Presentamos 14 datos duros sobre la gestión de Mauricio Macri. Desde el PBI hasta el consumo de vino, pasando por la fuga de capitales y la inflación. Un balance final del peor gobierno desde 1983.
¿Cuánto es un PBI? ¿Dónde se guarda?
El producto bruto interno (PBI) es una abstracción estadística. Un monto científicamente imaginado sobre algo que no se acumula en ningún lugar, porque la economía es básicamente movimiento, flujo de dinero. No hay un depósito donde se pone y se guarda la riqueza. Ese concepto casi medieval de la acumulación fue la fuente del famoso “se robaron un PBI”. ¿El PBI de qué año?, sería la primera pregunta. Por ejemplo, el PBI de 2015 fue de 721.487 millones de dólares (si se toma como referencia el valor del dólar de 2004). Serían unos 72 millones de fajos de 10.000 dólares. Es una cancha de fútbol reglamentaria con más de un metro de fajos apilados. Se ve que las excavadoras que viajaron a Santa Cruz no trabajaron donde debían.
Como sea, el único año en que Cambiemos pudo mostrar un PBI más alto que el de 2015 fue 2017, cuando marcó un alza del 0,5% en la comparación. Dos años después, queda claro el saldo. El PBI está en el segundo trimestre de 2019 un 4,98% abajo del mismo período de 2015. Para fin de año, probablemente Macri deje una economía un 5% más chica que la que recibió. Y ni siquiera estamos calculando la relación con el crecimiento de la población, el PBI per cápita. El resultado sería muchísimo peor. Sin contar el segundo trimestre de 2018, hay que ir hasta el 2012 para encontrar un PBI más bajo en el mismo período.
Dentro de las variables que explican la recesión, el dato más significativo es la caída del consumo privado, lo que compran las personas y las empresas , que mermó un 6,2% en la comparación entre el segundo trimestre de 2019 y de 2015. Es un número brutal, un indicador de la malaria que está viviendo la población. En segundo lugar, una de las grandes promesas de la era Macri: la lluvia de inversiones. La formación bruta de capital fijo –el nombre técnico de las inversiones– cayó 13,7% en el mismo período. Con Macri hay muchísima menos inversión. Hay que retrotraerse hasta el segundo trimestre de 2009 para encontrar un número más bajo. Descontando ese momento excepcional de impacto de la crisis internacional, hay que ir hasta 2006.
Fuente: Indec.
Nunca durante un período democrático se produjo un daño de tanta velocidad y alcance.
Faltan en estos artículos la caída de ventas de autos cero kilómetro y usados, la caída brutal de ventas en los comecios pymes (que sólo tuvieron cuatro meses positivos en la gestión de Cambiemos: diciembre de 2015 y el período octubre a diciembre de 2017), el cierre de restaurantes, la caída en la ventas de entradas al cine, de huevos, de libros, de pan, de forros, del poder adquistivo del salario. Falta, también, el achique en la cantidad de ministerios, el cierre de orquestas infantiles, la quita de becas deportivas, los recortes en envíos de vacunas y en pensiones para discapacitados. No se estimó debidamente la falsedad corriente sobre la obra pública, que fue mucho menor a la de cualquier período del lapso 2003 a 2015.
Omitidos están, también, los ganadores. Esta crisis no la estamos pagando todos, no se sufre por igual. El modelo Cambiemos fue exclusivamente un modelo de beneficio para rentistas, lo más parasitario del capitalismo. Renta agraria, renta financiera, renta de los servicios públicos privatizados. Muy pocos tipos, que ganan fortunas sencillamente por tener fortunas. No inventan nada, no crean nada, mucho menos generan nuevo valor. Tierra, dinero para la timba, monopolios de luz, agua, gas, teléfonos, combustibles.
Cuesta creer que recién en 2019 buena parte de la opinión expresada en medios de comunicación perciba el daño de un sistema económico colonial. Más enerva que todavía se crea que la malaria se deba a la impericia o el error. Cambiemos sólo tuvo fallas en asegurar su reproducción. Hicieron lo que venían a hacer demasiado rápido, con la arrogancia de los ignorantes. Hay que agradecer sus venales torpezas: si hubieran actuado con verdadero gradualismo, con efectividad y precisión en sus objetivos, tenían casi la suma del poder fáctico para sacar sangre argentina por décadas.
Los buenos economistas de las universidades públicas, como el extinto Aldo Ferrer, Eduardo Basualdo o Martín Schorr, para nombrar de todas las generaciones, han mostrado detalladamente la previsibilidad y la sordidez de los modelos coloniales de dominación financiera, llamados “neoliberalismo” por pereza. Todo lo sucedido fue advertido paso a paso por pocas pero diferentes voces, una de ellas, la nuestra. Más que datos, aquí está el punto final de una narración, la del tercer suicidio de la Argentina. La historia nunca termina: no hay que tener frío ni desgano cuando debamos evitar el cuarto.