Por Ana Castro
No me resulta fácil hablar del pasado.
La dictadura te marca desde el origen, desde las raíces, desde las entrañas.
Te desarma para siempre.
No me resulta fácil hablar del pasado.
La dictadura diluye vínculos esenciales; aquellos; no existirán jamás.
Cada veinticuatro de marzo reinvento una lista interminable de cosas que nunca logro ordenar.
Año tras año, ellas se acumulan, se transforman en verdades que van buscando la luz desde el corazón mismo de la memoria.
Mi lista de tareas tiene atajos, abandonos y apuros; nunca deja de latir sobre la convicción más profunda de afirmarse en la historia y el corazón de los que lucharon.
Entre ellas intento:
Tejer el pasado con el presente.
Purificar la sangre de tanto silencio y odio.
Rearmar la familia.
Sobrevivir a los recuerdos (todo el tiempo).
Armarse, desarmarse y volver a armarse.
Inventarse canciones de cuna.
Tomar la mano de nuestras abuelas y nuestras madres.
Salir a luchar sin cansancio ante la injusticia.
Agrandar el corazón a pesar del dolor.
Atribuir la culpa a los culpables.
No permitir (aunque así haya sido) que el pasado destruya el futuro.
Vivir para enriquecer el presente.
Regar todos los días la semilla de la memoria.
Hablar de la historia pasada aunque duela.
Salvarse a través del amor.
Creer en que siempre hay maneras de salir de la oscuridad.
Escuchar lo que el corazón pide.
Caminar para sobrevivir.
Rezar con el credo de los humildes.
Sostener la esperanza con libertad política.
Contagiar a los hijos a soñar con fuerza.
Repetir nunca más hasta el infinito y más allá.
Esperar con justa calma el mañana y abrazarlo.
24 de Marzo de 2020
Ana Castro tiene 44 años y es docente. Nació en cautiverio el 3 de abril de 1975 en la cárcel de Villa Devoto en donde su madre se encontraba detenida por la dictadura.