El 23 de noviembre se realizó el Segundo Encuentro Provincial de Periodistas Feministas. Tres periodistas de Pausa reflexionan sobre la necesidad de hacer periodismo con perspectiva de género y de construir, desde el feminismo, lazos para ejercer el oficio.
El 23 de noviembre se llevó a cabo en Santa Fe el Segundo Encuentro Provincial de Periodistas Feministas. Fue la continuidad del primero, realizado en Rosario en junio. Participaron periodistas de diversas localidades. Tras la actividad, tres periodistas de Pausa comparten su mirada sobre la necesidad de pensar el ejercicio periodístico en clave feminista.
El testimonio de la época
Por María Luisa Lelli.
Con el cuerpo y la palabra. En el encuentro y el reconocimiento. Haciendo del pensar una acción colectiva, con la misión de dignificar la profesión. Juntas, unidas y en marcha. De esa forma, las Periodistas Feministas de Santa Fe forjamos mayor dignidad para nuestra profesión, haciendo propios el malestar y la inquietud de las pares que desafían mandatos, líneas y machismos que, no pocas veces ni de manera aislada, llegan a traducirse en malos tratos y en malas prácticas profesionales. Porque la violencia de género también es laboral, salarial, jerárquica, simbólica y mediática.
A sabiendas de las trayectorias de colegas que continúan resistiendo y abriéndose paso en el campo de la comunicación y el periodismo con mirada de género y en el cruce con las nuevas generaciones, somos conscientes de la misión que nos cabe en el devenir histórico y al calor de la lucha feminista: narrar la realidad con las disidencias, desde la inclusión y la igualdad. El camino está lleno de obstáculos, pero somos capaces de desafiarlos y dejarlos a un lado. Si algo enseña el feminismo es que la lucha es colectiva y que ninguna mujer está sola. En las redacciones, en las producciones, detrás de cámara, delante del micrófono, frente al teclado, nos cobijamos en la sororidad y le hacemos frente a los micromachismos que son frecuentes, ya sea desde el comentario con pretensiones de chiste amistoso entre varones, desde el silencio ante la misoginia o desde la indiferencia cuando la hostilidad daña.
Hacemos falta. Hacemos falta como profesionales capaces de construir desde los lazos y la empatía, como mujeres capaces de interpelar el orden patriarcal (que siempre es autoritario), rector de la vida social, política, cultural y económica. En las calles y en las instituciones, en lo privado y en lo público, con la purpurina, las flores, la música, el canto y el pañuelo verde somos feministas. Y no nos incomoda decirlo. Bajo esa premisa y ese modo de ver el mundo, hacemos periodismo y bregamos por una comunicación plural y diversa, sin prescindir del rigor, los fundamentos y el sentido crítico. Somos también una voz poderosa que se potencia al momento de leer e interpretar el momento histórico del que somos parte. Con esa convicción, con esa misión, con ese compromiso y con esa responsabilidad política, el último sábado levantamos nuestros pañuelos porque sabemos que un nuevo horizonte se asoma. Por eso gritamos con alegría e ímpetu “¡Se va a caer!”. Paso a paso, batallamos para que las violencias no sean parte de las relaciones humanas, ni que la heteronorma les niegue entidad e identidad al sujeto político y ciudadano que supone el colectivo LGTBI, ni que los prejuicios de clase nos nublen la visión sobre las mujeres de los pueblos originarios y para que siempre tengamos derecho a decidir por nuestras vidas.
La cultura machista
Por Romina Brea
Coincidimos, todas coincidimos. Ley Micaela, acceso a la información pública, diversidad de fuentes, producir periodismo con perspectiva de género en condiciones de igualdad y libertad. Un periodismo que pueda dar a conocer la verdad sobre los datos más aberrantes, sobre aquellos datos que nos permiten visibilizar los asesinatos, maltratos y violaciones de mujeres casi diariamente. Sí, porque hay que nombrarlos. Nombrar los femicidios, los maltratos y las violaciones, una y otra vez, para que no existan nunca más. Y en el encuentro dialogamos también sobre el abuso infantil, las problemáticas de las disidencias, de las diversidades, del colectivo LGTBIQ. Porque el feminismo es igualdad y propone una sociedad libre de opresión y violencias para todes.
Pero cuando hablamos de nuestras realidades en los medios, nuestros lugares de trabajo, las violencias psicológicas son las que toman mayor relevancia a través de otras formas de maltrato como la desvalorización, la invisibilización y el “techo de cristal”. De esta forma, nos vamos corriendo de a poco para el terreno de lo simbólico y empiezan a aparecer las desigualdades silenciosas que muchas veces son más difíciles de detectar y se cuelan en aquellas noticias de espectáculos, en las deportivas, incluso en aquellas secciones dedicadas “a la mujer” reproduciendo estereotipos culturales. Son noticias aparentemente objetivas como la cobertura de una obra de teatro, de una banda de rock, una muestra de pinturas, la presentación de un libro o la cobertura de un partido de fútbol, pero donde subyace una lógica machista que sigue determinando contenidos, estructuras y modos de contar.
Aún hay un camino muy largo por recorrer, los colegas varones siguen superándonos en número en los periodismos especializados: política, deportes, policiales, cultura, entre otros. Y en el campo del arte, como tantos otros, los músicos, cantantes, autores, técnicos escénicos, directores, dramaturgos, cineastas, libreros, etc., en su mayoría siempre fueron varones. Lo que no quiere decir que no existan o hayan existido la misma cantidad de mujeres talentosas (a pesar de los dichos nefastos de cierto productor musical, José Palazzo, el año pasado), sino que se trata de siglos del monopolio de la palabra y la visibilización. En esta línea, periodistas dedicadas al periodismo deportivo presentes en el Encuentro han manifestado algo similar en su campo de trabajo, “en los grandes medios sobre todo, la paridad entre hombres y mujeres está muy lejos, en los paneles de los programas son todos varones para debatir ideas acerca de fútbol, ya que hay un estereotipo de que son ellos saben de fútbol y las mujeres no. Al parecer se toma a la mujer como un accesorio más que como una persona capaz de generar contenidos desde una perspectiva que los hombres no tienen”, fue lo manifestado por la colega Milagros Giménez Belotti. Y no se trata solo de una cuestión de paridad de periodistas, sino también, igualdad en la cobertura de eventos deportivos que tienen a las mujeres como protagonistas.
Surge la necesidad, entonces, de sentar las bases de un periodismo especializado con mirada de género, que tenga la doble tarea de poner en escena la problemática de las trabajadoras en las redacciones y detectar los micro y macro machismos en las producciones periodísticas, que desde tiempo inmemorial venían ganando con su fuerza bruta la pulseada por el sentido. Pero ya no estamos solas, como dice el tango “Ni Una Menos”, de China Cruel, “ahora estamos juntas, ninguna está sola, lastimando a una, nos herís a todas; porque ya no existen dolores ajenos hoy nos duele a todas, no habrá ni una menos. Gritaremos fuerte por las murieron, por las que callaron, las que no pudieron escapar a tiempo, juntar el valor, ver que es posible una vida mejor”.
Las palabras y el derecho a ser
Por Mariángeles Guerrero.
El periodismo con perspectiva de género implica desestructurar aquellos lugares del lenguaje sobre los que construimos nuestras relaciones, incluso el modo en que aprendimos a informarnos. Es volver visibles las ausencias, audibles los silencios: quiénes son nombrados, quiénes son dichas en qué espacios, quiénes debieron históricamente conformarse con apariciones esporádicas que hablaban más de fantasías ajenas que de existencias reales. Todo eso se vuelve insoportablemente tangible, y la disputa por el sentido comienza a ser la disputa por el derecho a ser.
Porque el lenguaje muestra y oculta, nuestro oficio se ejerce siempre al borde de la violencia simbólica. Reconocernos periodistas feministas es romper los moldes del mercado de las primicias. Es pensarnos compañeras más allá del medio donde reportemos y apelar a la potencia de estar juntas para desmenuzar ideas, desarticular etiquetas y escribir con las palabras mezquinadas. Es, también, aprender de une entrevistade a contar una historia con la tinta de la ética.
De todo eso se trató el encuentro. En uno de los talleres se habló de quienes se dicen provida y nos ubican en el lugar de la muerte. Estábamos felices de habernos encontrado, cada una con su pañuelo verde en la muñeca, y yo pensaba mientras escuchaba a mis compañeras: honrar el oficio desde lo ético. ¿Cuántos antiderechos se preguntarán por el impacto de su regurgitación verbal que atenta contra los derechos humanos? El derecho a la vida que defendemos está del lado de la escucha, y de la batalla contra los silencios impuestos. Está del lado de las palabras en favor del derecho a ser.