Las cuadras que caminamos. El tiempo que pasamos en la calle antes o después de que llegue alguien o empiece algo. Las tazas de café o té por día. Los centímetros de distancia. Los caracteres o párrafos de cada nota. Las páginas del libro. Los casos de Covid 19. Los confirmados, los sospechosos, los contactos estrechos. Las personas fallecidas. Los 43 mil pesos mensuales que una familia necesita para vivir con dignidad. La baja del PBI. Los niños y niñas que antes no iban pero ahora sí asisten al comedor del barrio. Los seguidores en las redes sociales. Las ventas de los comercios. La caída de la producción. Los pesos de hace unos días y los de hoy para comprar un litro de leche. La deuda que tenemos con los otros, los de afuera. La deuda que tenemos con nosotros. Lo que nos deben. Lo que no podemos cobrar. Los pesos en la caja de ahorro. Las personas que piden asistencia. Los nueve millones de beneficiarios del IFE. Las tarifas. Los servicios. Los impuestos. Los créditos. El femicidio cada 30 horas, o 26, o 23. La cantidad de denuncias por violencia de género. Los golpes que recibió quien sufrió el atropello de un uniformado. Los chicos y chicas que no tienen acceso a internet. Las horas que las infancias pasan frente a una pantalla. Las pastillas que debemos tomar para sentirnos mejor. Las horas de trabajo. La duración de una clase. Las horas de sueño. Los capítulos de una serie. Los minutos de una película. Las horas de insomnio. Los números nos cuentan, nos miden, nos corren, nos apremian, nos sacuden, nos abruman, nos sacan de quicio, nos estructuran, nos desacomodan, nos violentan, nos vulneran, nos dan tregua, nos enferman, nos obligan a pensar y, también, a hablar y luchar. Las cifras son un reflejo de lo que somos, de lo que elegimos, de lo que enfrentamos y de lo que ya no soportamos. Son una historia, una vida, un recuerdo, un proyecto, un deseo que quizás pueda ser o no. Los muchos números de algunos y los pocos números de otros también es lo que nos distingue. Como las tantas manos unidas para que las miserias no nos estallen. Los números que somos. Y el impulso vital que no se puede contabilizar.