El santafesino que llegó a lo más alto del pádel en España y en Italia repasa su carrera.
Marcelo Capitani es el único jugador de pádel de la ciudad de Santa Fe que llegó a lo más alto en ese deporte. Jugó entre los mejores del mundo de manera profesional, ganó algunos partidos épicos y hasta pudo lograr en plena madurez de su carrera un título europeo con la selección de Italia. Nació y se crió en el barrio de Guadalupe, a muy pocos metros del Club Teléfonos, el club en el que se crió jugando al tenis criollo. “Mis padres me llevaban desde muy chico, a los cuatro años ya iba arrastrando la paleta”, cuenta Marcelo desde Roma. Pero también recuerda que en esa infancia el padre lo llevaba a jugar al fútbol en Sportivo Guadalupe y luego a Colón.
Los caminos de “Mayo” (como le dicen desde chico, “Mayonesa”, por su color de pelo) iban por la paleta de madera y por la número cinco de cuero. “A los 9 y 11 años fui campeón argentino de tenis criollo”, dice con orgullo, y también recuerda que su papá (Jorge) a los 12 le preguntó: “¿Marce qué querés hacer, fútbol o tenis?”. Como Colón le quedaba muy lejos y Teléfonos prácticamente era su casa, la decisión estaba cantada. “Desde los 12 a los 15 años sólo jugué al tenis criollo, hasta que aparece el padel”.
Cuenta que se “enamoró del pádel”, y recuerda un poco más: “unos amigos me llevaron a la primera cancha que conocí, a Las Tejas (a escasos metros de la famosa Rotonda de Guadalupe). Tengo el recuerdo cuando iba con la Línea 8, cuando pasaba por la esquina de San Gerónimo y Catamarca veía desde el colectivo una cancha de pádel, que en ese momento no sabía lo que era, sólo alcanzaba a ver unas paredes y una red”.
Amor a primera vista, así fue el comienzo de la relación. “Me tiraron la pelotita, rebotó en la pared y le pegué, lo recuerdo como si fuera hoy. No sabía cómo se jugaba, ni una regla, ni nada. Me eclipsó tanto el deporte que a los 17 años ya estaba becado en el CENARD (Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo) y tenía como profesores a dos reconocidos a nivel mundial, Jorge Nicolini y Álvarez Clementi”. En Buenos Aires, a tan corta edad, ya se codeaba con los mejores, como lo fueron Gattiker, Lasaigues y Auguste.
Del parate a España
Una vez finalizada la beca regresó a Santa Fe, terminó los estudios secundarios, se recibió de Maestro Mayor de Obras, trabajó seis años, se casó y llegó la primera hija. En el 2000 regresó a las canchas en Santa Fe, volvió a ganar todo junto a Adrián Politi.
En el 2002 aparece la oportunidad de irse a jugar a España, y no lo dudó. Al principio estuvo solo, “fueron los tres primeros meses, donde jugué en San Sebastián y comencé a dar clases, luego me vine con toda la familia”. San Sebastián, Santander, Bilbao y Pamplona, así se repartieron sus 16 años de jugador y profesor en España.
“Mis mejores momentos como profesional del padel fueron en España, donde llegué a jugar con los mejores en el World Padel Tour (el circuito más importante del mundo)”. El privilegio de estar entre los mejores no significaba que iba a ganar siempre, es más, se encargó de decirle a Pausa que fueron más derrotas que victorias, pero hay algunas alegrías que valen la pena recordarlas, como cuando le ganó en dos oportunidades a los campeones Sanyo Gutiérrez-Maximiliano Sánchez.
—¿Por qué España es la capital mundial del pádel?
—Hay dos motivos, en el momento de la primera gran crisis del pádel argentino hay muchos jugadores de Argentina que llegaron a España. Rápidamente se da un movimiento enorme y la gente se volcó a jugarlo. Había una buena estructura de organización y buenos clubes que apoyaban el desarrollo del deporte. Y otro motivo por el cual prendió tanto fue por el ex presidente Aznar, ya que jugaba al pádel y esa imagen salía en todos los medios de comunicación. Toda la estructura de circuitos y escuelas anduvieron muy bien. En la famosa “burbuja inmobiliaria” que sufrió España cientos de naves industriales quedaron vacías y fue ahí donde mucha gente invirtió en canchas de pádel.
—¿Por qué los argentinos son buenos jugadores?
—Entendimos este deporte como una oportunidad laboral y lo dejamos todo a la hora de practicarlo. No entendíamos el pádel sin dedicarse por completo. En cambio en España tenían como prioridad el estudio. En líneas generales el argentino que se mete en la cancha deja la vida ahí para buscar una vida.
—¿Por qué muchos creen que es un deporte elitista?
—Para nada. Jugar al pádel no es tan costoso, lo puede jugar desde un multimillonario a un obrero común y corriente. En Italia alquilar una cancha sale 10 euros y en España 3 o 4. Una paleta usada sale entre 30 y 50 euros y una de alta gama sale 100. Y además es un deporte muy divertido.
A la bota de Europa
El pádel tenía guardado un nuevo destino para Marcelo Capitani: Italia. Desde hace tres años está radicado en un país que hoy sufre, como pocos, el coronavirus.
—¿Cómo llegaste a Roma?
—Me hicieron una muy buena propuesta laboral en un club muy importante de Roma, además me ofrecieron comandar la selección italiana de menores y jugar para la selección de Italia. Y obviamente que la cuestión económica también fue importante. En el 2016, cuando estaba terminando mi participación en el World Padel Tour, veía que en Italia el pádel iba a crecer y el tiempo me dio la razón.
La estadía en Italia le dio la posibilidad de jugar dos mundiales y además ganar un título europeo con la selección italiana (2019). Más allá de haber renunciado al gran circuito de pádel (WPT), Capitani sigue jugando y ganando en los mejores torneos italianos.
Hoy Italia está en el ojo de la tormenta del coronavirus y el santafesino, desde su casa en Roma, así lo vive: “la situación es dramática, es difícil, hace unas semanas atrás no sabíamos bien de qué se trataba, qué había que hacer, cómo se contagiaba el virus, estábamos muy perdidos, qué normativas había que acatar, el gobierno llegó tarde, a destiempo. Nos hemos dado cuenta que estamos “en el primer mundo” (destaca mucho las comillas) y no estamos preparados para una pandemia, como tampoco EEUU o China. El gran problema en Italia es el sistema de salud que está colapsado, no hay suficiente cantidad de camas para tantas personas que ingresaron en un tiempo muy corto. Los médicos se ven obligados a elegir entre los pacientes que entran, tienen que optar entre darle el respirador que tienen a una chica de 15 años o a una señora de 80. Lamentablemente conviven en esa horrible situación y además exponen su vida a diario, tal es así que no pueden regresar a sus casas para no arriesgar la salud de sus familiares. Desgraciadamente ya murieron 69. Se calcula que más de medio millón de la población está infectada, ya que no a todos se les puede hacer la prueba (tampón se le llama acá) y lo más peligroso son la cantidad de caos asintomáticos que hay”.
Marcelo pasa sus días de cuarentena junto a su mujer y su hija, su otro hijo quedó en España. “Alex (también juega al pádel) justó fue a entrenar y a dar clases a España y lo agarró la pandemia, no se puede venir porque están todos los vuelos parados y las fronteras cerradas”.
Los días de familia pasan con “más diálogos, más cocina, más películas, nos unió mucho más, por suerte estamos bien, más allá del dolor que provoca el sufrimiento de toda la gente”.
A nivel laboral Capitani se mueve por las redes sociales, tres días a la semana da clases durante una hora, “eso te mantiene activo y además activás a la gente”.
Sus mejores recuerdos
Antes de finalizar la nota, Marcelo no quería dejar pasar la oportunidad para recordar un pasaje emotivo y muy feliz de su vida vinculado a Santa Fe. “Uno de mis mejores momentos como jugador profesional fueron los años 2013, 2014 y 2015, cuando pude viajar dos veranos seguidos a la Argentina y hacer numerosas exhibiciones con un grupo de amigos de Santa Fe. Me dieron la oportunidad de conocer más mi ciudad a través de muchas notas periodísticas, me hicieron jugar ante mi gente con jugadores profesionales, me emocionaron con la presencia de la cantante Itatí Barrionuevo, si tengo que elegir un momento en mi carrera elijo esa vuelta a Santa Fe”.