Integrantes del Centro Cultural El Birri hablan sobre el proceso de reconstrucción.
Afuera todo es color, música y abundancia. El Birri, como en sus inicios, palpita en la calle con el Bingo Sabrosón, una actividad solidaria para recaudar fondos. Pero el olor a quemado se cuela por el del choripán y el guiso. Es imposible, entonces, no desviar la mirada hacia la hermosa fachada de la ex Estación Mitre y constatar lo impensado una vez más: el centro cultural se prendió fuego y las manchas negras que se escapan por las ventanas y las puertas son la evidencia de la destrucción del corazón de cemento de El Birri, pero solo de ese, porque el otro corazón, el que late en la gente, en sus vecinos, en los artistas, está más fuerte que nunca.
El fuego devoró el hall, la barra, los baños, la sala técnica junto con los equipos y la sala de los talleres. Según los integrantes de El Birri, para la reconstrucción necesitarán unos 40 millones de pesos. ¿Cómo pensar la reconstrucción en este contexto? Para los protagonistas si hay algo imbatible es una comunidad organizada, con el empuje de les jóvenes y les niñes y de toda una sociedad (local, nacional, hasta internacional) que no cesa de demostrar amor y colaboración.
Juan Venturini que milita en el centro cultural desde el 2006, incluso antes de que se convirtiera en la asociación civil que conocemos hoy, afirma que El Birri estuvo cruzado por injusticias y compara esta dura transición con el intento de desalojo que vivieron en 2013: “Es un momento más de la historia de El Birri como fue aquel desalojo. Hoy vamos a estar muy presentes en la calle hasta que vayamos recuperando el edificio. El fuego nos fortalece, no estamos peleados con el fuego, el fuego está dentro de nosotros. Resurgimos de las cenizas. Les niñes le pusieron ‘Sala Fénix’ a esta parte Este del edificio en la cual hoy nos estamos cobijando”.
El ala este del edificio no fue afectada por el fuego. Este espacio en el que antes funcionaba el Centro de Distrito Municipal, (mudado enfrente a un edificio restaurado) fue cedido momentáneamente por la Municipalidad a les integrantes del centro cultural, que esperan poder ingresar cuanto antes a la sala de teatro que fue la menos dañada y seguir ocupando la calle que “cuenta como un espacio más”. Pero Juan observa que si bien la comunidad disfruta las actividades en la calle “también tenemos derecho a ver una obra de teatro en una sala constituida como tal, tomar talleres con los materiales necesarios, con lugares calefaccionados. Con tanto trabajo habíamos logrado algo fundamental: el derecho a estar cómodos”.
Cecilia Rossini, arquitecta, integrante de la comunidad Birri también manifestó su opinión con respecto a la reconstrucción “Cuando llegué las llamas estaban apagadas pero entré y en el medio de la oscuridad me impresionó mucho ver la destrucción que había y el piso todo levantado... Más que una reconstrucción lo veo como una transformación en tiempos de revoluciones. De ahí todo puede ser posible, soñar con los ojos abiertos y luchar para transformar el mundo. Esto es político, anticapitalista, es feminista, comunitario, social y cultural porque eso es el arte y eso es la cultura tal como la concebimos en El Birri”.
Autogestión y cultura popular
El Birri es un espacio que funciona hace más de 20 años y se sostiene gracias al trabajo comunitario, militante y autogestivo, que de a poco fue recuperando la ex estación de trenes Mitre, abandonada por el Estado, con inversiones de millones de pesos en obras.
Si bien las estaciones de trenes pertenecen al Ejecutivo Nacional, los municipios tienen el “uso y custodia”. Desde sus inicios, la comunidad de El Birri firmaba un comodato por un año con el gobierno municipal hasta el violento intento de desalojo en el 2013. Este hecho fue tan resistido no solo por la comunidad birriana y el barrio sino por toda la sociedad santafesina, que logró por primera extender el plazo del comodato durante 12 años. Aunque Juan Venturini, testigo vivo de los inicios, alerta “sabemos que la tenencia igual es precaria, es solo una herramienta. La tenencia real está en el trabajo consecuente, humilde, con el barrio, la comunidad entera de Santa Fe y no hay más defensa del espacio que la propia gente haciendo uso de él y pensándolo día a día”.
El centro cultural se organiza en diferentes grupos de trabajo que garantizan la horizontalidad en la toma de decisiones. Estos se reúnen en un plenario una vez al mes. Los grupos son abiertos para que todes puedan sumarse a participar y se dividen en programación, autogestión, comunicación, mesa de gestión conjunta (que trabaja conjuntamente con el Estado y otros actores de la sociedad), la Escuelita de Fútbol y la Escuela de Carnaval, para nombrar a algunos.
Concebir un modelo de gestión significa ante de todo pararse desde un lugar político, no partidario, sino desde el lugar donde elegimos mirar el mundo. El Birri siempre apostó por la autogestión, la cultura y la educación popular y la gratuidad para todos sus espectáculos y talleres, así como la inversión edilicia. De este modo, y por falta de respuestas oficiales, un edificio que es el patrimonio público santafesino, para su restauración tuvo que ser encarado de manera autogestiva por la comunidad de El Birri. ¿Cómo logra fondos para la autogestión? “Eventos propios, explotación de barra de bebidas y comidas, colaboraciones, pero también subsidios del INT, Fondo Nacional de las Artes, del Gobierno de la provincia”. Pero Juan quiere dejar claro un concepto sobre los subsidios “para nosotres esos fondos no son subsidios que baja el Estado sino instrumentos que el Estado tiene y que El Birri sale a reclamarlos. Son derechos, herramientas que se vienen conduciendo desde hace mucho tiempos por la organización popular y El Birri sale a exigir que estén presentes”.
Vale aclarar, además, que todas las actividades en El Birri son gratuitas, con salida a la gorra, lo que no restringe ver el espectáculo a quien no tiene recursos para hacerlo, como bien manda la industria cultural. También funciona ahí la Escuela de Carnaval con casi 20 docentes y 200 niñes a los que se le da una merienda diaria. Ningún docente, artista, ni personal de El Birri cobra un sueldo, es pura lógica militante, basada en la educación popular, que admite la trasferencia e intercambio de saberes sin instituciones como dispositivo de poder que opera constantemente.
Cecilia afirma que El Birri se plantea permanente la concepción de “autogestión” y eso implica también la permanente disputa con Estado por el sentido y los recursos. “Ser autogestivo está ligado el “auto” a algo que parecería más individual. En el último campamento de El Birri surgió la palabra “colectinomia” ligado a gestionar desde, en y para lo colectivo. El Birri no les cobra a los artistas, ni a la gente. Es salida a la gorra y el grupo puede o no dejar un porcentaje en colaboración a la sala, pero no está obligado, y eso tiene que ver la colectinomía. Desde ahí ya el modelo de El Birri es único”.
El barrio de El Birri
Si bien los barrios más cercanos de El Birri son San Lorenzo, Santa Rosa, Chalet y El Arenal, se caracterizó siempre por ser un centro cultural que pretende trabajar con todos los actores de la sociedad y, como les gusta decir a sus integrantes, “construidos desde las bases”. “Los espacios se construyen colectivamente con la presencia de los cuerpos y las cuerpas que transitan todos los días, por eso la toma de decisiones y el horizonte está construido colectivamente. La gente se va renovando y la juventud está siempre presente, cualquiera se puede sumar en cualquier momento”, aclara Venturini.
Siguiendo esta misma línea que reconoce la importancia del diálogo, el centro cultural se vincula con otros actores de la sociedad organizados a través de mesa de gestión conjunta, logrando un estrecho vínculo con las redes barriales como Nueva Vida u otras organizaciones, como afirma Cecilia Rossini “Son miles de engranajes que empiezan a multiplicarse. Pudimos articular con los proyectos populares Revuelta y Arroyito, porque pudimos reconocer una lucha que es mucho más amplia: El Birri es el barrio, el territorio, los vecinos, es mucho más que el edificio”.
Pequeñas grandes voces
En El Birri les niñes son actores fundamentales, muchos de los cuales empezaron haciendo talleres y hoy ocupan lugares activos, de mayor protagonismo. Rocío (19) dice que “hace tres años jugaba a la pelota en un lugar que era muy machista y me hablaron de El Birri como un lugar donde se le daba comodidad a todos, de cualquier género. Ahora acá soy profe de fútbol”.
Leonel (11), cuenta “Vivo en el barrio y hace dos años me enteré que mi primo venía a una maestra particular, así que mi mamá me trajo, empezamos a venir los dos y hoy estoy haciendo fotografía y taller de audiovisuales”.
Gianfranco (21) lleva ocho años viniendo a El Birri casi todos los días confiesa haber sido convocado por un profesor de teatro “me invitó a actuar y obvio que le dije que sí porque te hacían sentir bien, abrazado, y sigo con teatro en la Escuela de Carnaval y también en la Escuela de Fútbol”.
Todos coinciden que si bien es un momento doloroso, El Birri podrá levantarse. “Es una segunda casa para todos, un lugar donde te dan nuevas oportunidades”, “sentís que tu casa se te está derrumbando pero se acerca mucha gente a ayudar”, “la vamos defender como hicimos siempre y sacar adelante”.
El Birri está fuerte, de pie, también su gente, esperemos que los gobiernos estén a la altura.