Artistas y gestores de espacios culturales de la ciudad nos cuentan sus experiencias a la hora de enfrentarse a uno de los efectos colaterales del coronavirus: las butacas vacías.
Sin teatros, ni centros culturales, ni talleres y sí con elencos reprogramados, modificaciones de agenda y mucha incertidumbre, los gestores culturales, artistas y técnicos de todo el país se preguntan “hasta cuando”. Si bien cualquier espacio cultural vacío y sin programación es una de las paradojas más tristes de la sociedad, no se deben desatender las diferencias que existen entre aquellos espacios públicos, los privados y los privados independientes a la hora de enfrentar la cuarentena.
Pausa dialogó sobre esto con algunos referentes de espacios culturales de la ciudad, entre ellos, Walter Alemandi, al frente del Teatro de la Abadía, quien señaló que como primera medida tuvieron que suspender los talleres de adultos que ya estaban en funcionamiento. Además, en cuanto a la programación, indicó que “tuvimos que rever las funciones de abril, y de alguna manera poner en revisión toda la agenda del año, porque creo que va a durar más de una quincena”.
Con respecto a las pérdidas, Alemandi aclara que si bien hay incertidumbre de como podrán resolverlo, al no pagar alquiler, se alivianan mucho más las cargas de la sala. “Acá estamos poniéndole el pecho a las balas. Los independientes somos los que más sufrimos, nuestro único subsidio es el del INT y nuestro ingreso lo generamos nosotros a través de talleres y funciones”.
En el caso de La Treinta sesenta y ocho, se les sumará el alquiler además de todos los gastos fijos: “Es la primera vez que pasamos por una situación así, porque cuando fue lo de la gripe A no se dio de este modo. Nosotros como centro cultural independiente no contamos en este momento con subsidios, y obviamente atendiendo a los requerimientos de los gobiernos municipales, provinciales y nacionales suspendimos las actividades hasta el 31 de marzo, por una cuestión de responsabilidad social”, aclaró Sergio Abbate, a cargo de la gestión de sala. Recientemente habían estrenado allí “Bodas de Sangre”, de Edgardo Dib, que por esta situación quedó interrumpida.
Para elles, como para tantos otres, el único ingreso económico genuino es por la recaudación de funciones o talleres. “Nos vienen 30 mil pesos por bimestre de luz y tenemos que afrontar la carga del alquiler y seguro de sala. No obstante, estamos pergeñando alternativas: estos tiempos de crisis también habilitan a que se comiencen a pensar sobre estrategias posibles. Siempre viene bien a la hora de poder seguir trabajando y seguir adelante con nuestro centro cultural”, manifestó con optimismo Abbate.
LOA Espacio A.G.M. también acató las pautas que fijaron las autoridades nacionales y provinciales, de hecho ya el jueves pasado suspendió la agenda programada. Rosana Balbuena, jefa de prensa del espacio, resaltó la inmediata comunicación que tuvieron entre los gestores de otros espacios de la ciudad. “Lo bueno de toda esta situación fue la comunicación que hubo por estos días entre las distintas salas para ver qué hacíamos, cómo nos manejábamos. Nos dimos cuenta que estamos juntos y vinculados”. Por otro lado, si bien LOA no es un espacio independiente, la gestión de José María Gatto tiene a su cargo gastos de luz, limpieza, calefacción y honorarios de técnicos que debe solventar.
Para Rosana, luego de este cese de actividades, va a costar volver a la normalidad. “No sé cuanto tiempo durará esto, pero hasta que la gente vuelva a salir y se vuelvan a retomar las actividades, que se vuelva a comunicar, va a costar. Por ejemplo, la obra de Serralunga “La serpiente dorada” ofreció una sola función que le fue muy bien pero habría que volver a instalarla y hacer la difusión, nuevamente hacer todo el trabajo”.
En cuanto al ánimo de los actores, Balbuena indicó que “algunos están desanimados, otros están mas optimistas y le ponen onda; se sabe que el esfuerzo extra de cada uno para acomodarse a los ensayos, es un año de trabajo que en este mes se pierde y luego remontar una obra va a costar”.
El lunes finalmente cerraron los cines de forma masiva. El Cine América no recibe subsidios del Estado, solo algunas exenciones y se mantiene a través de la cuota de sus socios. Según nos cuenta Guillermo Arch, en una reunión de la Comisión Directiva a raíz de estos acontecimientos, se decidió abrir la “dvdteca” los jueves, viernes y sábado en el horario en el cual serían las funciones de Cine Club. Les socies podrán elegir los títulos de los catálogos que enviarán vía mail y también van a compartir sitios de Internet especializados para ver material cinematográfico de interés.
Para Arch, si el Cine Club se cierra, la sociedad pierde dos cosas fundamentales más allá de la posibilidad de divertimento y la ceremonia del encuentro: “Por un lado se pierde la posibilidad de un circuito que es de calidad, estamos hablando de estrenos que no pasan por el streaming y son de la producción importante de cine a nivel mundial, por ejemplo como en su momento pasó con “Parasite” o con la película que se estrenaba este jueves, “Retrato de una mujer en llamas” de Céline Sciamma, que produjo un revuelo en Francia y no se encuentra en los servicios de streming. Y por otro lado, lo que tienen los cine club son la posibilidad de establecer un criterio sobre la calidad estética, técnica, ética. También están los ciclos disciplinares, producto de la investigación y hay todo un criterio donde se debate luego de las funciones y que es la posibilidad de crecer como espectadores de cine colectivamente. Eso no se hace en casa frente a la tele mirando Netflix”.
¿Es posible pensar un espectáculo sin público? En el caso del teatro, ¿una suerte de función virtual que se adapte a estas épocas? Cuánto puede sobrevivir el teatro y sus artistas sin aplausos, sin la energía de esa mirada en convivio que destaca lo más valioso que tenemos: nuestra humanidad.