuchado del país a nivel nacional e internacional. Los cincuentones diciendo que la música que escuchan los jóvenes es banal, la leyenda continúa.
Es difícil bajar la intensidad de la atención, porque entre tema y tema de Bardero$ (dúo en el que cantan Homer El Mero Mero y C.R.O.) un DJ tira pistas con efecto de disparos, a la vez que desde el escenario nos refrescan a todes que “¡Esto no es música, es droga!”. Para los oyentes nativos existe un vínculo químico que justifica las emociones y las reacciones. No queremos decir con esto que hay que tener menos de 20 años para ponerse en onda. De hecho, entre el público que fue al Santa Fe Trap Fest en Tribus el sábado 1 había público de otros estilos. Se notaba por el código de vestimenta.
En cuanto a la edad, se compuso en una minoría de adolescentes de la década del 90 hasta los hijos menores de 10 años de estos mismos. Algunos de los pibes correteaban, de tanto en tanto, por enfrente de la barra cada vez que empezaba algún tema nuevo y, cuando preguntaban desde arriba que cómo la estaban pasando, gritaban: “¡Nice!”, totalmente en el mood.
Otros, outsiders, necesitan que les expliquen o adelanten algunas de estas cosas que hacen a esta forma que es heredera directa del gangsta rap de FA (Fuerte Apache, que se formó en 1998. Luca dice que “son viejos”). Unos días antes del show, Homer le cuenta a Pausa sobre las decisiones estéticas que retoma el trap, reduciendo a tres grandes ejes: sexo (pasional como romántico), violencia (mayormente a través de relatos de delincuencia y de encontronazos con la policía, todavía más enemiga que los viejos punks) y drogas. “Si ya me hablás de otra cosa y me lo querés vender como trap, para mí no. Es pop o no sé, comercial”. Aunque no lo sepamos, cada cosa que decimos le está contestando a otra.
“Si le pido algo más a la música, ahora si ella me quiere regalar algo más será muy bien recibido. Aparte, me pone muy feliz que me escuchen los chicos en los barrios, los que están pasando un mal momento, siempre me hacen llegar su cariño y cuando me dicen que mis palabras les sirven en algo, me llena el alma”, cuenta el cantante neuquino que, cuando empezó a sonar Bardero$ decidió acercarse todo lo posible a Buenos Aires, así que se mudó a Lanús.
Siguiendo con otras decisiones respecto a cómo sonar, aclara que trata de cantar sin autotune, “ni siquiera me gusta usar los coros, trato siempre de rapear directamente sobre las pistas, para poder escucharme. Lo hago porque es lo que esperaría recibir yo cuando voy a ver a alguien”. De los dos integrantes de esta banda que se completa con un DJ, pareciera que él es el que ordena la discursiva de las canciones, mientras que C.R.O. diseña las estructuras de sonido que rodean a esas palabras. Por supuesto que también resaltan la amistad que arrastran desde que vivían juntos por el sur del país, que rapean juntos hace 8 años y “que ya hay una conexión que se da cuando subimos al escenario, además de que ensayamos mucho y de que mi hermano C.R.O. siempre trae algo nuevo para cada nuevo show”.
Homer suma que, a todo esto, también está yendo a clases de actuación porque es algo a lo que quiere dedicarse y que, aunque es headliner de festivales de trap y es fanático del estilo (“es muy bailable, muy tropical, te hace estar en movimiento, es muy adictivo”), se autopercibe rapero y al mismo tiempo que habla con fascinación de Horacio Guarany: “Me parece que hay un vínculo entre lo que yo hago y la música de estos grossos como también fueron Larralde o Cafrune, y es que en uno y otro intentamos contar verdades de los lugares de donde venimos, transformándolas a una forma poética. Quiero hacer un disco de folklore, es un regalo que tengo pendiente para mí mismo y para mis viejos, en especial para mi papá que está en el cielo”.
Las miradas para arriba son recurrentes cada vez que hay una frase alusiva a alguien que falleció o está en cana. Con los codos doblados, los índices apuntando al cielo y una toalla encima de la cabeza, le dedicaron un tema “a los privados de su libertad en Santa Fe”. A la salida, se arman hasta unas crews, aka grupitos de personas, que rapean contando de dónde vienen, su posición respecto a que la policía los revise y su satisfacción por su habilidad para rimar.
Sos enorme H, te espero ansioso en Montevideo en setiembre