En mayo Cristina Fernández ordenó el tablero para la contienda electoral.
Venía de ser derrotada feo en 2017, ante un olvidable burro. Aguantó en silencio mientras veía cómo implotaba el modelo económico de Cambiemos. Reapareció como líder de la oposición en las jornadas de Clacso, en 2018. Se fue acercando a lo más profundo del peronismo, el 14 de mayo clavó foto en la cumbre del PJ con Gioja, Insfrán, Moyano, el Chino Navarro, Solá, Rossi y más.
Estaban todos, menos Massa, estaban todos y estaba Alberto. Cuatro días después, en una mañana de sábado, despachó en un solo movimiento todo el tablero de poder. Solucionó el intríngulis de una sucesión en el peronismo, como nunca sucedió (la unción por parte de Néstor no cuenta). Puso a un candidato que podía enhebrar a todo el espectro opositor real. Y bajando al escalón de vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner subió al de la conducción histórica.