Por Guillermo Arch (*)
El inodoro parece ser el objeto más elevado del piso de la casa-madriguera de los Kim y el mismo artefacto es el objeto que se encuentra a la menor cota en el bunker de la mansión de los Park. Entre estas dos familias y entre estas dos casas se desarrolla la trama de Parasite la multipremiada última película del director surcoreano Bong Joon Ho que acaba de hacer historia al alzarse con el Oscar a la mejor película compitiendo –y ganando también– en la categoría de película internacional.
Es un hecho que este film se fue "haciendo" en el corazón del público y de la crítica hasta convertirse en un verdadero fenómeno que incluyó la Palma de Oro del festival de Cannes (primer galardón de este tipo para la filmografía surcoreana) y el Globo de Oro a la mejor película extranjera. Intentaré aportar algunos apuntes que expliquen a qué se debe semejante éxito.
Para seguir la analogía con la arquitectura –más que pertinente para este film– Parasite tiene una gran "toma de partido", es decir una idea fuerza rectora que se va articulando en toda la trama, desde la construcción de los personajes hasta la puesta en escena, desde la dialéctica de las situaciones hasta la disposición de los objetos…. y hasta los afiches publicitarios están orientados en este sentido: las dos familias y las dos casas –las actuaciones y la puesta en escena. No es lo simplemente especular de las dos familias con cuatro integrantes, como si es central la contraposición entre clases sociales que se juega a partir de las casas. Contraposición llevada a la ciudad, que no es la de la alta burguesía con el proletariado, si no la de la burguesía urbana con el lumpemproletariado, aquellos marginados laborales del sistema que viven en las ciudades.
El cine de Bong Joon Ho ya había explorado estos caminos, el de la familia pobre en The Host, y el de la diferencia entre ricos y pobres en Snowpiercer. Pero aquí la anécdota cobra una gran potencia formal y cinematográfica gracias a la maestría de su director para mixturar los grandes géneros del cine. Ese sincretismo que es una especialidad del cine oriental, tal vez por no contar con la mochila cultural de haber participado del nacimiento y estructuración de los mismos, y que le permitía a Wong Kar Wai usar el tema de Top Gun para musicalizar un apasionado beso sin que se le caigan las medias, llega aquí a ser manejado con absoluta maestría, ya que Bong Joon Ho pasa con un extraordinario timing del melodrama a la comedia, del policial al supense, del humor al gore. A ello le podemos sumar la elección de los detalles que acompañan la acción y que nos aportan toda una muy fina fenomenología de las clases sociales y del presente planetario: las dos más destacadas son las referencias a los olores y a las megalluvias a las que nos vamos acostumbrando a esta altura de la destrucción ambiental. Sin contar mucho de la anécdota de la película, creo que Parasite no cae en clisés o lugares comunes, como señalan sus pocos detractores, si no que los articula con maestría… al fin y al cabo la injusticia será siempre en algún punto la misma. Y eso mismo es lo que mueve a la pregunta que recorre toda la película: ¿Quiénes son los verdaderos parásitos?
Algunos contestarán unos, algunos contestaran otros, algunos los dos; ¿está más alto el inodoro de los Park o más bajo el de los Kim? El buen arte es que da que pensar decía Kant.
Así, se puede hacer toda una hermenéutica sobre estos inodoros, y es nuestra responsabilidad como espectadores, a la salida del cine tener una buena charla sobre Parasite, porque de lo que hay un general consenso es de que Bong Joon Ho supo dónde y cómo colocarlos.
(*) Presidente del Cine Club Santa Fe. Podés ver Parasite todos los días en el cine América. Aquí los horarios.