Avances médicos, cruces políticos y pujas económicas en medio de la pandemia global del Covid 19. Especialistas estiman que la vacuna recién podría concretarse hacia comienzos de 2021.
Un organismo microscópico azota la humanidad. Un nuevo virus, recientemente conocido, recorre el planeta. Su tasa de contagio y su capacidad destructiva son potentes. Afortunadamente miles de pacientes en todo mundo lograron recuperarse, aunque no tenemos muy en claro cómo, porque aún no existen tratamientos estandarizados para curarse.
Mientras tanto, debemos permanecer encerrad@s en nuestras casas para no contagiarnos. El contacto con el otro es un problema; la corporalidad ajena es riesgosa. Por eso mantenemos distanciamiento social y hacemos cuarentena. Una cuarentena que implicó una parálisis, un letargo, una espera. Tal vez sea la espera de una ansiada vacuna que habilite volver a encontrarnos.
Ante esta situación, médic@s y científic@s tienen el desafío de encontrar métodos para detectar el virus, crear fórmulas para tratarlo y, sobre todo, producir una vacuna que lo combata. En esa carrera se encuentra hoy la comunidad científica y médica en todo el mundo. Actualmente hay cerca de 80 pruebas para crear una vacuna que permita combatir al SARS-CoV-2, el virus causante del nuevo coronavirus (Covid 19). Incluso un equipo de biotecnólogos de la Universidad Nacional del Litoral está trabajando en el desarrollo de proteínas recombinantes que puedan ser utilizadas para ello.
Habitualmente la creación de una vacuna efectiva y de aplicación masiva es un proceso que lleva varios años de trabajo. Sin embargo, en este caso los avances científicos son excepcionalmente veloces: en muy pocos meses se lograron prototipos que ya están siendo testeados en pacientes voluntarios. Aún falta tiempo para una salida definitiva, pero la posible solución al Covid 19 ya comienza a prefigurarse.
La ansiada vacuna
Las vacunas son uno de los ejemplos más exitosos de la medicina moderna. La inmunización que producen es una de las formas más efectivas para combatir virus y bacterias que aquejan a los seres humanos. Desde hace 200 años vienen contribuyendo con la reducción de la mortalidad y morbilidad. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), todos los años se salvan entre dos y tres millones de vidas en todo el planeta debido a su aplicación.
Vacuna contra el Covid 19: el panorama de la situación actual
Las vacunas son preparaciones basadas en los propios virus o bacterias que se quieren combatir. ¿Cómo funcionan? El mecanismo es así: se le inyectan fragmentos –vivos o muertos- de determinados virus o bacterias a las personas para que su sistema inmunológico genere defensas (anticuerpos) contra una enfermedad. En efecto, si en un futuro dicho microorganismo se introduce en esa persona, su cuerpo ya dispone de los anticuerpos para combatirlo. Una maravilla.
Ahora bien, la elaboración de una vacuna generalmente es un proceso de largo plazo, ya que requiere identificar la composición del bicho a combatir y luego producir una fórmula para probarla en varios miles de personas, a fines de demostrar su efectividad y descartar efectos secundarios graves. La trayectoria de su evaluación y testeo consta de varias fases. Primero hay que identificar al agente infeccioso y luego ver qué tipo de preparación es la más indicada para combatirlo. A partir de entonces comienzan las pruebas preclínicas, donde se experimenta con animales (ratas o monos) para indagar si genera una respuesta protectora. Si funciona comienzan las fases clínicas, o sea, en humanos. Paulatinamente se le va inyectando la fórmula a cada vez más personas y se evalúa si, luego de un período establecido, contraen la enfermedad a combatir. Generalmente estas fases conllevan varios años de prueba y error.
Es decir, hacer una vacuna requiere tiempo. Algo que hoy no tenemos. De modo que la comunidad científica se emplazó en la carrera por encontrar la fórmula del éxito en tiempo récord. Y, por ahora, parecería lograrlo. Porque hay que tener en cuenta que el virus SARS-CoV-2 apareció originalmente en un mercado de animales en Wuhan en noviembre de 2019 y que un laboratorio chino logró una primera secuenciación de su genoma el 11 de enero 2020. Posteriormente en otros laboratorios se logró una secuenciación más sofisticada. Incluso acá mismo, en el Instituto Malbrán, se identificaron en abril los tres genomas distintos que circulan por la Argentina. O sea, el primer paso necesario ya estaría resuelto.
En esa dirección, según la OMS existen actualmente casi 80 candidaturas a vacuna contra el nuevo coronavirus. En América del Norte hay 36 desarrolladores, 14 en China, 14 en el resto de Asia, y 14 en Europa. Algunas de ellas ya comenzaron la fase clínica. Los laboratorios que están más avanzados están en China, Estados Unidos, Inglaterra, Israel, Australia y Alemania. Sin embargo, no hay que ser ansiosos: posiblemente la vacuna estandarizada demore un año en concretarse.
De acuerdo con un informe que publicó la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI, por sus siglas en inglés) en la revista Nature, lo llamativo de la situación actual es que se están probando diversos modos de encontrar una respuesta. “Una característica sorprendente del panorama de desarrollo de vacunas para Covid 19 es la gama de plataformas tecnológicas que se evalúan”, afirman. Por ejemplo, se han creado animales transgénicos específicos –modelos de ratones, hamsters, hurones y primates– para testear la eficacia de vacuna.
Rosca en la OMS
Tras la precipitación de una pandemia global de un nuevo virus, que ya mató a miles de personas y derrumbó la economía mundial, la Organización Mundial de la Salud (OMS) quedó en el centro de la polémica.
Esto se debe a dos motivos. Uno, por lo que ya pasó: hay países que la acusan de ocultar información al comienzo del brote en China. Dos, por lo que va a pasar: será este organismo el que termine de certificar qué empresa-laboratorio (y, por ende, qué país) tendrá el honor de ser el primero obtener una vacuna eficaz. Veamos.
Conicet Santa Fe concentra su dedicación y esfuerzo para enfrentar el coronavirus
En primer lugar, varios presidentes del mundo, con Donald Trump a la cabeza, acusan a la organización de ser cómplice de la pandemia, por no haber tenido celeridad en el combate del virus cuando apenas apareció. “Si la OMS hubiera hecho su trabajo el brote se hubiera contenido con muchas menos muertes”, aseveró el mandatario estadounidense. Y como represalia suspendió la suculenta financiación que su país le otorgaba cada año desde su creación en 1948. Asimismo, Trump apuntó sus dardos hacia su director Tedros Adhanom Ghebreyesus, que proviene de India y tiene buenos vínculos con la diplomacia oriental. Por lo que estas críticas son indirectamente hacia China, quien en los últimos años ganó protagonismo en esta entidad multilateral. Es decir, la puja geopolítica entre Estados Unidos y China ahora tiene su capítulo sanitario.
En segundo lugar, estamos atravesando la carrera por la creación de una vacuna contra un virus desconocido. El grupo de laboratorios y empresas que lo logre obtendrá reconocimiento mundial y suculentas ganancias. Quien obtenga la patente de la vacuna podrá venderla por millones. Además… sienten que un premio Nobel los espera. Toda crisis es una oportunidad. Ahora bien, quien terminará definiendo el “ganador” de esta carrera será la OMS: no se podrá distribuir la fórmula del éxito sin su aval. Por lo que en estos días, tod@ científic@, polític@ o financista que pasa por ahí hace gala de su capacidad de lobby.
El problema central es que la OMS viene perdiendo prestigio desde hace unos años, lo cual ha derivado en una menor influencia de los Estados (incluso, como dijimos, su principal financista acaba de retirarse). En contraposición, las grandes empresas farmacéuticas, y hasta algunas asociaciones sin fines de lucro, aumentaron su influencia en el organismo que coordina la política sanitaria mundial. De hecho, actualmente la Fundación Bill y Melinda Gates es el segundo mayor donante mundial de la organización (paradójicamente, el creador de Microsoft anticipó en 2015 la posibilidad de la aparición de nuevo virus letal).
Según la página oficial del organismo, su financiación se basa en los aportes de gobiernos, entidades privadas y aportaciones voluntarias de fundaciones donantes. Esta apertura habilita que las empresas farmacéuticas, y sus millonarios amigos, ganen protagonismo a fuerza de sus billetes. De modo que quienes actualmente están trabajando en crear una vacuna son l@s mism@s que mantienen al organismo que va a confirmar su éxito. Chapeau.
Al respecto, Germán Velásquez, ex director de la Unidad de Economía de la Salud y Financiación de los Medicamentos de la OMS durante 20 años, fue entrevistado por la radio española Ser. Allí sostuvo que esta entidad “está en un proceso acelerado de privatización. Está entrando en una situación de conflictos, dejando de tener el rol que jugó siempre, y para el cual fue fundada, el árbitro mundial de la salud pública”.
Y agregó Velásquez: “Cuando un donante da dinero, por ejemplo, la industria farmacéutica, estos representantes solicitan estar presente en los comités de expertos de los diferentes programas [de la OMS]. Hay un conflicto de intereses grave. Sucedió con la epidemia H1N1, los posibles fabricantes de vacunas y de medicamentos, como el Tamiflú, estaban sentados en el comité que estaba decidiendo si se lanzaba una epidemia o no, evidentemente, [las farmacéuticas] empujaron a que se lanzara la epidemia y se diera una alarma global porque iban a tener un mercado impresionante”.
Vulnerabilidad y subdesarrollo
En un contexto mundial donde impera el lobby de algunas empresas por obtener la patente de una vacuna preventiva, los países subdesarrollados y con escaso desarrollo científico-técnico están en problemas. Porque si no logran generar una vacuna propia, tendrán que comprar un desarrollo ajeno. Y eso va a costar cientos de miles de dólares. Y dólares es justamente algo que al Estado argentino le cuesta mucho conseguir.
De manera que lo mejor sería avanzar en el desarrollo de una vacuna aquí mismo. O por lo menos, acercarse a ello. Y para hacerlo se requiere de la alianza de sectores públicos y privados, porque estos proyectos tecnocientíficos demandan mucha inversión. En esa dirección se encuentra un equipo integrado por científicos de la UNL, el Conicet y las empresas Cellargen Biotech SRL y Biotecnofe S.A. Este grupo está trabajando en el desarrollo de proteínas recombinantes para su uso en vacunas y, además, intentan crear kits de diagnóstico, control y monitoreo de la enfermedad. Esta iniciativa recibió, en una primera etapa, unos cien mil dólares de financiamiento por parte del Ministerio de Ciencia de la Nación para su puesta en marcha.
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Mientras tanto, no está claro qué pasará cuando se logre conseguir una vacuna. Porque, siguiendo su tasa de replicación (una persona enferma contagia en promedio a otras tres), se calcula que para erradicar el nuevo coronavirus será necesario inmunizar al 60% de la población. Lo que equivale a unos 4 mil millones de individuos a nivel mundial. ¿Quién está en condiciones de producir tantas preparaciones? ¿Cómo se financiarán? ¿Cómo se distribuirán? ¿Las empresas se las venderán directamente a las personas? ¿Cada país las comprará en cantidad y luego las aplicará a sus habitantes? ¿La vacuna se aplicará de manera gratuita o habrá que pagarla? El virus ataca a tod@s por igual; no distingue entre clases sociales. ¿La vacuna será igual?
Muchos interrogantes y pocas respuestas. L@s expert@s suponen que, con suerte, una vacuna estandarizada recién podrá concretarse hacia comienzos de 2021. Aunque quizás sea conveniente ir juntando unos mangos para poder comprarla. Mientras tanto, el mejor método de prevención sigue siendo quedarse en casa.