Las aulas se vaciaron y los espacios virtuales quedaron muy lejos para les pibes de los barrios vulnerados.
El lunes 16 de marzo se suspendieron las clases en todos los niveles educativos del país. Fue una de las primeras medidas que el gobierno nacional tomó para empezar a controlar la transmisión del coronavirus.
Desde ese momento comenzó una vertiginosa puesta en marcha de aulas virtuales, materiales pedagógicos para enviar vía mail y plataformas de videoconferencia para hacer encuentros con alumnos. Pero a mitad de camino, entre el aula material y la virtual, quedaron miles de estudiantes sin computadora, sin teléfono, sin conexión a internet y, por lo tanto, sin la posibilidad de continuar el vínculo con su escuela, con su docente, con su educación.
“Esto nos puso en una situación donde vemos reproducirse la inequidad en el acceso a la tecnología, a una tecnología que nuestros barrios no tienen”, señala Vanesa Escobar, docente de la Escuela Nº 265 "Yapeyú", en el noroeste de la ciudad. Esta escuela tiene más de 800 estudiantes y unos 100 docentes. Según comenta Escobar, cuando se suspendieron las clases intentaron comenzar un acompañamiento desde un grupo cerrado de Facebook, la herramienta que tenían más al alcance. Pero las y los alumnos, muchos de ellos sin computadoras y con celulares en mal estado, no pueden ni descargar archivos en word o pdf.
En momentos como este es que se pone de manifiesto la importancia clave de programas como el Conectar Igualdad que, aun con todos los problemas y limitaciones que tuvo, fue la política de inclusión digital más importante que tuvo nuestro país: desde 2010 y hasta 2015 se entregaron 5 millones de netbooks en todas las escuelas públicas del país. Pero pasó el macrismo y, ya desde su primeros meses de gestión, se encargó de vaciar los equipos de trabajo que sostenían el programa. “¿De qué servía repartir computadoras si las escuelas no tenían conectividad a Internet? Es como repartir asado y no tener parrilla, no tener para prender el fuego”, dijo el entonces presidente Mauricio Macri ya en campaña para su fallida reelección.
Sin herramientas no hay pedagogía que sirva
“Algunos tutores crearon grupos de WhatsApp de cada curso para pasarles los trabajos que subimos los profes a Facebook", comenta Escobar, dando cuenta de la compleja ingeniería -y los precarios recursos- que les docentes deben armar para que a sus estudiantes, al menos, les llegue la información. "Pero aún después de tres semanas de la suspensión de clases, hay estudiantes que nos dicen que no han recibido nada o que ni se enteraron de esas vías de contacto, entonces estamos haciendo una búsqueda, un seguimiento de cada uno para ver que si recibieron los materiales o no. Pero los docentes también nos vemos imposibilitados, no todos tienen una computadora o un celular en buen estado para trabajar”.
-¿Cuál es la recepción de les alumnes y de sus familias a estas nuevas propuestas y formas?
-Las familias están muy perdidas, las mamás piden todo el tiempo ayuda, no entienden qué tienen que hacer. Nosotras explicamos, acompañamos, pero ahí nos encontramos con estos problemas de que no tienen wifi, no tienen teléfono, las herramientas básicas. Y no sabemos qué respuestas darles ante eso. Tampoco podemos sacarles fotocopias a 800 pibes porque eso siempre lo cubre la cooperadora pero hoy la cooperadora está abocada a otra cosa. No damos abasto.
-Como docente ¿qué desafíos te plantea esta forma de contacto con tus estudiantes?
-Todos. En cuanto a la virtualidad, la mayoría de los docentes de nuestra escuela hacemos agua por todos lados, no estamos acostumbrados y cuesta un montón. Y hasta flexibilizando esto de que los chicos tengan nuestro WhatsApp y comunicamos por ahi, esto de no verles la cara, desvincularnos, que no haya una relación cara a cara genera un distanciamiento que a los chicos los desmotiva un montón; no es lo mismo explicar por WhatsApp que en un aula, se desvirtúa. Y además sabemos que en el territorio las relaciones entre docente y alumno están basadas en el cariño, la entrega y el compromiso, eso no se reemplaza con una computadora.
-¿Qué acompañamiento están teniendo desde el Ministerio de Educación de la provincia?
-Ninguno. Cuando llega algo del Ministerio nosotros sabemos que son órdenes, nunca hay un llamado hacia nosotras que conocemos el territorio, que venimos trabajando, no se nos pregunta cuáles son las características del territorio y esa es una forma de seguir violentando, imponer este único modo de ver es violento para nuestros territorios. Escuchamos a la ministra hablar del acceso igualitario, pensando que con la plataforma de Google se resuelve algo, cuando nuestros chicos no tienen ni siquiera una computadora. Pero además de eso tenemos que pensar en las condiciones estructurales en que viven las y los alumnos. Hay todavía una creencia muy errónea y paternalista de que no hay mejor lugar que la casa, y eso para muchos no es así, los chicos están pasando situaciones muy tremendas, en su casa están conviviendo con su violador, con su golpeador o golpeadora, hacinados, conviviendo con otras dos familias. En ese contexto es muy complicado que ese niñe se siente en algún lugar tranquilo y pueda prestar atención para resolver en tiempo y forma una consigna. No se puede. Esta parte del contexto de los territorios, cuando se planifica a nivel ministerial, no se tiene en cuenta, se desconoce muchísimo, y se vuelven a generar inequidades entre las escuelas privadas o del centro que pueden hacer esto exitosamente, y las escuelas del barrio que no podemos, por mas que hagamos todo el esfuerzo, la realidad nos muestra que es imposible trabajar de ese modo.
En la escuela Yapeyú lo que sigue funcionando es el comedor, donde los pibes y pibas van cada día por su plato caliente de comida. “El comedor es una parte importantísima, es el corazón de la escuela. Y quedó un poco desvirtuado todo: por un lado el comedor y por otro nosotras acá, encerradas, intentando dictar algunos contenidos. Lo virtual genera como una desconexión del territorio, no hay un día a día, por ahí mandamos una tarea, pensamos que eso llegó, pero no sabemos qué pasa del otro lado. Es muy complicado”, finaliza Escobar.
El Bachi espera
Este año el Bachillerato Popular “La Vuelta del Paraguayo” iba a estrenar su primer año como escuela oficial, luego de haber obtenido ese reconocimiento por parte del Ministerio de Educación de la provincia en octubre de 2019. Pero los 28 estudiantes inscriptos para hacer el ingreso y los 44 que conforman el total de la matrícula del Bachi se quedaron en las puertas del arranque de su año lectivo. “Pudimos arrancar las clases si lo pensamos en términos de asistencia, pero si profundizamos un poco en qué significa empezar o arrancar entendemos que no sucedieron la cantidad de encuentros necesarios para afianzar el lazo entre la escuela y los educandos”, señala Florencia Lema, una de las educadoras del Bachi.
-¿Qué posibilidades materiales y pedagógicas tienen de virtualizar la cursada?
-Muy pocas, casi nulas. En términos materiales la gran limitación es el acceso a Internet como primer condicionante, ninguno de los y las educandos tiene WiFi ni computadora por lo que dependen de sus datos de celular y las herramientas del mismo. Ahí entra en juego la realidad socio-económica de los sectores populares en relación a la conectividad, siendo algo mucho más intermitente e inconstante. En términos pedagógicos también es complejo porque virtualizar la cursada rompe estructuralmente con nuestra idea de educación que se vale principalmente del encuentro cara a cara. En este contexto de aislamiento se hace casi imposible replicar dinámicas grupales de reflexión y construcción de saberes por medio de la única aplicación a la cual tenemos acceso todes que es WhatsApp.
Respecto del acompañamiento y las líneas de trabajo que llegan desde el Ministerio de Educación, Lema señala: “El acompañamiento gira en torno a esta propuesta de cursado virtual o al relevamientos de la situación de les educandos y su accesibilidad a estas herramientas. Digamos que el foco está puesto en el sostenimiento del cursado de manera aislada, en el interrogante ¿cómo avanzamos?” y no en una reflexión más integral del estado de situación que pondría en jaque las políticas públicas de acceso a la educación para los sectores populares. Entendemos que es algo sin precedentes y que se está construyendo, pero la realidad hoy es esta”.