Los besos que molestan a la Justicia

Se besó con su esposa, a un policía no le gustó, la reprimió y la jueza dijo “un año de prisión en suspenso”. La violencia institucional avanza a paso firme, con aval del gobierno.

Los discursos de odio, la negación de la diversidad, los sectores conservadores y religiosos legitimados en las urnas y la mano dura como respuesta a todo, no son gratuitos.

La ideología del odio, diseminada por el continente por los grupos identificados con la campaña “Con Mis Hijos No Te Metas”, está impactando, sobre todo, en el colectivo de la diversidad sexual. Activistas y abogadxs LGBTIQ+, reunidos en diciembre pasado en Washington para debatir sobre el estado de situación de los derechos del colectivo, ya lo señalaban: “En muchos países de la región, el campo de batalla ha sido en el marco de la educación sexual integral. Se tergiversan los mensajes para hacer creer que esta perspectiva busca corromper a la niñez. Esto tiene un impacto muy específico en relación con personas LGBTIQ+ y defensoras y defensores de derechos humanos. La vida de elles está en riesgo por la violencia de estos grupos”.

A estos discursos homo-trans-lesbo odiantes, se le suma en el país –y en buena parte de la región– una política de seguridad que legitima cualquier tipo de accionar de las fuerzas oficiales, sin poner en discusión ni en duda métodos, procedimientos, motivaciones.

Tanto la ministra Patricia Bullrich como el presidente Mauricio Macri vienen respaldando públicamente los operativos que terminaron con la vida de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel; al policía Luis Chocobar, que asesinó a un ladrón por la espalda, y a ciudadanos como Lino Villar Cataldo, el cirujano que mató a un ladrón desarmado, y a Daniel Oyarzún, el carnicero al cual un jurado popular lo declaró inocente tras perseguir a un ladrón, chocarlo con su auto y golpearlo hasta matarlo.

Con un clima de época que prepara el terreno para la estigmatización y la violencia, el viernes 28 de junio, Día Internacional del Orgullo, se dio en el país un fallo judicial que sienta otro peligroso precedente, tal como los casos enumerados más arriba.

La legitimación del odio

La sentencia de este caso debía darse el martes 25, pero la jueza Marta Yungano decidió pasar la misma para el viernes 28 porque dijo no escuchar nada debido a los gritos que llegaban desde afuera. En la calle, un centenar de militantes y activistas LGBTIQ+ reclamaba por la absolución de Mariana Gómez. La suspensión de la audiencia y su paso para el 28 de junio fue leída como una provocación.

Hace 50 años, un 28 de junio de 1969, una serie de atropellos policiales en el bar Stonewall Inn –bar de drag queens y maricas pobres de Nueva York– dio origen a una revuelta que duraría hasta la madrugada del 2 de julio. Travas, lesbianas y gays, hartos de la violencia, la discriminación y las detenciones, se enfrentaron a la policía en las calles. Este suceso, recordado como el que marcó el comienzo de la liberación de las comunidades LGBTIQ+,  dio origen al Día Internacional del Orgullo.

Las leyes que la
militancia impulsa y
el poder Legislativo
rubrica, no siempre
tienen su correlato en
un poder Judicial de
matriz patriarcal.

50 años después, en Buenos Aires, la jueza Marta Aurora Yungano condenó a Mariana Gómez a un año de prisión en suspenso en la causa en la que se la acusaba por “resistencia a la autoridad”, cuando fue detenida por besar a su esposa Rocío Girat en la estación Constitución, en octubre de 2017. “Los pedófilos deberían estar presos, no nosotras”, gritó Mariana antes de desvanecerse, luego de escuchar su condena. Tanto ella como su esposa fueron víctimas de abuso durante la niñez y debieron recurrir a los medios, ya adultas, para que sus casos se conozcan y se haga justicia.

La jueza se basó exclusivamente en el testimonio del policía Jonatan Rojo para emitir su veredicto. Desestimó las palabras de Mariana, de Rocío y de otras testigos de la escena. Según la versión policial, Mariana estaba fumando en un lugar prohibido –la entrada de la estación Constitución del subte C– y ante la advertencia del policía Rojo reaccionó violentamente, dándole golpes  a él y arrancándole un mechón de pelo a Karen Villareal, la mujer policía que lo asistió en el procedimiento.

Según el  informe del SAME, Rojo presentaba una lesión en su rodilla producto de golpearse contra una “superficie dura”, no por haber recibido golpes de puño, como declaró el agente. El mechón de pelo fue otro tema clave. Por este hecho Mariana estuvo procesada por más de un año por “lesiones graves”, cuando la ART apenas le dio licencia por seis días a la mujer policía. Según la fiscal Diana Goral, que pedía dos años de prisión para Gómez, el tema del mechón de pelo era aún más grave por tratarse de una mujer, porque “al ser mujeres sabemos lo que cuesta que nuestro cabello crezca y que la lesión sea en un lugar visible”.

Según la valoración de la fiscal, la gravedad de este suceso reside en que  no es lo mismo que una mujer aparezca sin un mechón a que lo haga un varón. “Los hombres no tienen el mandato de cuidar el cabello. El cuidado del cabello es inherente a la “femineidad esencial, estanca y binaria”, reflexionó la periodista Adriana Carrasco en Página/12.

Beso criminal

El 2 de octubre de 2017 Mariana Gómez acompañaba a su esposa Rocío Girat a su trabajo. Una lluvia torrencial las alcanzó y la pareja decidió guarecerse en la entrada de la estación Constitución del subte C. Según el testimonio de ambas, y como pudo verse en las cámaras de seguridad, estuvieron ahí por más de una hora y, además de ellas, otras personas estaban fumando en el sector.

Ahí, en la entrada de la estación, no había en ese momento ningún cartel que indique la prohibición de fumar. Mariana y Rocío, entre pucho y pucho, charlaban, se abrazaban, se besaban. En ese momento fue cuando comenzó el horror: un empleado de Metrovías, José María Pérez, se acercó hasta la pareja y le pidió a Mariana que apague el cigarrillo, y como ella no lo hizo, llamó a un policía.

El policía Jonatan Rojo, según declaró la pareja y  una testigo, trató de “pibe” a Mariana. Rojo lo negó y, ante la acusación de homofobia, aseguró: “Yo no soy homofóbico y tampoco sé lo que significa”.  

En su testimonio, el policía argumentó que su accionar estuvo guiado por la ley nacional antitabaco. Sin embargo, el abogado defensor, Lisandro Teszkiewicz, señaló que el oficial no podía detener a Gómez porque, de acuerdo a lo establecido en la ley de Control del Tabaco n°1799, la fuerza pública puede intervenir sólo para pedirle al fumador que apague el cigarrillo o que se retire del lugar. “Luego de la discusión con Rojo, Mariana ya no estaba fumando y atina a irse –afirmó Teszkiewicz–. Esto era una situación que se resolvía en veinte minutos y ya vamos veinte meses de proceso”.

Aleccionar el amor

A casi una década de la sanción de las leyes de matrimonio igualitario e identidad de género, aún estamos lejos de una efectiva y práctica igualdad más allá de las letras de una u otra ley. 

“Ah, pero son putitos, son novios. Mirá cómo lloran los maricones”, le decían los policías de la Comisaría 12 de Santo Tomé a Nahuel Taborda y Alexis Do Santos, una pareja que fue detenida, golpeada y vejada en la madrugada del 25 de marzo. “El verdadero infierno empezó cuando se dieron cuenta que éramos pareja”, dijo Nahuel.

Ante la violencia
estatal y los discursos
de odio, los cuerpos y
deseos diversos gritan
“al calabozo y al clóset
no volvemos nunca
más”.

Aunque los efectivos fueron imputados como autores de los delitos de privación ilegal de la libertad agravada, vejaciones agravadas, allanamiento ilegal y falsedad ideológica, el juez Busaniche impuso a los seis policías medidas alternativas a la prisión preventiva. Todos quedaron en libertad.

Las conquistas y avances en materia de derechos están lejos, vemos hoy, de ser de una vez y para siempre. Las leyes que la militancia impulsa y el poder Legislativo rubrica, no siempre tienen su correlato en un poder Judicial de matriz patriarcal, homofóbica y misógina, y en una institución policial aún más vetusta y reticente. El poder Ejecutivo hace su parte legitimado desde arriba estas prácticas abusivas y discriminatorias.

Ante la violencia estatal y los discursos de odio, los cuerpos y deseos diversos gritan “al calabozo y al clóset no volvemos nunca más”. Son tiempos de fortalecer la resistencia y la militancia, de besarse más, en todo lugar, como recita Susy Shock: “Besarse en los rincones oscuros / Besarse frente al rostro del guarda / Besarse en la puerta de la Santa Catedral de todas las Canalladas / Besarse en la plaza de todas las Repúblicas / o elegir especialmente aquellas donde todavía te matan por un sodomo y gomorro beso”.

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