Presentamos 14 datos duros sobre la gestión de Mauricio Macri. Desde el PBI hasta el consumo de vino, pasando por la fuga de capitales y la inflación. Un balance final del peor gobierno desde 1983.
Con cierta justificación, la interrupción de los datos de pobreza durante el kirchnerismo fue uno de los fundamentos principales para poner en duda cualquier enunciado sobre la realidad por fuera de lo dicho por el macrismo y sus medios gubernamentales. Esa base de sustentación funcionó hasta que la crisis se volvió demasiado cotidiana e inocultable.
A finales de 2002 la pobreza alcanzaba al 54,3% de la población, según el Indec, y en 2015 era de 29%, según la Universidad Católica Argentina, cifra avalada como tal por el presidente Mauricio Macri en sucesivos discursos de la época.
Probablemente Macri deje un 40% de pobreza, la misma cifra que había en 2004, apenas salidos del estallido. Según el último dato, a junio de 2019 había un 35,4% de pobreza y un 7,7% de indigencia. Tomando la población existente en 2015 y en 2019, unas 3.300.000 personas se convirtieron en pobres y 850 mil en indigentes. Hoy hay 15.830.000 pobres en el país, de los cuales 3.440.000 no tienen ni para comer.
El 52,6% de los menores de 14 años son pobres. El Gran Santa Fe es el undécimo aglomerado más pobre del país, con un 38,2% de pobreza (201.986 santafesinos pobres) y un 5,9% de indigencia (31.196 personas).
Fuente: Indec, Observatorio Social de la UCA
Nunca durante un período democrático se produjo un daño de tanta velocidad y alcance.
Faltan en estos artículos la caída de ventas de autos cero kilómetro y usados, la caída brutal de ventas en los comecios pymes (que sólo tuvieron cuatro meses positivos en la gestión de Cambiemos: diciembre de 2015 y el período octubre a diciembre de 2017), el cierre de restaurantes, la caída en la ventas de entradas al cine, de huevos, de libros, de pan, de forros, del poder adquistivo del salario. Falta, también, el achique en la cantidad de ministerios, el cierre de orquestas infantiles, la quita de becas deportivas, los recortes en envíos de vacunas y en pensiones para discapacitados. No se estimó debidamente la falsedad corriente sobre la obra pública, que fue mucho menor a la de cualquier período del lapso 2003 a 2015.
Omitidos están, también, los ganadores. Esta crisis no la estamos pagando todos, no se sufre por igual. El modelo Cambiemos fue exclusivamente un modelo de beneficio para rentistas, lo más parasitario del capitalismo. Renta agraria, renta financiera, renta de los servicios públicos privatizados. Muy pocos tipos, que ganan fortunas sencillamente por tener fortunas. No inventan nada, no crean nada, mucho menos generan nuevo valor. Tierra, dinero para la timba, monopolios de luz, agua, gas, teléfonos, combustibles.
Cuesta creer que recién en 2019 buena parte de la opinión expresada en medios de comunicación perciba el daño de un sistema económico colonial. Más enerva que todavía se crea que la malaria se deba a la impericia o el error. Cambiemos sólo tuvo fallas en asegurar su reproducción. Hicieron lo que venían a hacer demasiado rápido, con la arrogancia de los ignorantes. Hay que agradecer sus venales torpezas: si hubieran actuado con verdadero gradualismo, con efectividad y precisión en sus objetivos, tenían casi la suma del poder fáctico para sacar sangre argentina por décadas.
Los buenos economistas de las universidades públicas, como el extinto Aldo Ferrer, Eduardo Basualdo o Martín Schorr, para nombrar de todas las generaciones, han mostrado detalladamente la previsibilidad y la sordidez de los modelos coloniales de dominación financiera, llamados “neoliberalismo” por pereza. Todo lo sucedido fue advertido paso a paso por pocas pero diferentes voces, una de ellas, la nuestra. Más que datos, aquí está el punto final de una narración, la del tercer suicidio de la Argentina. La historia nunca termina: no hay que tener frío ni desgano cuando debamos evitar el cuarto.