Conducción, proyecto y base de sustentación, claves en el futuro que tienen por delante les Fernández.
Después de haber quemado 22.000 millones de dólares de reservas entre las primarias y las generales, haber disparado el pase a planta de cientos de funcionarios políticos y contratados (¿la crema pastelera militante?) y en pleno ajuste de los últimos negocios del presidente y sus socios en el desguace del Estado desde el Estado, crece el mito de la “transición ordenada”. Experto en escaramuzas culturales, Durán Barba despliega su artillería liviana (slogans twiteros, nada conceptuoso) mientras se instala la idea de que Macri no perdió y Alberto no ganó tanto. Más allá del escrutinio definitivo, intentemos responder las preguntas de lo que viene: ¿Cómo congelar el daño producido? ¿El poroteo final define el coraje y la profundidad del primer tramo de gestión? ¿Policlasismo en campaña, clasismo de base amplia en el gobierno? ¿Cómo no estrolarse contra la pared?
Sin cogobierno que valga ni convenga, seremos gobernados por casi dos meses por un neoliberal cruel que será más ex presidente que nunca. ¿Cuánto daño puede hacerse en 44 días? Juntos por la Fuga (de dólares, no del gobierno) ofrece una respuesta desalentadora y que permite avizorar los límites del posneoliberalismo que podrá ensayar Alberto Fernández. Las estadísticas sirven para tomar decisiones de gestión, los números finales del perjuicio producido en la micro por la peor macro de los últimos 50 años aún no están al alcance de los equipos técnicos del Frente de Todos. Más allá de los desayunos, las meriendas y los mails de buena voluntad, por debajo de las pantomimas de republicanismo ejecutadas por Macri y Vidal, los números del desastre que anticiparon Alberto y Kicillof surgen de cálculos hechos con fuentes indirectas y oficio profesional.
Inevitable la comparación con la Mesa de Transición local –hoy rota o desactivada por falta a los compromisos asumidos– integrada por técnicos y dirigentes de Lifschitz y Perotti. Ante la multitud de demandas acerca del estado real de las cuentas operativas del Estado, de los compromisos asumidos con los proveedores y vencimientos de deudas por financiamiento externo, los datos aparecen incompletos, maquillados o no aparecen. Ante el recordatorio de que hay que respetar la Ley de Responsabilidad Fiscal y dejar de nombrar y pasar a planta agentes de la administración pública, se suceden decretos y resoluciones violatorios de esa normativa. Un botón de muestra bien podría ser la deuda con contratistas de obra pública. Para que el equipo de Perotti pudiese conocer esa herencia hubo que recurrir a la Cámara Argentina de la Construcción, obteniendo por afuera los datos que no se ponen sobre la mesa. Los modales, a salvo sólo para la foto.
Policlasismo y transformación
Un movimiento amplio y diverso, incluso en épocas de rebeliones y resistencia al palo, ha de albergar cuadros de toda índole, una pinacoteca ecléctica y difícil de sintetizar sino a través de la lucha y el debate permanente; cuidando particularmente “el adentro y el afuera” de las disputas. Es así que a la frase de “Cooke es el verdadero intelectual de la izquierda peronista”, un sólido cuadro de Guardia de Hierro como Amelia Podetti contestaba “el único intelectual del peronismo es Perón”. Este escriba le da la razón a los dos pero para éstas líneas, a horas de dos victorias contundentes (la nacional y la bonaerense), toma dos de Cooke de aplastante e irrebatible actualidad.
1. “La antinomia peronismo vs. antiperonismo no es una caprichosa creación del carácter de los argentinos, sino la forma concreta en que se da la lucha de clases en este período”. Se recomienda repasar esta última frase y relevar los porcentajes obtenidos por la oposición al peronismo (incluso en su versión neoliberal menemista) desde la elección de 1946, algo así como “de aquel 42,87% a este 40,4%”, pasando por el 38% de Balbín y Manrique en 1973 y el 41,39% de Carrió, Lavagna y López Murphy en 2007. Ese es el tamaño histórico de la grieta y de la lucha de clases desde que el peronismo le arruina el reparto a la derecha y la izquierda trotskista.
2. “¿Quién ha dicho que porque el peronismo tenga una composición social policlasista, su ideología es también policlasista? El clasismo aparece de ese modo como una tentativa ideológica de desmembrar el movimiento nacional, de aislar a la clase trabajadora en nombre de un ideologismo puro”.
Dos buenas frases para analizar la enorme complejidad a dos bandas que enfrentará el Frente de 19 partidos y organizaciones que conducen Les Fernández.
Lo asuman o no, el kichnerismo es una variante intensa y fortalecida del peronismo –la que aporta la mayor cantidad de votos en esta alianza victoriosa– y los antikirchneristas son el “antiperonismo dentro del Frente”, los otros son el tercio que asedia y maldice desde afuera y seguramente serán implacables en la oposición y el odio. Esos sectores, tan parecidos a Cambiemos que fueron capaces de congeniar y avalar muchas de las políticas que devastaron la patria en estos interminables cuatro años, van a tensionar la conducción de Alberto Fernández.
Hacia la otra banda del ancho espectro frentista, muchos tendrán que tomar nota de que el fracaso del 2015 no fue porque se comunicó mal lo bueno que se hizo, por la feroz campaña de desprestigio de la corpo maligna, por creer que un armado sin territorio como Unidos y Organizados podía sustituir punto a punto al peronismo “realmente existente”, a la liga de intendentes y gobernadores o ,finalmente, por una campaña desastrosa.
Un gobierno nunca sucumbe por el “prestigio de sus escándalos” sino por el tamaño de sus contradicciones. Por la magnitud de la brecha entre lo que dice y lo que hace. Por no poder resolver eficazmente esa dialéctica entre el policlasismo de su conformación estructural y el sentido final y concreto de sus políticas de gestión.
Por no poder contener esa diversidad en el ejercicio de la gestión suponiendo que el paladar negro que ejecuta la sintonía fina es una etapa superior y necesaria de la transformación y finalmente por terminar regalándole al adversario cuadros y organizaciones completas que más temprano que tarde serán señalados como traidores.
Y de nuevo Cooke nos aporta un pasaje inestimable para entender las razones por las que el peronismo como eje vertebrador de un frente diverso –ese que Alberto dice suele fagocitarse a las fuerzas que incluye y promete cambiar– se estampa cada 12, 8 o cuatro años contra la pared del neoliberalismo redivivo.
Los tres personajes aludidos de este diálogo directo muestran la armónica tirantez que exhibe el peronismo en sus mejores expresiones, aunque las palabras dictadura y revolución estén cargadas negativamente por estos días:
Eva Perón: Tenía razón el diputado Apold: usted es comunista.
Cooke: No señora, yo no soy comunista. Yo soy peronista.
Eva Perón: Y entonces, ¿yo, qué soy? ¿Soy una dictadora, como dicen?
Cooke: Señora, aclaremos algo. Apold quiere cerrar La Prensa porque quiere que el peronismo sea una dictadura. Yo quiero cerrar La Prensa porque quiero que el peronismo sea una revolución.
Eva Perón: Pero entonces, ¿a mí cómo me calificaría? ¿Soy una dictadora o una revolucionaria?
Cooke: Señora, cuando una revolución es una dictadura, se justifica. Ahora, cuando una dictadura es meramente una dictadura y no es además una revolución, es algo lamentable. De modo que mucho cuidado, señora: si usted implanta una dictadura, que sea una revolución.
Nadie como Cristina para extraer la lección principal de este jugosísimo cruce, eje de campaña para golpear a Alberto a través de “la Conadep de los periodistas” y el “Ministerio de la Revancha”. Y nadie mejor que Alberto para reformatear el proyecto transformador del Frente de Todos en clave “Néstor 2003”, promoviendo una reparación inmediata de la situación de los sectores más agredidos por Cambiemos sin abrir más frentes de conflicto con los poderes concentrados que los que ya tiene y condicionarán el arranque de gestión.
El punto siempre será: ¿para qué vas a fustigar a Bonelli, a los Mitre, a Magnetto, a los formadores de precios, al Partido Judicial, al anarcocapitalismo financiero y a la Embajada de los Estados Unidos si no vas a ir a fondo contra sus privilegios y posiciones de clase? ¿Porque no te da la correlación de fuerzas? ¿Porque te deja a media de cuadra de un socialismo nacional que nadie quiere ni entiende? ¿Porque sos policlasista? Y entonces ¿para qué tirás piedras?
Esos poderes te cobran carísimo la bravata que los azuza pero los deja intactos. Si vas a revolucionar o emancipar, entonces hacelo, al ritmo y con el programa que mejor te parezca, pero –como diría Cooke– si vas a ejecutar la revolución de la felicidad y la justicia social que sea una revolución. Cualquier otra cosa tiene el mismo destino de los últimos intentos populistas, el de recomponer un Estado de bienestar más o menos precario para “fracasar cada vez mejor”.
Victoria, festejo... ¿y después?
Se festejó mucho y habrá un nuevo pico de alegría cuando se ejecute el traspaso de mando. Pero aún se oyen lamentos por la ostensible remontada de Macri y su renovada competitividad electoral. El “caso Néstor” ofrece un antecedente, ya que realizó modificaciones estructurales con sólo un 22,25% de los votos. Había un plan, un conductor y voluntad política transformadora a prueba de toda lógica y limitación.
La clave es, en este orden, el que conduce, el proyecto que posee y la solidez del espacio que lo sustenta. Cualquier mengua en alguno de esos tres elementos preanuncia un fracaso más o menos estrepitoso.
Hoy se festeja y las lágrimas de alegría y desahogo recuperarán el dolor y la angustia de tantos conocidos y desconocidos a los que el macrismo les complicó o les arruinó la vida en tiempo récord. Pero es importante comprender que mañana puede (no es una fija) ser mejor y que esta etapa habrá de ser como aquel disco doble del enorme intelectual peronista del que Alberto aprendió tanto como de Perón, Litto Nebbia; ese que compilaba 25 Canciones para cada uno, en una obra ecléctica y arriesgada, dos virtudes esperables del Frente de Todos en su primera versión de gobierno.