Sara Ramayo es música y bailarina. En enero viajó a perfeccionarse y por la pandemia atravesó por muchas dificultades para su regreso a casa.
La Cancillería Argentina informaba el 23 de abril que el 90% de los argentinos que se encontraban en el exterior habían sido repatriados. En ese entonces, el organismo nacional aseguraba que aún 23 mil personas esperaban un vuelo que los traiga devuelta a casa. El 13 de mayo, la provincia de Santa Fe confirmó que 427 argentinos se encontraban en esas condiciones, en algún país extranjero.
Sara Jazmín Ramayo era una de esas 427 personas que esperan volver a suelo santafesino. Sara es artista con especialidad en música de orquesta. También es bailarina y profesora de una danza de la India: Kathak, que es muy influyente en el flamenco. En enero de este año se fue al país de Mahatma Gandhi a perfeccionarse, con una bailarina y docente local. Hasta su regreso, estuvo en la ciudad de Pune, donde viven unos 6 millones de personas, a 200 kilómetros de Bombay. Esa zona, es la región más afectada por el COVID-19 de la India. Sara, como fue el caso de muchos, estuvo a la espera de un vuelo de repatriación que tuvo muchas dificultades. Desde los precios hasta las dificultades locales para atravesar un país enorme como en el que estaba. “Vendí todas mis cosas para poder ir a India”, cuenta.
Pausa entrevistó a la artista santafesina para conversar sobre sus proyectos ahora truncos por la pandemia y cómo vivió la cuarentena en India. “Mi plan inicial era ir ocho meses y hacer una especialización intensiva de tres meses. Iba a terminar en Australia, donde tenía una posibilidad de trabajo en orquesta. Pero bueno, quedé varada allá y tuve que volverme sí o sí”, comenta.
—Habitualmente, antes de la pandemia, ¿cómo se venía desarrollando tu carrera?
—En Argentina venía siendo bastante difícil la cuestión del arte, sobre todo con el macrismo. Previo al gobierno de Cambiemos, yo estaba trabajando bastante bien. Después, poco a poco, la situación se fue deteriorando. Entonces, por el contexto, pude fusionar dos sueños: viajar a India a especializarme, vivir un tiempo en el exterior y conseguir mejores ofertas laborales. Y estando allá, me ofrecieron trabajar como artista en un hotel, en la misma ciudad en la que estuve: Pune. En marzo había arrancado, pero obviamente mi contrato se canceló por el Covid 19.
—¿Allá hubo cuarentena?
—Sí, están en cuarentena. Los indios tienen eso de que se toman todo con mil litros de soda —comenta entre risas—Respecto al aislamiento, hasta mediados de mayo no había nada abierto, salvo puestitos de verduras en la calle, los almacenes, farmacias y algunos bancos. Desde el primer día que se activó la emergencia sanitaria allá, implementaron el uso del barbijo obligatorio. Y en este sentido, la policía es muy violenta, al que no lleva barbijo, yo he visto como los cagan a palos. Si uno hace las cosas como te dicen, está todo bien, pareciera. Aunque la policía es heavy... Además, esta es una sociedad a la que le encanta romper las normas. Imagínate si se tienen que poner a controlar y meter en cana a las 1372 millones de personas que son, es como que no hay sistema que aguante. Entonces allá colapsa todo.
—¿Cómo fue tu cotidaneidad?
—El hotel que me empleaba antes del Covid 19 me dio alojamiento, donde compartía un departamento con una pianista ucraniana. Luego estuve sola porque ella pudo volver antes que yo. Y por suerte, porque mi estadía fue una bendición en relación a otros turistas que están varados acá, estuve en una situación privilegiada. Viví en departamento, podía cocinar, comprar comida. Y bueno, yo me pasaba el día practicando danza, tocando un rato el arpa, a veces los vecinos me pedían que toque algo en la ventana, entonces lo hacía. También meditaba bastante.
—¿Tenías ganas de volver para acá?
—Tenía ganas de volver porque la situación de estar encerrada en la India sola fue rara. Es complicado porque yo para hacer este viaje vendí todas mis cosas. Y siento que lo que me había propuesto allá, no estaba concluido. Entonces es como una frustración tener que volver. En India no nos estaban queriendo, no es que me estaban tratando mal, pero sí estaban haciendo todo lo posible para que los extranjeros nos fuéramos. No es que quería exactamente volver, pero tampoco me gustaba quedarme en estas condiciones.
—¿Fue difícil ganarle a la ansiedad en aquellos días?
—Me volví una maestra en meditación para luchar con la ansiedad —comenta entre risas—. Imagínate que India era ruido constante, yo no conocí India sin ruido. Era todo el tiempo el sonido de las bocinas. Y de repente, con el lockdown (cierre de emergencia), solo cantaban los pajaritos. Se paró todo. Fue muy extraño ver a todo el mundo con máscaras.
—¿Cómo fue la vuelta a Santa Fe?
—Hace unos días, el primer ministro de India dio un discurso en dónde dijo que iba a levantar el lockdown. Afirmó que el Coronavirus iba a estar "con nosotros por mucho tiempo y esto no puede condicionar toda nuestra vida, así que tenemos que volver a la normalidad y cada uno tiene que ser responsable de cuidarse". Básicamente fue un sálvese quien pueda. India, respecto a la organización del país, es bastante parecido a Estados Unidos. Cada estado tiene mucha independencia, más que las provincias acá. Lo que decidió el Primer Ministro fue levantar el lockdown a partir del 18 de mayo. En el estado donde yo estaba que es Maharashtra, decidieron continuar la cuarentena hasta el 31, pero después se levanta. Y ese es el peor estado, el que más casos tenía. La ciudad donde yo estaba era la que más casos tenía. Primero estaba Bombay y luego Pune. Y creo que después Deli.
Básicamente en India estaban aumentando desde 100 a 1000 por día y eso con la cuarentena súper estricta. Así que mi sensación fue que si esto era así con cuarentena, sin, va a explotar. Entonces decidí que si bajaba un poquito el pasaje, cosa de poderlo pagar, me vuelvo. Y justo al día siguiente que el precio del pasaje había bajado. Al final el pasaje salió 1325 dólares. Hubo miles de dificultades. Sólo se podía pagar en un pago y con tarjetas argentinas. Es decir que las personas que tenían gente de India que los había ayudado o gente de afuera que quería pagar con tarjeta, no podía. Y todo esto se debe a que cobraron el 30% del impuesto. Al final fueron como 120 mil pesos, una locura. La verdad teniendo en cuenta de que mi pasaje de vuelta había salido 600 dólares.
—¿Y fueron claros con la información que te daban desde el Estado argentino y la empresa de vuelo que te trajo?
—No. Cuando empecé a hacer todos los trámites, había mucha desinformación. No sabía si iba a poder traer el arpa en el avión. Cuando resuelvo todo, tardaron un montón en mandarme los formularios de pago y de hecho no me los mandaron hasta que en un momento, me dijeron no había más lugar en el avión. Al día siguiente, me mandaron un mensaje de Latam diciendo que había un lugar en el vuelo, y me preguntaron si estaba interesada. Era bastante imposible. Como estaba en Pune iba a tener que viajar hasta Bombay para tomar el colectivo que la Embajada argentina ponía, para viajar hasta Deli. No me daban los tiempos para llegar.
Entonces llamé al Consulado y ellos justos habían tenido que cambiar el recorrido de un colectivo que salía de Bangalore. En India hay zonas rojas, verdes y naranjas. Y bueno, los colectivos que salían de zonas rojas, no podían entrar a las zonas verdes. Así que eso me favoreció y me dio un día para armar mis cosas y unirme a ellos al día siguiente. A las 6 am salimos desde Pune derecho a Deli. En ese colectivo no había baño. Viajé con 10 argentinos más. Los indios que conducían estuvieron muy bien. Pero bueno, imagínate que el viaje duró 36 horas. Sin baño. Al día siguiente, el 20 a la mañana (el vuelo salía a la noche de ese día), se rompió el colectivo. Estuvimos cinco horas parado, estando a siete horas de Deli. Hacía 50 grados de calor...
Finalmente, el vuelo se retrasó, así que pudimos ir a un hotel en Deli, para bañarnos. Llevábamos dos días de viaje, con ese calor. Después fuimos directo al aeropuerto. El avión se atrasó porque el recorrido iba a ser Nueva Deli, Bangkok, Sidney y finalmente Buenos Aires. Pero resulta que el avión levantó indios en Sidney y los repatrió. Pero aparte, lo que pasaba que era que los argentinos que iban a subir en India no podían pasar por Tailandia porque ellos tenían muy pocos casos. Entonces, tuvieron que alzar primero a los argentinos en Bangkok, fueron a Nueva Deli, nos buscaron, y ahí salimos para acá. Entonces el recorrido fue Nueva Deli, Sidney, Buenos Aires. Las paradas técnicas las hicieron muy cortitas. Llegamos a las 11 de la noche, el 21 de mayo, a Buenos Aires.
—¿Cómo fue la espera en los aeropuertos que estuviste?
—En el aeropuerto de Deli fueron 7 horas de trámites. En total, en mi vuelo repatriaron 142 argentinos que estaban en la India. Y 130 de Tailandia. Volamos 32 horas. En Ezeiza había mucha desorganización, nos hicieron esperar cerca de dos horas, hasta que anunciaron los colectivos a los gritos.... Nos llevaban a colectivos, luego nos bajamos en un Hotel, el Paseo Colón. No entramos allí, esperamos en el frío de la noche cerca de media hora, hasta que nos asignaron un bus, dependiendo la región donde ibas.
En el colectivo, tuvimos que esperar dos horas más hasta que llegó más gente. Todo muy desorganizado. El baño del cole era un horror, pero bueno, llegamos. En Santa Fe me pasó a buscar un taxi y me trajo hasta Arroyo Leyes, donde estoy haciendo la cuarentena. Mi mamá me estaba esperando en un auto, mi sobrina en otro. Nos saludamos desde lejos nomás. Y esperaremos a encontrarnos cuando termine mi aislamiento obligatorio.