Promesas cumplidas y por cumplir. Perseguir especuladores financieros y comerciales. La industria, eje de la economía, y la soja. Una bomba sobre la casta judicial. Rosario y el narcotráfico. Mucho más que el aborto.
Pasaron apenas 81 días, repitió varias veces el presidente Alberto Fernández en una nueva apertura de las sesiones legislativas. Y pese al breve lapso transcurrido, no dejó de puntualizar en el cumplimiento de las promesas hechas el 10 de diciembre en su discurso de asunción. En los términos expresados en ese entonces, la puesta en marcha del Plan Integral Argentina Contra el Hambre, un “sistema masivo de créditos no bancarios que dé créditos a tasas bajas”, medidas de apoyo fiscales y crediticias para cooperativas y pymes, la entrega de medicamentos a los jubilados, la emergencia sanitaria.
No fueron esos los ejes centrales del discurso de este 1° de marzo, en el que tampoco hubo demasiada mención a promesas pendientes (como un plan de reactivación de obras públicas menores, o el plan de regulación de hábitat y construcción de viviendas, mencionados hace 81 días).
Si hubo un hilo conductor fue el del retorno del Estado. Regulaciones, incentivos, controles, medidas, transformaciones. Nuevas leyes, nuevos acuerdos. Abrir debates, pero tomando posición. La acción pública en cada una de las áreas que el gobierno reconoce como sensibles. Un Estado interventor, un Estado que se plantea como gobernador de la economía y no como mero marco legal de la fuerza arrasadora de quienes dominan el mercado.
Más que la pesada herencia
Desde este enfoque se comprende que el repaso por la devastación que dejó el gobierno de Cambiemos haya carecido de extensión y, acaso, énfasis. La enumeración fue breve, sobre las cuestiones clave. Se sumaron en el resto de la jornada otros dardos más precisos: cobró Patricia Bullrich por sus inútiles shows antinarco, se recordó cómo la gestión macrista sí manoteó la caja de los jubilados, fumándosela casi toda, se enumeraron las vergüenzas y retrocesos en las políticas de memoria, verdad y justicia. Hubo chicanas sobre los CEO y los científicos, hubo hallazgos tenebrosos, como el dato del incremento del 71% de la inseguridad alimentaria entre 2015 y 2018, según la FAO.
Pero ahora, que volvió el Estado, el repaso por lo que Clarín tituló y Macri repitió como “pesada herencia” no tiene como motivo la justificación o el marketing electoral. En lugar de la queja y la negación de responsabilidades, emergen dos de los puntos más picantes de lo dicho hoy, habrá que ver si se cumplen:
• “El Banco Central de la República Argentina se encuentra analizando de modo pormenorizado la manera en que nuestro país recibió divisas en concepto de préstamos y el destino que los mismos merecieron. Todos hemos visto impávidos cómo los dólares que deberían haber financiado el desarrollo productivo, acabaron fugándose del sistema financiero, llevándose los recursos y dejándonos la carga de la deuda”.
• “Que los precios dejen de crecer en Argentina es una responsabilidad de todos. El Estado, este Gobierno Nacional, se va a poner al frente de la batalla contra la inflación usando todas las herramientas legales con las que cuenta. No es posible que con la moneda estabilizada y las tarifas congeladas al igual que los combustibles, el precio de los alimentos siga creciendo”.
El primer punto es, sencillamente, revisar cómo se conformó y quiénes son los responsables de la expoliación del país. Queremos nombres. El segundo punto pone la mira en fuerzas muy fáciles de identificar: apenas ocho firmas representan aproximadamente el 80% de las ventas de supermercados, según marca el Indec. Acá los nombres están. Queremos las medidas legales en acción. Queremos más Moreno.
La Tarjeta Alimentar es la principal medida de gobierno de estos 81 días, así lo reflejó el discurso y así es. Casi un millón de familias comen más, 70 mil millones de pesos son volcados directamente al mercado interno. Es un fomento a la economía social y solidaria, que se liga directamente con la agroecología (un término que por primera vez llega a esta instancia institucional) Pero si la lucha contra el hambre es el principal objetivo –cinco veces se usó esa palabra–, hay que ir de una vez a por el cuello de los hambreadores. Que allí también vuelva el Estado.
El proyecto
El litio no importa porque sea lo que nos pide el mundo. Importa porque sirve para hacer baterías acá. Ese es el principal contraste en la perspectiva exportadora que planteaba Macri y la que plantea Fernández. Antes el mundo esperaba el mineral bruto. Ahora, Fernández plantea políticas públicas y leyes para que la minería y los hidrocarburos se procesen en el país. Esa diferencia resume todo el largo tramo que Fernández le dedicó a la industria, la ciencia y el valor agregado. Acá también volverá el Estado.
Todo el siglo XX de nuestro país puede narrarse a través de los sucesivos fracasos en los proyectos de industrialización. Ojo: tan mal no nos fue. Los países industrializados, en el mundo, no llegan a ser 40. Sin embargo, la sucesión de modelos de pura renta –financiera, de servicios, de la tierra–, desde la dictadura al macrismo, pasando por el menemismo, nos dejaron un presente lleno de huecos, ruinas y frustraciones en el entramado productivo.
Sólo por esa razón histórica y concreta se fue en puntas de pie contra el sector más tosco de la economía. Basta de hablar de la innovación emprendedora del campo: sobre lo que la naturaleza regala, apenas aplican una serie de paquetes de semillas y venenos armados por transnacionales, contaminando el suelo y las poblaciones. Y hablamos de los que trabajan la tierra, no de sus dueños que solo saben utilizar la guita para comprar camionetas y departamentos.
El campo es uno de los actores económicos y políticos más poderoso del país. Es el corazón del voto de Cambiemos. Fernández avanza de a poco, por primera vez con inteligencia quirúrgica: subir las retenciones sólo a la soja, y segmentando por tamaño de productor. Un estiletazo superior estuvo en marcar que el poroto es apenas uno de los 25 cultivos que pagan retenciones.
Las cloacas
Los dos temas fueron pegados: espías y jueces. El discurso del 10 de diciembre ubicó la crisis en la Justicia y las instituciones de la república a partir de una consigna fundadora de nuestra democracia: Nunca más. Pasaron 81 días y ese llamado se traduce en tres medidas que son una verdadera bomba sobre el poder más concentrado y rancio del Estado.
• “Dictaré un Decreto de Necesidad y Urgencia que modifique la Ley de Inteligencia impidiendo a los organismos de inteligencia realizar tareas represivas, poseer facultades compulsivas, cumplir funciones policiales o desarrollar tareas de investigación criminal como auxiliares de la Justicia”.
• “A 26 años del atentado a la AMIA, ordenaré a la Agencia Federal de Investigaciones desclasificar los testimonios secretos brindados por agentes de inteligencia en los juicios en los que fuera investigado el hecho y la responsabilidad de funcionarios del Estado en el encubrimiento del mismo”
• “Propiciamos la creación de un nuevo Fuero Federal Penal, que unificará a fueros penales que hoy tienen jurisdicción en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
De ese modo, los delitos contra la administración pública en los que incurran funcionarios del Estado Nacional, dejarán de estar en manos de unos pocos jueces, para pasar a ser juzgados por más de medio centenar de magistrados”.
Comodoro Py recibió un torpedo en sus bases fundantes. Le quitarán su poder de acción y sus herramientas principales para acogotar a la política. Y la corrupción será investigada y juzgada, por fin, por un fuero propio. Que los porteños y su Justicia se aboquen sólo a lo que sucede en su ciudad.
¿Alcanzará? Quien firma opina que nunca la Justicia será democrática mientras sus funcionarios sigan siendo nombrados de forma indirecta: responderán siempre a otros poderes distintos del que emana del electorado, la forma ciudadana superior de existencia del pueblo. Sin embargo, estas modificaciones son un baldazo de desinfectante, una patada al hormiguero. Más bien, una fumigación a esa madriguera que es la Justicia, formada por inmundos ratones millonarios sin honra, que sin empacho exhiben su avaricia en el actual debate por sus jubilaciones.
Será la Justicia entonces, junto a los sojeros, quienes más resistencia opongan al gobierno. Defenderán sus privilegios sin mirar hacia abajo y sin reparar en modos e instituciones: siempre obraron así. En esta ocasión, en esta vuelta del Estado, parece que la acción pública muestra un poco más de destreza, de precisión. Pero todavía es muy temprano para saber qué resultará de este lance.
Rosario, tema nacional
Más relevante que encarcelar perejiles con disfraz de agente de la DEA, la apertura de nuevas instituciones judiciales federales en la provincia de Santa Fe es un pedido de larguísima data y de todo el arco político provincial, por fin atendido por el poder nacional. Se prometió fortalecer a través de fiscalías la acción contra las redes narco en Rosario y Santa Fe. Puntualmente, se creará una nueva sala y una Secretaría de Narcotráfico en la Cámara Federal de Apelaciones de Rosario, la creación de nuevos cargos auxiliares fiscales y asistentes fiscales bajo la órbita de un fiscal coordinador de distrito y la creación de un juzgado federal, una fiscalía y una defensoría federal en la ciudad de San Lorenzo, que también va a estar orientada a la investigación de la trata de personas, el lavado de dinero y el narcotráfico.
Por un lado, lo dicho por Fernández es un reconocimiento de la crisis de seguridad en la provincia. Por el otro, se asume que la responsabilidad sobre los delitos siempre fue federal y se asume que la provincia fue abandonada en este sentido. Pero, sobre todo, se pone la atención en una zona sobre la que siempre se miró al costado: para comprender las balas que llueven en Rosario no hay que ir a reventar los bunkers de sus villas, hay que ir a reventar los containers del principal puerto cerealero de Sudamérica. No hay sangre en Rosario sin barcos zarpando desde San Lorenzo.
Mucho más que el aborto
Como dice Mariángeles Guerrero, “Fernández habló en gran medida en los términos que viene impulsando desde hace tiempo la lucha feminista: es necesario el aborto legal, pero también el cumplimiento efectivo de la educación sexual integral, la prevención de embarazos no deseados, y sobre todo un sistema de salud que, comprendiendo la diversidad, garantice los derechos sexuales y reproductivos”.
El ardid propagandístico de Macri en 2018 hoy se convirtió en un gobierno que apoyará y sustentará su iniciativa, retomando los vocablos de una ley que ya existe en las calles. “Hipocresía” fue el término usado para pintar a una parte de la sociedad que niega lo evidente. “La existencia de la amenaza penal no solo ha sido ineficiente demostrando que el devenir social transcurre más allá de la misma norma. También ha condenado a muchas mujeres, generalmente de escasos recursos, a recurrir a prácticas abortivas en la más absoluta clandestinidad, poniendo en riesgo su salud y a veces su vida misma”.
Pero además del aborto, Fernández puso sobre la mesa su aval a la Educación Sexual Integral, el escalón siguiente en el ataque celeste a los derechos. Y también anunció el “Plan de los 1000 días, para garantizar la atención y el cuidado integral de la vida y de la salud de la mujer embarazada y de sus hijos o hijas en los primeros años de vida”.
El debate se corrió a lo sanitario. El gobierno así lo dispuso. No se trata de “plantear” el debate, de abrir una jugarreta de falso barniz democrático y republicano. Se trata de derechos vitales para las mujeres en particular y para la sociedad en general.
La estatura del dirigente
Belgrano, Perón, Alfonsín y Néstor Kirchner. Unidad nacional, ética para los acuerdos y el funcionamiento del Estado, ubicación histórica para afrontar una crisis. Vuelve el último gran líder radical a protagonizar el discurso de Fernández, parece que la referencia es algo más que un mero guiño a una franja electoral.
Pero más allá de esas figuras de nuestra historia, y de una enunciación que hoy estuvo llena de furcios, balbuceos y torpeza, Fernández pudo presentar su estatura como estadista. Y lo hizo donde más le duele al país.
Nada de que “el mundo espera de los argentinos”, “enamorados de Christine”, imitaciones del francés y del italiano y brutales chistes de fútbol. No más tilinguerías en el Teatro Colón para líderes de las cunas de la cultura Occidental. Eriza la piel imaginar el pavor de Angela Merkel o Vladimir Putin ante esa berretada llamada Argentum, durante el G20. Nada de exhibir lo grasa de nuestra inculta nueva clase rica.
Alberto Fernández apenas reportó, con muchos menos calificativos que los que arruinan esta nota, cómo viajó por el mundo, se entrevistó con los principales dirigentes de varias potencias, se reunió con el alto mando del FMI y logró que el organismo haga lo que, prácticamente, nunca hizo.
• “El propio Fondo Monetario Internacional ha señalado que la deuda argentina no es sostenible. De ese modo, nos ha dado la razón en lo que hemos venido planteando con persistencia durante todo este tiempo”.
Esto, y todo lo que implica, fue el principal logro de estos 81 días, de esta vuelta del Estado. Desde ahí y desde el nuevo Nunca más al ruinoso endeudamiento, se abre un punto de partida. No es para nada menor en un país que, otra vez, quiere dejar de ser una colonia.