Incendios, una puesta en escena deslumbrante sobre el destino, la familia y la violencia de las guerras fraticidas.
“Busca a tu padre y dale este sobre”. “Busca a tu hermano y dale este sobre”.
Con estas palabras, Nawal Marwan les plantea a sus hijos su último deseo y el mayor desafío de sus vidas: alejarse de la comodidad, de lo conocido, para adentrarse en otro mundo, otra cultura, y descubrir su historia, sus raíces, en medio de un país que ha sido devastado por la guerra. Así nos introduce el detallado programa de mano a Incendios, la obra del dramaturgo líbano-canadiense Wajdi Mouawad, que fue traducida a más de 20 idiomas y representada en todo el mundo.
En la tragedia si bien no se menciona al Líbano, se reconoce en su guerra civil. Fue su país natal, de donde tuvo que exiliarse con su familia a los 8 años y adonde volverá de la mano de Nawal y sus hijos una y otra vez. Un ambiente complejo e impactante que con recursos escenográficos mínimos los actores de esta obra, dirigida en su versión local por Desiderio Penza, logran recrear.
Jeanne y Simón, representados por Karen Temperini y Emiliano Demarco, son los hijos de Nawal, ella profesora de matemáticas, él boxeador, iniciarán una travesía por Medio Oriente que trasciende la búsqueda de su hermano y de su padre para iniciar un viaje hacia la indagación de su propia identidad. Este camino estará signado por el misterio, y la trama se sostiene por las distintas revelaciones que cada vez los acercan más a la verdad, aquella verdad que “no puede ser revelada sino que debe ser descubierta”, como lo afirma su madre.
Mouawad dialoga con los autores clásicos, en su esencia late la tragedia y nos enrostra su vigencia, como la que podemos ver diariamente en los medios de comunicación.
El director consigue adaptar al espacio de la sala Loa las más de 50 escenas que componen la pieza. Y lo hace con coordinación, coherencia y prolijidad. Algo destacable para una historia que en su narración le escapa a la linealidad y nos embarca en saltos temporales y escenográficos. Apegada al guión original la obra logra un efecto cinemátografico, secuencial y dinámico, transitando con naturalidad las casi tres horas que dura el espectáculo.
Los personajes son completos y complejos, en una atinada decisión del director son tres actrices distintas las que interpretan a Nawal Marwan en los diferentes momentos de su vida (juventud, adultez y vejez). Ana Paula Borré, por su parte, es la Nawal ideal para una juventud que aflora, una cristiana de buena familia que tiene un hijo con un refugiado árabe. El arrebato de su bebé por parte de su madre en represalia a esa relación prohibida, será el punto nodal que dará comienzo a esta trama fascinante. La Nawal adulta interpretada por Patricia Leguizamón será el símbolo de lucha, que con una enorme destreza física y actoral mantiene intacto el pacto ficcional remontándonos a la guerra civil en Líbano a mediado de los años 70. Y por último Nawal anciana, en un trabajo impecable de Adriana Rodríguez emocionará hasta los huesos con un monólogo que se podría leer en clave con la historia de los Juicios a las Juntas en nuestro país, demostrando que la vulneración a los derechos humanos lamentablemente no conoce de tiempos ni fronteras.
Tres “Nawals”, una tragedia. Sus hijos. Los padres de sus hijos y un mantra terrible de generación en generación que debe romperse. Una historia colectiva y personal en un contexto violento, pero también una enorme historia de amor, de búsquedas incansables y espera que al final puede ser un nuevo comienzo.
En cuanto a las actuaciones, se destacan la ductilidad de los actores a la hora de las múltiples interpretaciones, muchas veces en escenas casi simultáneas como Mariano Rubiolo, que asume el rol de siete personajes.
Es el mismo caso de Exequiel Maya quien interpreta cuatro personajes. Pero el Nihad será seguramente una composición memorable en la carrera del actor. Maya canta, baila y actúa. Este asesino despiadado, francotirador, que entona a Supertramp, Robbie Williams y The Police con metralleta en mano, intenta encontrar la belleza en medio de la guerra de oriente medio. El registro de actuación de Nihad está en un plano surrealista en el que a través de imágenes que desconciertan al espectador, construye un personaje singular, colmado de encanto. Sobresale también la preparación vocal para el canto árabe y la interpretación de la actriz María José de la Torre, amiga incondicional de Nawal.
Marcos Martínez en su rol de abogado será una bocanada de aire fresco con un personaje construido en clave grotesca que por momentos logrará sacar una sonrisa al público en medio de tanta tragedia. Fausto Daffner acompaña con pasión a Ana Paula Borré, gran complemento sin opacar el protagonismo de la actriz.
Por otra parte, el “tú” utilizado para las escenas del pasado genera un ruido innecesario al oído ya que no solo los sutiles indicios del vestuario, sino también el universo que construyen los personajes son suficientes para dar cuenta del retroceso histórico.
Incendios tiene los condimentos para el éxito: drama, misterio, muy buenas actuaciones, un texto inteligente y poético, que mantiene sin aliento al público, compitiendo sin desventajas con cualquier serie o película de suspenso.
Pero la experiencia teatral es única ya que hacia el final de la tragedia el gesto inconcebible que estamos esperando, no lo podremos ver, y ese instante nos une a los espectadores en silenciosa comunión, esperando el desenlace que el director resuelve de manera impecable. El público queda conmovido, procesando no ya la tragedia de esta familia, sino la fatalidad de un mundo que sigue matándose entre pueblos hermanos y cometiendo las peores atrocidades en el nombre de la paz.
Incendios puede verse todos los sábados de junio a las 21:00 en en sala LOA de la Asociación Gremial Médica, 25 de Mayo 1867.