Ayer Estados Unidos inició ante la ONU los trámites para retirarse del Acuerdo de París. Así, el segundo emisor de gases que aceleran el calentamiento global sincera en derecho lo que hace de facto. El tema se introduce en la campaña electoral norteamericana. Por qué la crisis climática es una emergencia mundial.
El tilingo mediático que tiene a cargo los destinos de la mayor potencia mundial dio curso a una de sus más oscuras promesas de campaña. Estados Unidos se retirará del Acuerdo de París, el compromiso firmado por más de 200 países para reducir la emisión de gases de carbono, en función de combatir el calentamiento global. La potencia imperial es el segundo emisor de estos gases, detrás de China. El proceso de ruptura tiene un lapso administrativo de un año, por lo que no será oficial hasta el día anterior a la elección presidencial de 2020. Una patraña electoral que juega con la estabilidad planetaria del clima.
El 1° de junio de 2017, el presidente Donald Trump había sentenciado "He cumplido una tras otra mis promesas. La economía ha crecido y esto solo ha empezado. No vamos a perder empleos. Por la gente de este país salimos del acuerdo. Estoy dispuesto a renegociar otro favorable para Estados Unidos, pero que sea justo para sus trabajadores, contribuyentes y empresas. Es hora de poner a Youngstown, Detroit y Pittsburgh por delante de París". Así comenzó el proceso de retiro del Acuerdo, que hoy ya se está concretando según anunció ayer el secretario de Estado, Mike Pompeo.
Today we begin the formal process of withdrawing from the Paris Agreement. The U.S. is proud of our record as a world leader in reducing all emissions, fostering resilience, growing our economy, and ensuring energy for our citizens. Ours is a realistic and pragmatic model.
— Secretary Pompeo (@SecPompeo) November 4, 2019
En su comunicado oficial, la Secretaría de Estado señala que "En lo que refiere a las discusiones internacionales sobre el clima, continuaremos ofreciendo un modelo pragmático y realista –basado en registros de verdaderos resultados globales– demostrando que la innovación y el libre mercado llevan a más prosperidad, menos emisiones y fuentes más seguras de energía". Una distopía orwelliana mezclada con otro poco de poder presidencial a lo Payasadas de Kurt Vonnegut. La Administración de Información Energética de Estados Unidos, el organismo de estadística y de análisis en el Departamento de Energía, ya proyecta que en 2025 las emisiones de gases invernadero de Estados Unidos serán al menos de 4959 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono, 500 millones por encima de la meta establecida en el Acuerdo de París. Más concreto: las emisiones de estos gases en 2018 estuvieron 2% por encima de las de 2016. Trump está de facto afuera del Acuerdo de París. Y el planeta lo sabe: el verano boreal que acaba de pasar fue el más caluroso desde que hay registro.
La salida de Estados Unidos recién se concretará el año que viene dado que el proceso de retiro dura un año, después de emitida la notificación hacia la ONU. Estados Unidos inició sus trámites de ingreso al acuerdo en 2015 con la presidencia Obama, se esperaba que redujera en un 28% la emisión de gases para 2025 (sobre las base de las emisiones de 2005). Recién ayer Estados Unidos tuvo la posibilidad de poder iniciar el trámite formal de ruptura del Acuerdo, ya que los países firmantes estaban obligados a permanecer durante un período mínimo de tres años.
El tema va a ser una de las claves de la campaña electoral que se avecina en Estados Unidos. De un lado están algunos demócratas, con Bernie Sanders a la cabeza y la diputada neoyorkina Alexandria Ocasio Cortez como referencia, que proponen un Green New Deal: Estado Benefactor con ambientalismo. Del otro esta Trump, que con sus políticas económicas ha logrado reactivar la producción y reducir al mínimo el desempleo.
Críticas del ambientalismo
Dos de las mayores ONG ambientalistas internacionales ya lanzaron sus dardos contra la administración Trump. La World Wildlife Foundation emitió un comunicado donde señala que el gobierno de Estados Unidos
envía una señal errónea a otras naciones: que la economía más grande del mundo no toma en serio este problema, particularmente en una época donde necesitamos avanzar más y más rápidamente para reducir las emisiones. El informe más reciente del IPCC señala que el aumento del nivel del mar, ocasionado por el clima global, amenaza con impactar a mil millones de personas para el año 2050. Y un histórico informe de la ONU publicado en mayo, reveló que los efectos de la actividad humana, incluyendo el cambio climático, pueden llevar a la extinción a un millón de especies. En ese contexto, no es exagerado decir que el enfoque actual del gobierno federal de Estados Unidos respecto al cambio climático se erige como la barrera más grande ante la preservación de un futuro estable para la vida en la Tierra.
Por su parte, Greenpeace ayer le metió un dedo ensalivado en la oreja
...el pueblo ha estado tomando las calles para demandarle a sus líderes que aborden la emergencia climática causada por el uso de los combustibles fósiles. La industria de la energía renovable está creciendo exponencialmente. El progreso del sentido común sobre la energía continuará con o sin Donald Trump. Él no puede cancelar un tratado multilateral firmado por cerca de 200 nacionaes soberanas, pero él sí puede mantener a Estados Unidos varado en un pasado de combustibles fósiles mientras China y otras naciones se conviertes en los líderes del siglo XXI.
Hasta las manos
Mientras Estados Unidos continúa bajo el dominio del Fundamentalismo Monetario, la discusión académica por cuestiones ambientales ya está en una deriva inquietante. Si en los 70 se comenzó a advertir sobre el cambio climático y en los 90 y 2000 los estudios comenzaron a centrarse en qué hacer para detenerlo, actualmente existen posgrados dedicadas a la "colapsología" (tal como se lee) y se alienta la investigación para el "Día despues de mañana" o, con más precisión, para el control de daños y la continuidad de la especie durante una crisis ambiental que ya no se podrá detener.
Es que el acuerdo científico es casi total (casi, porque no faltan los antivacunas del clima). Entre abril de 2016 y octubre de 2018, más de 200 científicos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU estudiaron cuál sería el impacto planetario de un clima un 1,5°C más caliente. Las previsiones son apocalípticas. Muchos más días de calor extremo. Pérdida de ecosistemas fríos. Suba de casi un metro del nivel del mar. Clima loco: tormentas desaforadas y sequías asfixiantes. Y eso si sólo sube 1,5°C. Todo indica que subirá más.
Para que no se superen los 1,5°C de calentamiento global, o se superen apenitas, y tomando como punto de comparación las emisiones de gases de 2010, las emisiones de CO2 tendrían que reducirse entre 59% y 40% en 2030 y entre 104% y 91% en 2050. Las emisiones de carbón para producir energía tienen que bajar entre 78% y 59% en 2030 y entre 95% y 74% para 2050. La quema de derivados del petróleo se tiene que reducir entre 34% y 3% para 2030 y 78% y 31% para 2050. Los pedos de las vacas, o emisión de metano en la agricultura, se tienen que reducir entre 30% y 11% para 2030 y 46% y 23% para 2050.
Hablamos de cambios que se tienen que dar en los próximos 12 años de una forma totalmente brusca. La pérdida de algunos de esos años en una de principales potencias contaminadoras del planeta puede tener un saldo decisivo.