El experimento global continúa. Pasan los días, las horas y todo se vuelve una plastilina reseca. Yo no quiero volverme tan loco. Yo no quiero vestirme de rojo. Yo no quiero morir en el mundo hoy. Todo es tan bizarro que el Departamento de Defensa de los Estados Unidos dio a conocer tres videos de objetos voladores no identificados (ovnis) que fueron grabados por pilotos estadounidenses, quizás tratando de crear la operación de distracción más grande por el efecto desinfectante o simplemente porque estaban aburridos. Orson Wells podría dar cátedra.
Es posible que salgamos de la cuarentena en algún momento. Cómo será el mundo el día después de mañana es una incógnita pero está claro que seguiremos trabajando y discutiendo. También es probable que sea más húmedo. La idea de una huelga general queda tan atada al capitalismo de plataformas que Netflix gana por goleada. Y les artistas se re-convierten en deliverys de ocasión para juntar algún mango, ensayando escenas de un teatro distante que no puede verse por streaming.
Este día es algo de sal. Mojaré mis alas como el árbol o en alcohol en gel. O quizás muera de pena. Tengo mucho tiempo por hoy. Los relojes harán que cante. La alteración del tiempo es quizás una de las cosas más profundas. Acariciando lo áspero, el sábado pide un beso. El calendario gregoriano pide a gritos un limón. Salir a la calle es una empresa distópica con barbijos de diseño. León Gieco fue un visionario. Sí, yo me compre uno con una estrella roja y una hermosa tela verde. Un vecino me dijo que se notaba que era vietnamita y otro me pregunto cuántas tapitas de Heineken tenía que juntar para conseguir uno.
Ya nombré dos empresas de las cuales no voy a recibir nada al menos por ahora. El sol convoca al umbral de la puerta casi tanto como golpear una cacerola, hoy es por la inseguridad, mañana será por los presos liberados y el sábado vemos. El aburrimiento siempre es creativo.
Llamamos héroes a trabajadxs explotadxs y soñamos con encontrarnos. Son intuiciones. Verdaderas alertas.