1. No salga sin su bolsa, sin duda fue un buen eslogan que hoy bien podría atribuirse a Nostradamus o al vidente Pulido. El nuevo contexto renueva el sentido en general y de muchas frases en particular, por ejemplo, del trabajo a la casa y de la casa al trabajo, ya no suena tan opresiva, peor es casarse debe tener más vigencia que nunca –sin hablar de las víctimas de violencia y femicidio de cada día– por el contrario, el buey solo bien se lame, debe haber subido la vara demasiado alto. No por mucho madrugar, amanece que no es poco, no dejes para mañana y así, un mundo en el que da felicidad hacer cola, es del todo incomprensible. El que ríe último ríe mejor, estará pensando el bicho.
2. Me pregunto cuántas veces más puedo escuchar o leer “quédate en tu casa” sin enloquecer del todo, me pregunto también si eso no sucedió ya. Voy una vez por día a comprar cigarrillos y al súper, dos cuadras en total, perdí la cuenta de las veces que vi la misma moneda tirada en la misma vereda, parece una alegoría.
3. Al principio no quería escribir sobre esto, cualquier cosa me resulta redundante, pero a cada frase cualquiera que intentaba escribir la escuchaba impregnada del temita y era mucho más arduo que lo habitual (voluntad nunca sobró). El ruiseñor es menos un pájaro de la realidad que de la literatura, escribió Borges. El apocalipsis y las catástrofes mundiales eran más de la literatura, Netflix y Luis Mino que de la realidad.
4. No aguanto más.
5. Los primeros días notaba las miradas más cariñosas o cómplices, cierto entusiasmo incluso, ahora siento que prevalece la desconfianza. Salgo a fumar a la vereda. Ayer a la siesta una mujer paró su moto y me dijo a los gritos que entrara o que me iba a denunciar, que ella tenía que arriesgarse para trabajar y yo estaba ahí afuera, etc. Mientras gritaba pensé que hasta los presos salen un ratito al sol y que nunca había tenido tantas ganas de ir a trabajar en mi vida. “Te cambio, amiga” le tiré, remarcando el tono amistoso. Gracia no le causó, pero al menos se fue.
6. Hoy es un día especial, voy hasta el cajero con mi perra, tomo el camino largo, más de seis cuadras a ritmo jubilado, no recuerdo cuándo fue la última vez que pisé tierra y pasto. Para sumar extrañamiento extremo, en el bolichito del Parque del Sur suena Serrat al palo, debe ser el fin nomás. Recuerdo que en el verano del 96 tuve mi primer trabajo en la cantina de la pileta de Colón. Una vez que no estaba mi jefe y harto de escuchar mierdas que por suerte no recuerdo, puse un disco de Charly García y hubo quejas. En consecuencia, fiel a mi espíritu estalinista de ese entonces, decidí poner el primer disco de Sabina entero. Me quisieron linchar. Tenían razón.
7. La tentación de escribir el libro de Jack Nicholson perdió todo sentido figurado.
8. Vuelvo del cajero y Serrat sigue que te sigue, decido sentarme a fumar un pucho en un banco, pensando que no es el peor día para ir preso. El Parque del Sur totalmente desierto, la voz de Serrat temblando en el aire y la siesta que se nubla, pasa una Fort eterna y yo me siento en una foto en blanco y negro de 1970, la gringa llorisquea, me asusto un poco y arranco.
9. Leí bastante y vi Netflix pero todavía no me atreví a escuchar a Luis. Lo cierto es que después de tantos años de ficción y catarsis, de imaginarme cómo sería, compruebo sin mayor sorpresa que mi aptitud humana, mi entereza y comportamiento en general han dejado bastante que desear. Me consuela pensar que a pesar de que las pandemias no siempre dan revancha, me voy a preparar mejor para la próxima.