La pandemia resalta los límites de las políticas que priorizan el mercado sobre la vida humana. En la nación de Donald Trump, la muerte avanza y la respuesta del Estado es errática.
Por Nicolás Pastore, desde Filadelfia, Estados Unidos
Ayer estuve pensando en el día en que Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, país en el cual vivo, se refirió a los inmigrantes como gente que venía de “países de mierda”. Acá se armó todo un escándalo por el comentario racista, por un día, hasta que Trump dijo alguna otra barrabasada y todos se olvidaron. No sé si fue noticia en Argentina. Lo que dijo Trump fue una bestialidad, pero también representaba una idea muy popular en este país: la noción de que los Estados Unidos es un país excepcional, único.
Me resulta extraño hablar con mi familia en Argentina últimamente. Están todos, todo el mundo, hablando del coronavirus. La semana pasada llamé a mis primas, que viven en Buenos Aires. Jugamos a las cartas y charlamos, nos quejamos de estar en cuarentena y en un momento ellas me preguntaron cómo andaba todo por aquí. Creo que les resulta difícil creerme. La verdad es que la escala de la crisis en este país es inimaginable. Además de una crisis sanitaria, estamos viviendo una depresión económica más aguda que la de los años ‘30.
El lunes 20 de abril murieron 1400 personas por el coronavirus en los Estados Unidos. Ya han muerto 42 mil personas (hasta el 20 de abril), más que en cualquier otro país en el mundo. En días anteriores se llegó a 2000 muertes. En la ciudad de Nueva York, el promedio es de una muerte cada mil personas. El martes 21 Estados Unidos superó los 800 mil casos confirmados, un 31% de los 2.531.000 casos confirmados en el mundo. Acá viven 328 millones de personas, un 4,2% de la población mundial. Esto me hizo pensar en otra cifra: los Estados Unidos representan un 4,2% de la población mundial pero el 22% de la población que está en prisión. ¡Realmente es un país excepcional!
La crisis económica es aún más grave. En el último mes, por lo menos 22 millones de personas perdieron su trabajo. Digo por lo menos porque esa cifra representa la cantidad de solicitudes que se presentaron para pedir seguro de desempleo. No se sabe cuánta gente todavía no pudo presentar una solicitud, pero New York Magazine informa que el sistema de Nueva York está tan sobrecargado que hay gente que se pasa todo el día, toda la semana, llamando por teléfono para ver si pueden conectarse para poder empezar el proceso. Digo sistema, pero en realidad son cincuenta sistemas, uno por cada estado, cada uno manejado por separado. A muchos de estos sistemas muchos gobernadores republicanos y algunos demócratas sistemáticamente les han ido quitando los fondos. Son cifras incomprensibles. Los 22 millones de empleos perdidos superan la totalidad de puestos de trabajo que se sumaron al mercado laboral desde 2009.
Gracias a los esfuerzos del senador independiente Bernie Sanders y de un grupo de senadores demócratas que presentaron propuestas para aumentar los fondos de los sistemas de seguro de desempleo, los que quedaron sin trabajo van a obtener alguna compensación por los ingresos no percibidos. Si es que logran completar la solicitud. Además, muchos van a recibir un pago de 1200 dólares del gobierno. Pero estas medidas no son suficientes para enfrentar esta crisis. Según cálculos del Consejo Nacional de Viviendas Multifamiliares, este mes el 31% de los inquilinos, o el 12% de la población, no pudo pagar el alquiler. En Las Vegas, ciudad en la cual hay 150 mil habitaciones vacías en los hoteles, más de cinco mil personas duermen en la calle. El gobierno de Las Vegas pintó cuadrados de dos metros en el piso de un estacionamiento para que los que no tienen hogar durmieran respetando la distancia prescripta. Por ahora, es ilegal desalojar a los que no pagan el alquiler, pero pagarlo sigue siendo una obligación. Cuando se levante la cuarentena, casi cuarenta millones de personas van a estar en situación de riesgo de perder su hogar.
Incluso si logran presentarse para recibir el seguro de desempleo y si logran pagar el alquiler, muchas de esas 22 millones de personas que perdieron su trabajo tendrán que lidiar con otra crisis: 9.200.000 acaban de perder su seguro médico porque lo tenían a través del empleo. Repito: en el medio de una pandemia que en los Estados Unidos ya le causó la muerte a más de 42 mil personas, más de nueve millones acaban de perder su seguro médico. ¿Cómo van a hacer para atenderse? ¿Y los otros más de 12 millones? Algunos ganan tan poco que tienen seguro médico a través de Medicaid, la obra social pública para los pobres (para recibir Medicaid, una persona no puede tener ahorros o inversiones de más de dos mil dólares). Otros seguramente no tienen seguro médico, y otros lo tienen a través del “Marketplace” de Obamacare, donde el pago mensual promedio es de 440 dólares por persona y la gente tiene que pagar 4578 dólares de su bolsillo por año antes de que la obra social empiece a cubrir la atención de la salud. Claro, en este país tan excepcional no tenemos atención de la salud universal. En este país tan excepcional tenemos 28 millones de personas sin obra social.
Cada noche la gente abre la ventana para aplaudir a los “trabajadores esenciales”. ¿Quiénes son los trabajadores esenciales? Son médicos, muchos de ellos con deudas de miles de dólares de la universidad y las facultades de medicina. Los trabajadores esenciales son enfermeros y enfermeras, muchos de ellos trabajando sin equipo de protección personal porque nuestro gobierno se negó a producir ese equipo. Son trabajadores en los supermercados, que ganan alrededor de 10 dólares por hora y tampoco tienen equipo de protección (los agremiados ganan más, pero son pocos). Según el Washington Post ya murieron 41 trabajadores en los supermercados. Son repositores en los depósitos de Amazon y UPS y Fedex, que distribuyen medicamentos y juegos y comida y productos electrónicos y cualquier banalidad que compramos a través de Internet. Estos trabajadores tampoco tienen equipo de protección. Amazon despidió a cuatro empleados por protestar por las condiciones laborales. Los trabajadores de Amazon no están agremiados. Hace una semana murió el primer trabajador de Amazon de coronavirus. Los trabajadores esenciales son los cocineros y los que limpian los restaurantes, que trabajan por un salario mínimo y no tienen seguro médico. Son los agricultores en los campos y los empleados en mataderos, muchos de ellos inmigrantes, muchos indocumentados. Por supuesto, sin seguro médico. Muchos de estos trabajadores ya murieron. Para nuestros líderes, los políticos y los ejecutivos, los trabajadores esenciales no parecen ser tan esenciales. Su trabajo es esencial, sus vidas, no.
¿Y los que todavía no perdieron su trabajo? Muchos tampoco tienen seguro médico. Muchos ganan el salario mínimo de 7,25 dólares por hora, es decir 1120 dólares por mes. El alquiler promedio en los Estados Unidos es 1500 dólares por mes. ¿Y nuestros representantes políticos? Están de vacaciones, volverán al trabajo el 4 de mayo. En este país tan excepcional, nuestros líderes viven en otro mundo. Acá el 57% de la población tiene menos de 500 dólares en ahorros y el 48% de los diputados en el congreso son millonarios. La gente se pasa horas haciendo cola para recibir alimentos, arriesgando su vida para poder comer, y nuestros líderes están de vacaciones. Es difícil creer que vivo en el país más rico del mundo.
Estuve pensando en ese comentario de Trump. ¿Qué es lo que hace que un país sea un “país de mierda”? Para Trump los países de mierda son los países con africanos, asiáticos, latinos, los países que no son blancos. En mi opinión, los países de mierda no tienen que ver con el color de sus ciudadanos. Un país de mierda es un país que no asegura las necesidades básicas de sus ciudadanos: la vivienda, la comida, la salud. No es un país pobre, es un país con muchos pobres y unos pocos muy ricos; es un país en el cual el 12% de la población no logra pagar el alquiler, en el cual 500 mil personas duermen en la calle cada noche, el 10% de la población no tiene seguro médico y otro 20% no lo puede pagar, en el cual millones de personas no tienen cómo comer, cómo sobrevivir. Te escribo desde los Estados Unidos, un país excepcional, un país de mierda.