En el grupo de whatsapp de este periódico de las desgracias, hablando de desgracias por supuesto, la Colo tira que hoy se cumplen 29 años de la final del Mundial ’90. Una final horrible solo superada por la del Mundial ’94 en horribleridad. Solo será recordada por un penal inventado por Codesal (uruguayo cipayo), la puteada de Diego a los italianos por silbar el himno y Bilardo tapándolo después del partido para que no lo filmen llorando. Esa final también fue una desgracia, claro que sí.
Sin embargo, el Mundial ’90, más allá de lo meramente futbolístico, fue el mejor que yo viví hasta ahora. Además fue mi primer álbum de figuritas de mundiales que completé. Los otros podrían ser Brasil 2014 y Francia ’98. Qué manera de comer yogurth en el ’98, por favor. Mandé como 200 tapitas en menos de un mes por correo y no me gané ni un yogurth.
Retomando: Italia ’90 fue el primer Mundial que miré a conciencia. Tenía 12 años y, sinceramente, en el ’86 al fútbol no le daba mucha pelota. Pero en el ’90 mi vieja me dejó faltar a la escuela para ver la inauguración en el Giuseppe Meazza, de Milán. Aburridísima. Argentina – Camerún fue el partido inaugural. Perdimos 1 a 0. Al Cani lo cagaron a patadas. En el segundo partido, el vasco Olartichoechea pega la mejor y más oportuna patada de su vida y lo quiebra a Pumpido. Entra otro vasco: el Goyco. Nace el día del arquero.
Hago un entre paréntesis. Además de para Argentina, yo hinchaba para Colombia también. Higuita, Freddy Rincón y el Pibe Valderrama. ¿Cómo no voy a ser hincha de Colombia? Recuerdo que en fase de grupos tenía que al menos empatar contra Alemania para clasificar a Octavos. Faltando dos minutos, Alemania se pone 1 a 0. Una tragedia. Pero a los 47 el Pibe le mete un pase en diagonal a Rincón que queda mano a mano contra Bodo Iilgner y empata el partido. Hasta ese momento, era el gol que más había gritado en el mundial. Pero todavía faltaba el que más grité en mi vida. Y por eso, Italia ’90 es el mejor de todos los mundiales. Sí, por la canción también.
Si había algo que no nos tenía que pasar era cruzarnos con Brasil. Nosotros teníamos una selección muy mala, pero con Maradona y Caniggia y Brasil era candidatazo a ser el primer campeón sudamericano en suelo europeo. Ni antes ni después vi un partido tan desparejo en un Mundial. En el primer tiempo dejé de contar los tiros en los palos. Es famosa la anécdota del entretiempo, durante el cual Bilardo no habló. Las únicas palabras a sus dirigidos las dio en el túnel antes de retornar a la cancha y fueron “Muchachos, si se la siguen dando a los de amarillo vamos a perder”. Ese fue el día en el que Bilardo hizo llorar al Fair Play: envenenó a un rival. Branco, lateral izquierdo carioca, tomó agua de un bidón de nuestra selección. Misteriosamente, desde ese momento Branco no pudo correr más por dolencias estomacales. Bilardo nunca se hizo cargo de eso.
Yo recuerdo que estaba muy nervioso. No sé por qué ni de dónde había sacado tanta pasión por el fútbol, pero estaba pasándola mal. El gol brasileño era inminente. Iban 35 del segundo tiempo y la cosa no mejoraba. De golpe suena el teléfono y mi vieja se pone a hablar con su hermana, mi tía de Gálvez. La final del ’86 la habíamos visto en su casa. ¿Qué tan importante tenés para decir que no podés esperar a que termine un Argentina – Brasil en un Mundial? En fin, mientras tanto agarra la pelota Maradona en la mitad de cancha. Se saca de encima a Alemao. Sigue Diego y ya picó Caniggia. A Diego lo estaban agarrando. Casi desde el piso, tira el pase entre las piernas de un defensor. Vamos Caniggia, es ahora o nunca, Caniggia. El triunfo. Gol.
Salté desesperado de la silla gritando como si me estuviera prendiendo fuego. Salí al garage. La puerta siempre estaba sin llave. El portón tenía barrotes. Arranqué uno sin querer. Seguía gritando pero ya sin el barrote en la mano. Yo recuerdo haber llegado a la esquina seguro. Pero según mi vieja, que tiró el teléfono a la mierda y salió a buscarme o a gritar el gol, no sé, yo desaparecí por una esquina y aparecí en la otra. Ella y mi viejo me recagaron a pedos por romper el portón.
Nunca fui tan feliz gritando un gol como el del Cani a Brasil. Nunca. Ese es mi gol a los ingleses. Además, Caniggia era mi futbolista favorito. Yo quería jugar como él. Ese gol lo tiene todo. Ese partido es el Rocky IV del fútbol argentino. Y si me dejan exagerar les diría que a nivel mundial también.
Si tengo que pensar en un momento emblemático y significativo del fútbol para mí es el gol de Caniggia a Brasil en el mundial del ’90. Así como el más triste fue el gol de Bergkamp en Francia ’98. Todavía era chico y las pasiones más extremas. Quizás la final en el Maracaná sea peor, pero no lo sentí así.
Después vinieron los penales del Goyco. Mi tía, por supuesto, volvió a llamar contra Yugoslavia pero por cábala. Y la final. De la que hoy se cumplen 29 años. Alemania fue un justo campeón pero que necesitó de un grosero error del referí para vencer a un equipo viejo, averiado y sin juego. Caniggia no jugó la final. Quizás con él en cancha la historia hubiese podido ser distinta. Nunca lo sabremos.
Ese 9 de julio llovió. Vi el partido en la casa de unos amigos de mis viejos. Cuando terminó volví caminando a mi casa solo, llorando y cagado de frío. Ese 9 de julio tuvo más penas que glorias. Pero fue hermoso mientras duró. Seguramente, mucho más de como lo recuerdo hoy.