Me propuse arrancar este 2020 tranquilo. Sin levantar demasiado polvo ni encender la llama de la polémica desde el vamos. Por eso, en esta primera columna del año, quería contarles que estoy recontra mil podrido de la ponderación de lo berreta solo porque es popular y barato. Y ahora que tengo todo su odio, y que está pensando en que como ganó Alberto y a mí me gusta más estar en contra de todo que la menta granizada, me voy a oponer a lo Nac&Pop, paso a explicarme. No, les juro por Lorraine que no me agarró un ataque delcañista y me opongo porque sí. Tengo mis argumentos falaces como siempre.
Por momentos hasta me da vergüenza ajena ver por todos lados cómo muchos y muchas integrantes de la clase media alta y alta se jacta de consumir cada tanto los bienes (alimentarios, textiles y culturales) de consumo que habitualmente se les adjudica a los/as pobres. “Aguante Pablito Lescano” o “No hay nada mejor que un Tatín blanco” o “La milanga que hace la Carmelina no tiene nada que envidiarle a un lomo al champignón del restorán del Gato Dumas” o “¡Ma qué Europa! ¡A mí no me sacas de Capilla del Monte, culiao!”, etc. y más etc.
A ver, no nos muramos de literalidad. El problema no son los ejemplos. Tampoco lo popular. Mucho menos quiero decir que lo popular, por ser popular, sea berreta. No pienso que exista ni pretendo establecer esa correlatividad. Bienes de consumo berretas hay en todas las clases. Tan Biónica no me deja mentir. Tampoco el Danonino. Ni hablar de Clarín, ¿no?
La crítica no es al producto sino a la demagogia de la clase alta que se jacta de ser popular porque un año hizo la excepción de irse a Córdoba y subir al Uritorco en vez de irse a Punta del Este; o bailar cumbia villera en el casamiento que se hizo en los salones de Amarras, cuya tarjeta salió $5.000. La crítica apunta allí, a la hipocresía clasista. Y también, desde luego, a esa clase media que se cree que está más cerca de ser sojero que de ser pobre, aunque sea monotributista o sus ingresos le demuestren lo contrario.
¿Por qué demagogia e hipocresía? Porque muchos y muchas de los/as que ponderan al Gauymallén, ahora están indignados/as con la Tarjeta Alimentar. No pueden aguantar todo su odio de clase quejándose de que haya Coca Cola en los Precios Cuidados o que ahora los pobres compren productos de primera calidad en vez de arroz vencido. Les jode que puedan almorzar lo mismo que ellos/as. Les molesta que los/as pobres tengan facilitado, al menos por un rato, el acceso a los mismos consumos que ellos/as. Lo odian. Detestan que “el otro” también tenga derechos. Son cínicos/as, demagogos/as y les encanta publicar historias comiendo choripán pero son más gorilas que Eduardo Feinmann.
Y hablo de cinismo también porque se la pasan diciendo que “Los pobres con poco son felices, saben vivir así”. O que “tener mucho te trae problemas que los pobres no tienen”. “Con eso les alcanza.” Pero y entonces, ¿por qué no se hacen pobres y viven felices sin quejarse de que no les alcanza la plata o de que tienen un laburo de mierda? ¿Por qué no renuncian a lo heredado y viven con poco y tomando Uvita en tetra? Si es tan fácil ser pobre, ¿por qué no renuncian a la prepaga y se hacen atender en el Cullen? ¿Por qué les preocupa entonces quedarse sin laburo y vivir “del plan” si siendo pobre se vive bien y feliz? Son peor que el personaje de Brandoni en Esperando la carroza (película que seguro tienen en su top 3 de mejores películas). Unos miserables morales quejándose de la miseria material del otro.
¿Qué cumbia villera escucharon si se la pasan diciendo que hay que meter bala al pobre y que la solución es tirar una bomba al medio de la villa? ¿Qué es lo que habrán visto en “Okupas” que les gusta tanto si después desprecian las antenas de Direct TV en las casillas precarias de la periferia? Les jode compartir derechos porque se creen que son sus propietarios/as. ¿Con qué excusa se lo creen? “Yo me la gané laburando”, suelen decir. Pero para algunos/as conseguir trabajo es siempre mucho más fácil que para otros/as. La excusa es la meritocracia de una cuna privilegiada y acomodada.