Con “Un día lluvioso en Nueva York”, el imperecedero Allen retoma sus obsesiones de la mano de personajes prototípicos y una trama liviana y extemporánea.
“¿Vamos a ver la última de Woody Allen?”. Ante la proximidad del estreno de una nueva obra de aquellos y aquellas artistas que han sabido convertirse en cita obligada por su sello identitario, el entusiasmo y el apremio surgen de inmediato. “¡Sí, ¿cuándo? ¿a qué hora?!”. Así cada cual se puede encontrar, expectativas a cuestas, frente a la boletería del cine porque sabido es que el realizador de Annie Hall (1977) expone y combina en cada uno de sus guiones sus obsesiones y placeres: el cine, el jazz, la gran ciudad y meticulosas dosis de neurosis, melancolía, ironía y ternura. De modo que el título Un día lluvioso en Nueva York (A Rainy Day in New York; EE.UU., 2019) resulta por demás seductor y convocante, aunque a la salida de la sala se pueda escuchar “se podría haber esforzado un poco más”. Como así también, durante la proyección, está ese señor de fila anterior festejando con risas cada típico guiño de esta comedia romántica.
En efecto, la tan inmensa como agraciada Nueva York es el ámbito ideal para que una joven estudiante de periodismo, oriunda de Arizona, descubra las maravillas y oscuridades del mundo cinematográfico en una cadena de peripecias que le depara la entrevista al desanimado director Rolland Pollard (Liev Schreiber). Ella es Ashleigh Enright (Elle Fanning), quien deja por unos días el campus de la universidad Yarland junto a su novio neoyorquino de nacimiento Gatsby Welles (Timothée Chalamet) para entregarse a la magnificencia de Manhattan (extrañas veces Brooklyn o Bronx). En la pareja se reconocen unas cuantas características y críticas del universo de Allen (particularmente en el muchacho): los encantos de la burguesía que se desean gozar, el vestuario atemporal de una bohemia estereotipada, los cruces generacionales dados por las atracciones de hombres casados, divorciados o infieles que deslumbran a jovencitas, así como de hijos que eluden los mandatos de sus padres y madres hasta que se develan los secretos de su clase social alta y pretenciosa. Y claro está, esas clásicas melodías que un triste piano deja rodar en una noche larga.
Entre variopintos enredos que la Gran Manzana propone, ambos personajes se dejan llevar por una lluvia constante que representa, entre otras cosas, una nostálgica y entretenida trama que presenta a un galán latino (Diego Luna asume ínfimos riesgos), un guionista afectivamente perturbado (Jude Law luciéndose) y una chica que no teme decir lo que piensa (una acertada Selena Gomez), de la misma forma que se ajusta a la contemporaneidad de la que Allen pareciera querer desprenderse en busca de una situación fuera de época, de una situación que reclama tiempos pasados.
Lejos de la clásica Manhattan (1979) y de aquel drama sobresaliente que fue Match Point (2005), Un día lluvioso en Nueva York también se diferencia de las más recientes y bellas Café Society (2016) y La Rueda de la Maravilla (2017), fundamentalmente, por cierta liviandad o simpleza argumental, tanto como por escenas románticas por demás inocentes. Pero más aún por la falta de correlato que una metrópoli, sus habitantes y sus visitantes pueden hallar en el día de hoy. Esa visión extemporánea del director genera una fantasía que, por un lado, responde fielmente a sus ya canónicos parámetros visuales y técnicos –lo cual deviene imperecedero y sin embargo poco laborioso para esta ocasión– y, por el otro, halla su punto de apoyo en los diálogos que atraviesan la estructura narrativa (a través de los cuales, el cineasta se las ingenia para ajustar cuentas con el periodismo y los rechazos que recibe en la actualidad).
Quizás los méritos redunden en las fallas de esta obra, cuyo estreno estaba previsto para el año pasado pero fue suspendido por el estudio Amazon debido al fuerte impacto de las acusaciones por abuso sexual con las que carga el octogenario cineasta. Denuncias por las cuales, al menos, la industria estaría haciéndole cumplir penas.
En suma, la cinta número 48 del inefable creador se puede definir por el gusto de recorrer a través de la pantalla grande esa ciudad que en cada calle tiene una historia, esa ciudad que Allen siempre vuelve a narrar.
"Un día lluvioso en Nueva York" está en la pantalla del cine América. Podés chequear los horarios de sus funciones todos los días aquí.