Presentamos 14 datos duros sobre la gestión de Mauricio Macri. Desde el PBI hasta el consumo de vino, pasando por la fuga de capitales y la inflación. Un balance final del peor gobierno desde 1983.
De todos los legados que deja Cambiemos, sin dudas el de la deuda es el más ominoso. Su aumento sideral en términos absolutos y relativos no se tradujo absolutamente en nada. En nada. Toda la deuda se patinó para (no) sostener el tipo de cambio, para pagar los pocos vencimientos de deuda vieja que había y para financiar la fuga de capitales y la bicicleta financiera. Con Lebacs o con Leliqs, los dólares entraban, se convertían a pesos para especular con tasas delirantes sin parangón en el mundo y después volvían a convertirse en dólares y se iban. La diferencia que se llevaron esos pocos especuladores se pagó con la deuda que Macri deja a vos, tus hijes y sus hijes también.
La máxima obscenidad se reveló en la última presentación de declaraciones juradas de los funcionarios públicos. Mauricio Macri incrementó su riqueza comprando títulos públicos de deuda argentina emitidos durante su propia presidencia. Gracias a Macri le debemos plata a Macri.
El default ocurrió ya en 2018, así no haya sido certificado por las interesadas calificaciones de las compañías norteamericanas. Nadie quería prestarle más a la economía casino argentina y, por eso, tuvo que recurrir al FMI. El FMI puso el 47% de sus activos en Argentina, sólo para bancar uno de los máximos arietes coloniales en el Cono Sur. En septiembre de 2019 ni siquiera hizo el último desembolso prometido ante el estallido de todas las cuentas públicas.
Sin considerar la deuda que tomaron municipios, provincias –con María Eugenia Vidal a la cabeza– y empresas, la Administración Central tenía acreencias por 337.267 millones de dólares a junio de este año. En términos absolutos, Macri incrementó la deuda un 40,1%, ya que recibió un país con 240.665 millones de dólares de deuda.
En términos relativos, la deuda representaba el 52,6% de todo lo que producíamos los argentinos en 2015. Ahora representa el 80,7%. Es cada vez más y más impagable.
Macri también alteró la composición de la deuda. En 2015, el 69,3% era deuda en dólares, en 2019 el 76,8% (de una deuda mucho mayor) es en dólares.
Macri “reperfiló” los vencimientos de deuda que él mismo contrajo. Más allá del bono a 100 años tomado por Luis Caputo, la mayor parte de la deuda emitida por Cambiemos tiene vencimientos a corto plazo. La bomba explota ya: en 2020 hay vencimiento con privados por cerca de 24 mil millones de dólares, que se suman a los casi 11 mil millones en títulos metidos dentro del propio sector público y a cerca de cuatro mil millones con organismos multilaterales, los protagonistas del 2022 y 2023. Con el FMI a la cabeza, Argentina tendrá que saldar cuentas con estas organizaciones por más o menos 18 mil millones de dólares en cada uno de esos años.
Fuente: Secretaría de Finanzas
Nunca durante un período democrático se produjo un daño de tanta velocidad y alcance.
Faltan en estos artículos la caída de ventas de autos cero kilómetro y usados, la caída brutal de ventas en los comecios pymes (que sólo tuvieron cuatro meses positivos en la gestión de Cambiemos: diciembre de 2015 y el período octubre a diciembre de 2017), el cierre de restaurantes, la caída en la ventas de entradas al cine, de huevos, de libros, de pan, de forros, del poder adquistivo del salario. Falta, también, el achique en la cantidad de ministerios, el cierre de orquestas infantiles, la quita de becas deportivas, los recortes en envíos de vacunas y en pensiones para discapacitados. No se estimó debidamente la falsedad corriente sobre la obra pública, que fue mucho menor a la de cualquier período del lapso 2003 a 2015.
Omitidos están, también, los ganadores. Esta crisis no la estamos pagando todos, no se sufre por igual. El modelo Cambiemos fue exclusivamente un modelo de beneficio para rentistas, lo más parasitario del capitalismo. Renta agraria, renta financiera, renta de los servicios públicos privatizados. Muy pocos tipos, que ganan fortunas sencillamente por tener fortunas. No inventan nada, no crean nada, mucho menos generan nuevo valor. Tierra, dinero para la timba, monopolios de luz, agua, gas, teléfonos, combustibles.
Cuesta creer que recién en 2019 buena parte de la opinión expresada en medios de comunicación perciba el daño de un sistema económico colonial. Más enerva que todavía se crea que la malaria se deba a la impericia o el error. Cambiemos sólo tuvo fallas en asegurar su reproducción. Hicieron lo que venían a hacer demasiado rápido, con la arrogancia de los ignorantes. Hay que agradecer sus venales torpezas: si hubieran actuado con verdadero gradualismo, con efectividad y precisión en sus objetivos, tenían casi la suma del poder fáctico para sacar sangre argentina por décadas.
Los buenos economistas de las universidades públicas, como el extinto Aldo Ferrer, Eduardo Basualdo o Martín Schorr, para nombrar de todas las generaciones, han mostrado detalladamente la previsibilidad y la sordidez de los modelos coloniales de dominación financiera, llamados “neoliberalismo” por pereza. Todo lo sucedido fue advertido paso a paso por pocas pero diferentes voces, una de ellas, la nuestra. Más que datos, aquí está el punto final de una narración, la del tercer suicidio de la Argentina. La historia nunca termina: no hay que tener frío ni desgano cuando debamos evitar el cuarto.