La bajante extraordinaria en la que se encuentra el río Paraná plantea un escenario agravante de seca que expone a los humedales. Se pronostica que los incendios serán más severos.
En lo que va del año, se registraron más de 3.700 potenciales focos de incendios, -bajo jurisdicción de la provincia de Entre Ríos- en las zonas de islas del delta superior del Río Paraná. Según aseguraron los especialistas, es la mayor cantidad en los últimos nueve años, cuyas columnas de humo llegaron hasta Rosario, San Nicolás o San Pedro. Desde la Universidad Nacional del Litoral (UNL) alertaron sobre “la bajante extraordinaria en la que se encuentra el río Paraná, que plantea un escenario agravante de seca que expone a los humedales y se pronostica que los incendios serán más severos”.
“Las zonas antes anegadas ahora son suelos secos cargados de vegetación o materia orgánica, que resultan ser material combustible que complejizan el control de los incendios”, indicaron desde la alta casa de estudios. Investigadores del Conicet que desarrollan sus tareas en los Institutos y Unidades Académicas de la UNL reconocen que los humedales posiblemente sean el ecosistema más rico del mundo en biodiversidad de flora y fauna.
Alba Imhof, docente de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la UNL y coordinadora del programa de Extensión Ambiente y Sociedad, explica que hubo muchos eventos a lo largo del tiempo donde estuvieron involucradas las prácticas de fuego. “Recuerdo el 2008 cuando se quemó casi el 17% de toda la superficie del Delta, desde Rosario hasta la zona de Campana. Los organismos animales y vegetales se ven directamente afectados por el fuego. La vegetación muere en el lugar. Los animales se mueven, pierden sus huevos, nidos, cuevas, hasta se pierde la posibilidad de que puedan alimentarse”.
Patricia Kandus, bióloga de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), pone en contexto las quemas del 2008, cuyas prácticas fueron acompañadas de una marcada proliferación de emprendimientos de endicamiento. “Los endicamientos o polders son áreas delimitadas por terraplenes que impiden el libre ingreso de agua por crecientes fluviales o mareas, evitando así que un campo ubicado en un humedal se inunde naturalmente. Este tipo de intervención expandió el proceso de ‘pampeanización’ que ya venía ocurriendo en la región, es decir, el esfuerzo de tratar de desarrollar también en las islas del Paraná actividades productivas con los modos de tierra firme. Hoy, cerca del 13% de la superficie de la región se encuentra endicada”.
La bióloga de la UNSAM sostiene que aún si el fuego se apaga, lo quemado persiste. “De estos focos, el 82,5% se concentran en la provincia de Entre Ríos, gran parte en las islas de la Reserva (municipal) de Usos Múltiples Islas de Victoria (más del 60% de los focos totales). Los restantes 11,4% y 6,1% ocurrieron en Buenos Aires y Santa Fe, respectivamente”, indicó en su último informe. “Se trata de un problema que atraviesa las fronteras jurisdiccionales, tanto en tierras de propiedad privada como en tierras fiscales arrendadas a privados”, completó.
Alejandro Giraudo, profesor de Biología de la Conservación en la Facultad de Humanidades y Ciencias (FHUC-UNL) e Investigador del Conicet-INALI-UNL, señala que estas quemas tal vez tengan por objetivo, como denominan los ganaderos, ‘limpiar o desmalezar las islas y quemar los pajonales’. “Sin embargo, tienen varios efectos negativos importantes a considerar. Como hay una sequía muy grande, los focos llegan a altas temperaturas que pueden afectar bancos de semillas que hay de las plantas en el suelo y provocar que las plantas verdes que se refugian debajo de estos pajonales se quemen también. Siendo uno de los pocos recursos que tiene el ganado en invierno”, reveló.
Por su parte, Ernesto Massa, ingeniero agrónomo de la Estación Experimental Agropecuaria (EEA) Paraná del Instituto de Tecnología Agropecuaria (INTA), indicó que el uso del suelo, desde un punto de vista vista ganadero, cambió desde hace unos años. Esto surgió dado que muchos rodeos de cría llegaron a la isla, un proceso que es más lento, describió el investigador. “Los humedales son muy productivos, no solamente para el aprovechamiento del forraje del ganado, sino que también tienen altas tasas de crecimiento diario. Este año llovió poco y hubo buen crecimiento del forraje, mientras que en el río se observa una bajante histórica, estas condiciones favorecieron que los fuegos del delta sean incontrolables”, especificó.
El manejo del fuego involucra a todas las acciones requeridas para proteger a todo tipo de vegetación. Mientras que el uso del mismo tiene que estar de acuerdo con los objetivos de manejo de las tierras. Es decir, las acciones tienen que responder a una planificación estratégica, teniendo en cuenta factores tales como los probables efectos del fuego, los riesgos y costos. “Esto constituye una problemática ambiental relativamente. Estas quemas se están realizando en momentos de mucha sequía, con escasas precipitaciones y hay mucha materia seca. Además de quemar biomasa, micro-organismos del suelo y animales mayores, libera dióxido de carbono a la atmósfera lo cual también influye negativamente para el ambiente y las personas”, afirmó Giraudo.
En este sentido, si bien los incendios pueden iniciarse por causas naturales, nos encontramos ante acciones intencionales que buscan obtener un mejor rinde de las pasturas e impactan negativamente en la biodiversidad, salud de los ecosistemas y de las personas. “Estos incendios tan grandes, tan prolongados por tanto tiempo producen una desertificación, principalmente cuando afectan a las raíces de las plantas que se encuentran bajo tierra. Esto significa que dejan huellas que son imborrables en los ambientes naturales, y al mismo tiempo, consecuencias para la salud del hombre como las que se vieron en Rosario, en la calidad del aire por el humo que se desprende y las cenizas que se acumulan en el río”, advirtió Imhof.
El Delta del Paraná es un macrosistema de humedales de gran importancia para la conservación de la biodiversidad, como así también, para la regulación de inundaciones. Massa aseguró que el fuego en el delta puede permanecer e incluso pueden producirse focos de incendios aún más severos debido a las condiciones del ambiente antes mencionada. “En las lagunas hay una vegetación adaptada que ahora están secas, se generan grandes colchones de acumulación de materia orgánica de distinto grado de descomposición, y en esa zona los fuegos o los incendios, pueden tener o alcanzar temperaturas más severas”, precisó Massa.
Si bien la quema controlada de pastizales en los campos es una práctica tradicional, en los últimos años se convirtió en un enorme problema ambiental. “En condiciones controladas, bajo una planificación regional y con una estricta consideración de las condiciones ambientales, el manejo del fuego puede contribuir a promover una variedad de respuestas de la vegetación e incluso de biodiversidad, con algunos efectos potencialmente benéficos para las prácticas ganaderas, como el rebrote de especies forrajeras. Sin embargo, realizar quemas en un contexto de sequía y bajante extraordinaria del Paraná, con múltiples focos simultáneos en toda la región sin planificación ni control, implica un riesgo de devastación de los ecosistemas, superando cualquier nivel de resiliencia que pudieran presentar las especies nativas”, indicó Kandus.
Para Imhof no sólo es importante tener buenas leyes sino reglamentarlas adecuadamente para llevarlas a su efectivo cumplimiento. “Es una ley que establece un presupuesto mínimo. Y si bien uno puede decir que hay leyes que protegen al agua, bosques nativos y glaciares, no existe una ley nacional que proteja a los humedales, a mi criterio es fundamental, poner un límite a las degradaciones que sufren y defina qué actividades se pueden hacer y cuáles no. Es importante que existan porque va a permitir conservarlos, desarrollarlos de manera productiva, en armonía y mejorar la calidad de vida, no solo del humedal, sino también de los pobladores que interactúan con él”.