Un mano a mano con Leandro Santoro, el espadachín más diestro del Frente de Todos en la TV, en el marco de una juntada en el corazón de la Capital Federal. Si vos queres...
Hace casi 4 años, un 22 de diciembre de 2015, Axel Kicillof se ponía toda la confusión y el dolor por la derrota del Frente para la Victoria al hombro y hacía una cuenta sencilla y a la postre épica: los errores fueron muchos y yuxtapuestos, la victoria cultural fue otro de los tifones de pecera, no tengo recursos para dar la batalla con marketing digital, soy peronista y entonces hago lo que tengo que hacer, salir al espacio público, dar la cara para escuchar, para admitir, para proponer y advertir que Cambiemos va a desbaratarle la vida incluso a sus votantes.
Esa primera cita fue en un Parque ubicado en pleno Caballito, entre Almagro y Villa Crespo, en el centro geográfico (pues el corazón sería más bien Palermo o Vicente López) de la ciudad que es cuna de Cambiemos, donde a pesar de su potencia electoral el intendente Horacio Rodríguez Larreta está molesto por la emergencia de una cumbia que anima a los porteños a no hacer dos sin tres: si ya fueron Mauricio Macri y María Eugenia Vidal, ¿por qué no el rey de los puentes urbanos, las bicisendas y las estaciones saludables?
Leandro Santoro abre la juntada con un reconocimiento eufórico: “Hace cuatro años aquí comenzó la resistencia al neoliberalismo macrista”. Y pide la cumbia que si no alcanza para el ballotage al menos desata un bailongo tropical en un invierno primaveral, colorido, diverso, desprolijo, bien nacional y popular.
Si alguien te pide producir una entrevista con Santoro, la primer respuesta es atajarlo con una trivia cantada: ¿el operador de los servicios que en sus ratos libres trabaja de periodista, el artista plástico que citando a Trotsky dice militar la libertad total en el arte o el radical nacional y popular que se ha convertido en el mejor polemista político de la televisión argentina? Pues bien, para reportear a Leandro –el tercero de la trivia– hay que seguirlo a la carrera, en la vorágine de una campaña que parece su entorno natural, donde suele funcionar a la perfección y se mezcla con la gente con la efusividad física más propia de Néstor Kirchner que de Ricardo Alfonsín (algo que él corregiría seguramente). El hecho es que Pausa se hizo presente en la “Juntada aniversario" donde –al igual que en los flashmob festivos de muchas esquinas porteñas– corrieron el mate, el optimismo que tuerce las encuestas y los abrazos y donde al grito de Leandro de “¡Poné la cumbia!” se desata un carnaval coreografiado que desprecia globos y algoritmos.
¿Larreta también?
CABA es una de esas megalópolis donde pueden sucederse tres climas en un solo día. Antes de salir con grabadores y cámaras hacia el Parque, con un día completamente nublado y con ráfagas de viento fresco, uno de los encargados de prensa de Santoro avisa “no va a llover”. Lo que este cronista completa whatsappeando que puede que no, pero que “esta no va a ser una tarde peronista ni a palos”. Luego reflexiona que semejante frase cierra más de lo que abre, justo para ir en busca de alguien que no tiene problemas con la liturgia y los aforismos perucas pero se desmarca de los rótulos a priori. Cuatro pies a la vereda y el sol se abrió paso cambiando completamente el panorama para un día de parque, nuboso y soleado da “día frentista”, de un nacionalpopulismo que emerge de una de las más duras y crueles experiencias neoliberales de los últimos años y se le anima al mejor elector remanente de Cambiemos, el que aún genera rescates sesudos y equilibrados de la prensa progre capitalina. Por acá dicen que Larreta está enojado con la celebridad del jingle basado en la canción creada por la banda LGBT Sudor Marika, con las multitudes que se agrupan y la alegría bailada que desatan. Esa fiesta relámpago y pagana que altera el esteticismo catalán de la arquitectura porteña ¿será capaz de contagiar lo suficiente como para complicarle una casi segura victoria en primera vuelta? ¿Qué corno es imposible después del 11 de agosto? Naaa, acordate que al final va a ser un canto al corte de boleta a favor de Horacio, lo que contagia es el amor, el voto positivo y esta cancioncita manda a votar en contra de (¡como toda la campaña cambiemita! se nos ocurre asociar), me apunta un lúcido cronista de un medio perteneciente a lo que ya se impone denominar “Cuba del Medio”, un trotskismo reflexivo, que acusa lectura superficial de “El sistema capitalista”, experto detectar derechas inéditas y sofisticadas. En fin, el asunto es que gracias a la música, los cantitos de la vuelta y las letras de molde sobre el césped, fue sencillo llegar hasta la juntada.
Sociología global… del globo
“Viste lo que es el PRO, no tiene formato partidario, marcha ni plataforma, no tiene escudo y lo que suelen hacer es lo que aprendieron en la infancia y adolescencia que son los cumpleaños o los tercer tiempos de las fiestas de rugby o cumpleaños de 15. Esto está estudiado sociológicamente y eso son sus actos, bailan para tratar de recrear la única forma de festejar que conocen, cumbia en lugares chetos, globos y algunas estupideces más que no nos debe distraer de lo que significaron históricamente en nuestro país”.
Para Santoro existe un concepto superior al de la alegría, esa que Jauretche revelaba indispensable para hacer grandes cosas, y eso es la pasión por la política. “Porque es el ejercicio colectivo de un sentimiento superador a la alegría, uno puede alegrarse en soledad pero para apasionarse necesita encontrarse, recrear la comunidad. Esto que hacemos nosotros acá y la fiesta que desatamos cuando cantamos esta cumbia contagiosa o la marcha peronista es hermoso, es más potente porque convocamos al espíritu del pueblo”. Lo dice y abarca con la mirada una muchedumbre donde se agolpan peronistas, socialistas, progresistas que entraron al peronismo por el kirchnerismo y ahí se quedan (Saborido afirma que el peronismo es un espacio tan grande que hasta tiene habitaciones para Nuevo Encuentro) comunistas y radicales “irrompibles”. No se puede ser inteligente y gorila a la vez, abrazar el sueño oligárquico de consumar un país sin peronistas o con peronistas “ritondos” o “pichettos”, con peronistas sin ética, moral ni más lealtad que a sus propios intereses.
Santoro está feliz con el formato asambleario y popular que arrasa en el AMBA pero aún no contagia en el interior. Con muy poco se arma: poca escenografía, musicalización a volumen controlado y cuidadosamente seleccionada y las figuras muy cerca y por momentos mezcladas con la multitud. Escenario bajo de doble tarima, bambalinas apenas custodiadas por militantes y organizadores y gazebo de prensa para una mateada de unas 400 personas, una básica repleta y a cielo abierto donde predominaban vecinos sueltos o emparejados, familias completas, agrupaciones juveniles o de jubilados con pancartas y la tradicional galería de personajxs que hacen las delicias de fotógrafos y voyeurs.
Alguien con una sonrisa casi repleta de dientes (que son las sonrisas que respiran, al contrario de las del progresismo con dentadura completa) nos convida un mate que no pedimos pero viene espectacular. Sólo por recordar al intelectual contemporáneo que Santoro admira y lee a conciencia –el enorme Jorge Alemán–, podría decirse que aquí la alegría y generosidad circundantes eliminan por completo el racismo de moda, el que tiene un problema insoluble con el goce del otro, el que es capaz de auto infringirse una vida destartalada por una gestión de gobierno cruel y elitista, con tal de que el otro no disfrute. Si alguien deja de mirar el escenario para volverse sobre la muchedumbre es para testear la concurrencia, invitar a cantar o bailar, darse ánimos o simplemente sonreír.
“Esta es la representación cabal de lo que hemos construido en el Frente; somos los que vamos a terminar con la mirada elitista de la Argentina precisamente por eso, por la composición social que está reflejada también en las listas, acá estamos todos los agredidos por este modelo, investigadorxs del Conicet, amas de casa, laburantes de fábrica, jubilados, estudiantes universitarios, compañeras feministas, colectivos ecológicos. Esta unidad se hizo por abajo y es fruto del esfuerzo del pueblo argentino, no de los dirigentes por arriba”.
Entre discursos y presentaciones, Santoro toma el micrófono y le pide al sonidista “Poneme la cumbia”. Y entonces se arma nuevamente el asalto (término setentista si los hay) donde el goce del otro contagia en vez de jorobar, no genera envidia, nadie tiene intenciones de retirar la escalera por la que acaba de subir un par de peldaños. Sólo los “Jubilados de La Cámpora”, un grupo de abuelxs picantes que deambulan con carteles que repudian al ex presidente y sus medidas de gobierno, se ganan los retos de quienes son pisados al descuido o no pueden visualizar el escenario.
El chino, el barrio y la encuesta
La pifia de la compacta mayoría de lxs encuestadorxs en las primarias (incluso los márgenes de error de 6 o 7 puntos para los que salvaron pilcha y los contratos) y la consistencia de las emociones cotidianas hace que por momentos “el dato sea el otro” o les otres. Esto y el deseado efecto dominó que arrancó con Macri y Vidal y empuja sobre el esteticista urbano que soporta más de 7000 personas viviendo en las calles, es lo que alimenta el optimismo de los electores porteños del FDT. Hoy la diferencia oscila entre los 23 y 15 puntos a favor de Larreta y parece poco probable que –con micro militancia cumbia y todo– Lammens pueda forzar el ballotage. La prolija calvicie de Horacio incorporó sin mayores resistencias los rulos palermitanos de Lousteau y así neutralizó una fuga de votos que en 2015 pudo haberle costado muy caro. Todo lo que se aglutine alrededor del FDT en una potencial segunda vuelta parece poco como para que Cambiemos pierda en serie y en pocos meses los tres aparatos políticos más importantes del país. “Somos muchos y estamos felices de estar acá, pero va a hacer falta mucho más para ganarle a Larreta” advierte Santoro mientras recorre la tarima, arenga y saca cuentas.
“Para ser mejores de lo que fuimos vamos a necesitar de un Estado que intervenga, eso ya no puede discutirse más, pero fundamentalmente hace falta un pueblo que active, que presione, que se haga escuchar. Cuando Néstor asumió le preguntaron por los paros gremiales y él dijo que necesitaba que el movimiento obrero esté en la calle reclamando por sus derechos pues es la única forma de distribuir poder en la Argentina. Y los que estamos acá venimos para ganar las elecciones y vamos a seguir viniendo para defender a Alberto y Cristina contra los que no los van a dejar gobernar cuando haya que desdolarizar las tarifas y disciplinar al poder financiero”.
Antes de llegarnos hasta Leandro, estuvimos con Daniel, en su atelier. Siempre hablamos de Santoro por supuesto, el artista y no el operador asociado de Bonadío y Stornelli. Entre pinceles, maquetas y pinturas en proceso nos dijo algo sobre el perfil de la gestión de Les Fernández y las resistencias de los poderes que bancaron a Macri hasta hace unos 15 o 20 minutos y hoy exigen que les ratifiquen la continuidad de las políticas que arruinaron el país y los enriquecieron como nunca antes: “El asunto es la conducción, todo pasa por ahí como siempre y sobre todo en formaciones peronistas o hegemonizadas por el peronismo. No hay que ponerse nerviosos por los nombres, Redrado, Nielsen o hasta el mismísimo Melconián arrimando ideas. La clave no es quiénes van los vagones sino adónde va y cómo opera el que conduce la locomotora porque ése es el que sabe para qué lo quiere a cada uno, en qué momentos ponerlos y sacarlos. Hay que confiar en Alberto”.
No se lo preguntamos a Leandro pero quien construye un frente de la amplitud y variedad del FDT sabe que conciliar intereses y expectativas diversos y hasta contradictorios exige una conducción clara, fuerte y capaz de hablarle a todes sin perder de vista que la emancipación no es el fin del camino sino un proceso complejo y vivo que siempre puede fracasar (aunque “cada vez mejor” al decir de Alemán) y no ser.
Ucereísmo no, radicalismo popular
El recuerdo más resonante de las asambleas populares como métodos para relevar inquietudes y acordar soluciones políticas mancomunadas, es sin duda el de las que proliferaron en CABA durante la crisis de 2001 que sepultó al segundo gobierno radical asociado y que sirve como parámetro para evaluar la profundidad del desastre económico y social de estos días, producidas por el tercer gobierno radical como socio mayor (domo) del PRO. Las modalidades y usos de éstas instancias horizontales de democracia directa fueron desde el espejismo (trotskista) de soviet autogestivos para la revolución hasta reuniones vecinales para debatir la inseguridad o una compra comunitaria de alimentos. En todas la heterogeneidad impone un desafío para la convivencia política, la grieta se asume y se trabaja con ella sin pretender rellenarla con pochoclo o lana de vidrio y la implementación de las soluciones que se acuerdan mancomunadamente tienen una complejidad superior. Estruendosos micro y macro fracasos y algunas sonoras victorias gracias a la organización popular pueden dar cuenta de esto. Santoro está conforme, está feliz y se acuerda de su origen radical para ensamblarlo con el presente de Unidad Ciudadana en el Frente de Todxs.
“Para nosotros que venimos del radicalismo, que recogemos las enseñanzas de Yrigoyen, Illia y Alfonsín, este es el verdadero destino al que aspiramos, multitudinario, nacional y popular; el que puede devolverle la justicia social al pueblo. Jauretche, Homero Manzi y tantos otros fueron radicales que hicieron realidad esos valores en el peronismo, no hay contradicciones sino una unidad trabajosa para construir un gran movimiento nacional”.
Santoro hace la V para fotos espontáneas y cientos de selfies a pedido y aclara que “Hay muchos correligionarios que me recriminan aún hoy haberme ido de las viejas estructuras del radicalismo para abrazar la continuidad de ese movimiento que te decía con Néstor y Cristina. En 2015 un compañero muy querido me agarra en la calle y me dice que había tirado por la ventana 25 años militando en el radicalismo para irme con los peronistas. Y en esa mentalidad mercantilista, que el PRO ha potenciado, apareció la pregunta con que ellos proyectan sus miserias: ¿qué te dio el kirchnerismo, cuánto te pagaron? Me quedé pensando y le contesté que el kichnerismo me dio miles de compañeros y compañeras para transformar la Argentina, esos que ya no estaban en el viajo radicalismo. Yo me siento orgulloso de ser parte de esto, mis compañeros también”.
Le gusta contestar esas recriminaciones acompañerando y correligionarizando a los dirigentes del Frente y esta vez le toca a Mariano Recalde. Santoro lo invita a subir al escenario al grito de “Quiero presentarles al más radical de los peronistas y al más peronista de los radicales”. Todes festejan la ocurrencia y se funden en un abrazo para hacer juntos la V e invitar de inmediato a Dora Barrancos que aporta su impronta micrófono en mano: “¿Saben qué es lo que se va a terminar?”. Y por sobre los gritos de Macri , Vidal o Larreta corrige: “El patriarcado se va a terminar”. Luego la lista del Frente para CABA sube casi completa; alguien pregunta en voz alta “¿Dónde está Matías (Lammens)?” y Santoro vuelve a tomar el micrófono para pedir la cumbia, ese mantra que –lejísimo de las frases de autoayuda del Sri Sri Shankar y las meditaciones palermitanas sentados sobre una capa de finas hierbas– invita a pararse para sumarse a una bailanta donde se canta a voz de cuello, se baila, se aplaude y se transpira.
Sube y baja del escenario, hay que seguirlo hasta las trastienda a Santoro y en esa vorágine colamos la pregunta sobre el radicalismo santafesino, que se dividió entre dos frentes y pagó caro el precio de repartise entre dos coaliciones amigables con peronismo perdonable y el proyecto político y económico de Cambiemos, la de Macri y la de Lifschitz. “Hace años que yo no hago ucereísmo, me tuve que ir del radicalismo para seguir siendo radical y los compañeres que siguen haciendo eso o siguen participando de esas estructuras y rituales que sigan así, que hagan lo que quieran. No sé si tengo un mensaje para ellxs, yo voy a seguir trabajando para que los mejores valores del irigoyenismo y el alfonsinismo estén expresados en el gobierno de Alberto Fernández. Soy culturalmente radical pero no ucereísta”.
Santoro es el de las plazas, el del comité o la básica y el de la tele, uno de los esgrimistas verbales que aguantó más fuertemente los trapos en estos cuatro años en los que ser kirchnerista y ladrón o traficante de estupefacientes eran prácticamente la misma cosa y te bajaba el precio en cualquier debate antes de decir una sola palabra. Y hablando de TV y cultura y de su convicción de que la batalla contra el neoliberalismo es ante y por encima de todo cultural le hacemos decir antes de seguir de gira que “la sociedad sigue en clave Cambiemos, ese proyecto que busca el explotado feliz o conforme con su condición de explotado, ganamos pero eso no sé si cambió. Nosotros vamos a derrotar electoralmente al macrismo pero culturalmente nos va a costar mucho todavía, hay bolsones de la sociedad que nos votan a nosotros pero piensan como ellos. Hay que seguir militando mucho”.
La fiesta sigue, el cover de Sudor Marika resuena por enésima vez, pero Santoro se va. Vinimos por él y nos encontramos con mucha gente, algunos nos piden fuego, otros que lo llamemos a Tití Fernández para una foto. La prensa de Los Irrompibles nos agradece por venir y pregunta si estuvimos cómodos. Alejandro Fabbri nos saluda porque aquí todo el mundo se saluda y consulta “¿De qué medio son?”. Contestamos telegráfica y ordenadamente: Pausa, Santa Fe, República Argentina, planeta Tierra. Risas y afectos. Aquí todos ríen y excepto nosotros nadie se va, ni el sol. La realidad se suspende y la felicidad se fuma las encuestas y la confianza de “Horacio el invencible”. Macri ya fue, Vidal ya fue, Larreta no sé y si vos querés la nota también.
Excelente nota!
Gracias Mario! Se hace lo que se puede y más cada vez que dan las luces y las circunstancias. Y la cerveza a temperatura óptima, sin la cual seríamos muchísimo menos que nuestra reputación.