Con la grieta abierta y viva, hoy asume Alberto Fernández y late la esperanza por un capitalismo que devuelva un poco de bienestar a los trabajadores, en un marco de crisis general y endeudamiento extremo. Late el festejo en la ciudad de Buenos Aires.
A pocas horas del sobreavaluado asunto de que un presidente antiperonista le ceda (en otro gesto simbólicamente sobrecargado de sentido) bastón, banda y país a un presidente peronista, la iglesia católica reunió lo que el laicismo institucionalizado no pudo: Macri y Alberto convivieron sin mayores conflictos por un puñado de horas y frente al altar del santuario de Luján. La bandera que presidió la ceremonia donde se celebraba el milagro de la concepción sin mediar carne ni pecado, rezaba “Este es el pueblo de la virgen”, pero bien pudo haber tomado la frase del Evangelio según Marcos: “Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”. La fiesta profana, pagana, diversa y que reunirá lo que pidió Cristina antes que nadie, a católicos y ateos, heterosexuales, homosexuales y no binaries, verdes y celestes, zurdes, moderades y diestres, es la que se desatará luego de que Alberto y Cristina cumplan con el ritual de forma en el Congreso. A partir del 11 de diciembre no habrá vacaciones para el amor ni para el odio, como no lo hubo ni lo hay cinco minutos antes y cinco después de misa.
El peronismo, esa fenomenal persistencia histórica laica y popular que hace base doctrinal en la Rerum Novarum y Quadragesimo Anno, por mentar dos insumos, siempre te deja en estas pequeñas dudas: ¿quién se copia de quién? ¿Cristina promoviendo el slogan “La patria es el otro” o Jorge Eduardo, el Arzobispo de Mercedes que sostuvo en la homilía que “En la patria, el otro es mi hermana, el otro es mi hermano”? No es importante, Perón reescribió en criollo irreverente la tercera posición de Heidegger durante el Primer Congreso Nacional de Filosofía en 1949 y Cristina no estuvo en Luján para marcarlo.
Somos así y así nos gusta, la pretensión de originalidad absoluta es cosa de egomaníacos y mesiánicos, el peronismo suele ser (también hubo un Menem) esa expresión populista y capitalista que efectúa en la gestión estatal la reparación económica y social de los daños producidos por el mismísimo capitalismo, pero el que concentra recursos, cercena derechos y confina la Constitución Nacional al revistero del baño en nombre del republicanismo más abyecto. Para desconsuelo de Nicolás Del Caño y troskes por el estilo, ambas expresiones son capitalistas pero no iguales ni producen los mismo efectos y para tener trabajo digno y bien remunerado, casa propia, auto o moto y vacaciones pagas y amplios derechos económicos y civiles, con el peronismo alcanza y sobra. Peronismo y antiperonismo o populismos y antipopulismos son el modo en que se expresa la lucha de clases en nuestro país, esa lucha que el enorme Carlos Marx suponía resuelta y administrada solamente por un Estado fuerte y proletario, imaginería que aún condiciona fatalmente las propuestas revolucionarias del trotskismo periférico. El Estado de bienestar capitalista reabsorbe la violencia y la inestabilidad que genera el capitalismo neoliberal y gorila de masas, en una alternancia que en nuestro país suele expresarse en las modalidades 4x8, 2x12 o 12x4. Y es por esta razón históricamente irrebatible que Jorge Alemán llegó a decir que “Es más fácil imaginar el fin del capitalismo que el fin del mundo”. Pero ese es otro asunto, hoy asumen Les Fernández y habrá millones de fiesta, y otros millones detestándolo por TV y deseando que dure poco y otras maravillas; en la angosta pasarela del medio el puñado que mira desde lo alto, que nunca se hace cargo de ninguna expectativa ni pifia, que cobra a diestra y siniestra y no cree en los orgasmos colectivos.
Las bases sólidas y el Fórmula 1
La negación cerril de la realidad que ataca a los gobernantes salientes –tratando de maquillar zombies y vender mortaja por kimono– y los abultados déficits operativos y deudas contraídas en dólares, permite emparentar casi punto por punto a los salientes Macri y Lifschitz. Uno asegura haber hecho reformas estructurales que sientan las bases para un futuro de grandeza y el otro que deja la provincia hecha un “Fórmula 1”, pero mientras tanto se preparan para liderar una oposición implacable y desde el mismísimo 11 de diciembre, Mauricio y el Miguel de los progres dejan –por encima y debajo de los heroicos relatos de salida– un país y una provincia fuertemente endeudados en moneda dura y con vencimientos de cortísimo plazo, lo que condiciona desde el arranque cualquier recuperación del salario real o “shock de obra pública”. Peor aún, imponen estrategias inmediatas para renegociar vencimientos de deuda so pena de no poder afrontar ni siquiera el pago de gastos corrientes. Si a esto le sumamos el industricidio nacional (20.000 empresas en 4 años) y su impacto en Santa Fe (1300, de las cuales el 70% son pymes), habrá que decir que de no mediar una compleja y multilateral logística de acuerdos entre Estado, cámaras empresarias, banca privada y acreedores particulares, no queda margen de caja para rescatar prácticamente a nadie, ni al conglomerado exportador y financista de Cambiemos Vicentín, que tanto preocupa a Omar Perotti por la onda expansiva que tendría en los índices recaudatorios y productivos de la provincia de Santa Fe. De esta índole son los planes que ya se están negociando con el FMI y otros acreedores menores, “desendeudamiento progresivo con o sin quita pero sin default” sino diferimiento de pagos mientras las mejoras en salarios, jubilaciones y asignaciones recupera el consumo del mercado interno, que demandaría más y variados productos, que a su vez pondría a trabajar el 50% de la maquinaria ociosa, el mentado círculo virtuoso que alcanzaría a traccionar una recuperación económica relativamente rápida. Altísimas fuentes del gabinete entrante aseguran que va a ser muy duro reprogramar y discutir tasas, pero hay técnicos del FMI que ya aceptan a regañadientes, casi con resignación la secuencia que se viene: primero redistribuir, segundo crecer y exportar, tercero garpar.
Para poner en números el tamaño de la deuda y el disparatado cronograma de vencimientos, propio de un gobierno que más allá de ganar o perder sólo pensaba en hipotecar para siempre el futuro de los argentinos, se pueden considerar las reservas líquidas del BCRA, las que sirven para afrontar pagos de deuda soberana y que al día de hoy asciende a 9.425 millones de dólares. Esa sería “la viva” para levantar un muerto de 34.651 millones de la misma moneda distribuidos entre lo que resta de diciembre y junio de 2020 y 51.369 millones en todo 2020 con un ratio deuda/PBI del 80%. Con la industria semi paralizada, las exportaciones cayendo a un 7% interanual promedio y agropatriotas especulando con una disparada del dólar a $100 y liquidando anticipadamente para escapar de un retoque alcista en las retenciones, todo se pone muy difícil.
En nota concedida en abril de 2017 a quien suscribe, el flamante Ministro de Economía Martín Guzmán sentaba postura sobre el endeudamiento descomunal de Cambiemos (hoy Juntos por la Fuga) antes de ingresar al default y al FMI: “La deuda contraída tiene una creciente tendencia a financiar fuga de capitales, más allá de la locura de contraer deuda en dólares en un contexto internacional de gran volatilidad cambiaria, para pagar deudas corrientes en pesos. Esto sólo conduce a un escenario donde la soberanía económica y política del gobierno actual y del que lo suceda quedan fuertemente afectadas”. Hasta esa fecha el macrismo había aumentado la deuda en un 20%, llegando a representar el 56% del PBI (10 puntos más que en diciembre de 2015) y el 78% en moneda dura. Para entonces el socialismo neoliberal santafesino ya le había votado el arreglo con los buitres y el blanqueo de capitales en el congreso nacional, con la zanahoria de plástico de que Macri iba a financiar el déficit de la Caja de Jubilaciones provincial (aportaron el 12,21% del total de un déficit que hoy asciende a 8.000 millones de pesos) y para endeudarse a lo pavote y en un 99% también en dólares. Disipados los globos amarillos y el humo rojizo, el Frente de Todos encuentra dos situaciones similares, dramáticas y muy difíciles de pilotear contra las enormes expectativas que generaron. La hora de la madurez, es también la hora de la escasez, pero eso después los festejos y las borracheras destinadas a exorcizar la mera continuidad de dos modelos que tenían el boleto picado, la realidad que es la verdad, sino la única al menos dura.
Anticipaciones de “La ciudad liberada”
Domingo a las 17:00, 49 horas después de la despedida de Macri, detrás de un café, frente a un ventanal de Pertutti con encuadre histórico garantizado, se puede observar que la Plaza de Mayo comienza a cambiar su fisonomía con un retoque tremendamente simbólico. Un grupo de trabajadores de la ciudad ejecutaban el acuerdo entre Alberto y Horacio, el futuro líder gorila de masas. En una mesa cercana se escucha un parroquiano hacer el chiste que luego sería meme y cantito de un puñado de trabajadores municipales saltando alrededor de una de las rejas en un novedoso tribalismo peruca. “Ahora con esas rejas vamos a hacer parrillas con un par de ladrillos abajo, las prendemos con el parquet de la Rosada y llenamos de humo Puerto Madero, ¡humo a chori para esos chetos!”. El bar de marras no es un bodegón de San Telmo u Once, una pareja algo mayor salida de un corto del Anses cambiemita me mira buscando adocenarme en el repudio, engañados por la chomba de marca y cierta negritud acicalada. Les hago la V y a otra cosa, el hábito hace al Arzobispo pero no al peronche. No hay IVA, afectación emocional ni costo de envío en lo que les cuento, CABA es esa inmensidad de sentidos inabarcable e inapropiable, es la cuna del macrismo racista que se prepara para una fiesta de otro palo, vibra y supura por todas partes, hay alivio, hay emoción contenida por años, gente silbando la marchita por Diagonal Norte y arranques súbitos de “A volver, vamos a volver” en el subte con percusión al techo y todo; hay rabia también, dolor por todes a los que este modelo les destrozó la diaria o la vida. Con el concurso de provincianos y porteños se avecina para una explosión popular memorable en tierra cambiemita.
A esta altura, después de Bolsonaro y Añez ya lo sabemos, en este país marchan todos, el neoliberalismo tiró a Peña y sus colonias de trolls por la ventana y aprendió que amucharse en plazas legitima a sus líderes y a cualquier movida golpista diseñada por los EEUU como casi nada. Plazas del amor y del odio, populistas y gorilas, la grieta respira hondo y promete nuevos episodios, explota y se contiene, pero gracias a Cristina mañana es San Alberto y al menos por 24 horas el resto es decorado.