Productoras de la región cuentan sus formas de organización frente a la pandemia.
El coronavirus afectó a diversos sectores del trabajo; la situación de las mujeres productoras no es la excepción. Con las ferias suspendidas, las dificultades para vender las frutas y verduras se sumaron a la intensificación de las tareas domésticas y de cuidado. Sin embargo, la unión volvió a hacer la fuerza: las protagonistas de la simiente de nuevos procesos productivos hablan en clave de alternativa a un sistema de producción capitalista cuyas fisuras son cada vez más voraces.
Beatriz Gudiño es promotora de género de la Unión de Trabajadores de la Tierra de Santa Fe. “En este contexto de aislamiento por el coronavirus, las mujeres seguimos trabajando la tierra. Se multiplicaron las tareas, porque al no estar los niños en la institución educativa se le atribuyen más responsabilidades a las mujeres”, describe.
“Al haberse cortado las ferias, la mujer ha vuelto a ocupar el lugar que tradicionalmente nos han adjudicado: depender económicamente de las parejas, realizar los quehaceres de la casa y el cuidado de los hijos. Se está volviendo a naturalizar eso”, problematiza. La joven productora refiere que, nucleadas en la UTT, 85 mujeres producen en la zona noreste del departamento La Capital.
Virginia Liponezky, de La Verdecita, también refiere al impacto del aislamiento: “La mayoría de las que están al frente de los puestos de las ferias son las compañeras. Cuando te ves afectada económicamente, también se ve afectada tu autonomía. Tampoco podemos hacer las reuniones, que son espacios muy importantes para expresarnos”. En los orígenes de la organización santafesina resuena el nombre de la histórica militante feminista Chabela Zanuthig. Hoy, La Verdecita nuclea a 30 productoras del cordón hortícola de Santa Fe
Tanto en la UTT como en La Verdecita se organizaron para hacer llegar la producción a través de la venta telefónica de bolsones. El sábado pasado, las ferias comenzaron nuevamente a realizarse.
Mujer Raíz
Al sur, en Desvío Arijón, Amanda Martínez experimenta los primeros meses de trabajo de Mujer Raíz, el nuevo espacio de género de Desvío a la Raíz - Agricultura Ancestral. Martínez subraya el aspecto colectivo: “La intención de crear el espacio tuvo que ver con poder entender el rol fundamental que cumplimos las mujeres en la producción de alimentos. Desde siempre, no desde ahora. Es un sector muy invisibilizado el de la mujer campesina”.
La afirmación se explica por historias de personas cercanas, relatos repetidos a lo largo de los años: “En nuestro pueblo hasta no hace mucho tiempo era muy común escuchar a las mujeres que se vestían de varones para que les pudieran dar trabajo. Mujeres que se fajaban para pasar por hombres y poder recolectar la frutilla o para poder ser hacheras”.
“En Santa Fe está la comunidad Qom de Las Lomas, donde el 90% habla en su lengua originaria, y la transmisión de esa lengua la hacen las mujeres. Son las protectoras de esa identidad cultural. De la misma manera ocurre en las huertas”, explica Amanda. “Las huertas más grandes que tenemos son de mujeres. No es casual. Los compañeros hacen un aporte importante, pero quienes sostienen realmente, quienes conocen de verdad los yuyos, cómo está la tierra, cómo va a venir la producción, son las mujeres. Ellas tienen esos saberes”, dice la joven.
Con la pandemia, las manos que labran la tierra a orillas del río Coronda se pusieron rápidamente a coser indumentaria de seguridad para el personal de los centros de salud de Desvío Arijón. "Al otro día de organizarnos ya estábamos haciendo 200 barbijos. Tenemos cubierto el pueblo con barbijos, con batas, con pantalones, con botas", afirma Amanda, y agrega que también se las ingeniaron para sostener una red de distribución de lo producido, pese al aislamiento obligatorio.
Villa Juana: Las Mariposas
La organización horizontal y comunitaria es la salida de muchas, de eso bien saben las mujeres del campo y de los barrios en la ciudades. Así lo cuenta Lidia Camargo, de Las Mariposas del barrio Villa Juana, en Arroyo Leyes. La mujer se acuerda de los inicios, hace tres años, de la plaza que limpiaron entre las vecinas, de lo que consiguieron para el barrio:
—Acá no había luz en la calle, pero ahora sí, gracias a que estamos todas juntas.
Ese fue el principio, después vino la pregunta por cómo parar las ollas entre todas. “Yo hago canelones de verdura para vender. Entonces un día les digo a las chicas, ‘qué les parece si hacemos una huerta orgánica’, y todas estuvieron de acuerdo. Por lo menos sé lo que estoy cocinando y dándole a la gente”, cuenta Camargo.
Las once productoras de Villa Juana por el momento no venden lo que producen, pero con eso comen y de eso viven. En el sentido más literal: viven porque la huerta comunitaria también es una forma de escape a los campos de la fruta fumigada.
—Hay chicas que trabajan todos los años en la frutilla, pero hay químicos y les hacían mal. Ahora les estoy enseñando a hacer canelones para que vendan. A trabajar la comida de lo que uno planta.
Lidia resume la necesidad de unirse en tiempos de crisis: “juntarnos nos abrió la mente, aprendimos sobre nuestros derechos”.
Alternativa
En una entrevista en Página/12 -titulada “No le echen la culpa al murciélago”, de la periodista Claudia Korol-, Silvia Ribeiro, investigadora del Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (ETC), afirmó que, para prevenir futuros brotes de virus como el Covid 19, “Se tendría que poner en discusión el sistema alimentario agroindustrial, desde la forma de cultivo, hasta la forma de procesamiento”. En el mismo sentido opinan las mujeres consultadas para esta nota.
“Creemos que la economía tiene que ser una, donde no haya lugar para los parámetros del capitalismo de la ganancia per sé, a costa de todo, de prender fuego el Amazonas, de envenenar el agua, de explotar a las personas, de matarnos a las mujeres. El ecofeminismo viene a dar las respuestas a todas estas crisis, porque la pandemia es una más de todas las crisis que estamos viviendo a raíz del capitalismo”, considera Liponezky.
“En este contexto por fin se habla de la importancia del cuidado, que ni siquiera es retribuido. Es nuestra oportunidad para revalorizar ese trabajo de cuidado, el tiempo de las mujeres, que no es una variable elástica sino que se rompe y se rompe en la salud y muchas veces en la vida de las mujeres”, reflexiona.
“Sabemos que hay muchas enfermedades, como el cáncer, que fueron despertadas por los agrotóxicos. Por eso reivindicamos una forma de producir que no dañe la salud de las personas”, afirma por su parte Beatriz Gudiño.
“Para poder llegar a ese proceso es importante el consumo y la producción local y empezar a romper con estas lógicas que destruyen la tierra, que contaminan el aire y los alimentos y que sobre todo, que concentran el poder”, finaliza Amanda Martínez.