Las urbes latinoamericanas tienen una deuda con las personas con discapacidad: favorecer la equidad y la inclusión. Cuál es la situación en Santa Fe y cómo trabaja el municipio.
Políticas que contemplen las condiciones de accesibilidad en los ciudadanos, es una de las deudas que tienen la mayoría de las ciudades latinoamericanas. Santa Fe no es la excepción. La ciudad funciona, casi en su totalidad, ajena a las dificultades que atraviesan las personas con algún tipo de discapacidad. Desde lugares públicos sin rampas, paradas de colectivos que no poseen cartelería informativa en braille o el escaso espacio que estas problemáticas tienen en los debates públicos.
El coronavirus intensificó las desigualdades y amplió la brecha en términos de discapacidad y accesibilidad. Desde ese punto de partida, Mercociudades elaboró un documento con una serie de recomendaciones de intervención ante una sospecha o presencia de un diagnóstico positivo en Covid 19, en personas con alguna discapacidad. Mercociudades es una asociación conformadas por ciudades del Mercosur y la Unasur. “El eje está en poner énfasis en el desarrollo de los gobiernos locales, aunque obviamente se encuadran dentro de políticas provinciales y nacionales. Pero esto tiene la particularidad de pensar la identidad propia del lugar de acción”, afirma Gabriela Bruno, Subdirectora Ejecutiva de Accesibilidad y Derechos de las Personas con Discapacidad de nuestra ciudad.
Gabriela Bruno se formó en políticas públicas para jóvenes y fue activista en la ONG Acción educativa. Además fue funcionaria en el área de Discapacidad del Ministerio de Salud provincial. Desde antes de ser funcionaria ya trabajaba en Mercociudades. Pausa la entrevistó para conversar sobre cómo se piensa la ciudad desde una perspectiva de accesibilidad.
—¿Podríamos decir que Santa Fe es una ciudad accesible?
—Santa Fe, como tantas otras ciudades, no se caracteriza por la accesibilidad. Pero sí es interesante el trabajo de las organizaciones sociales que tiene y cómo nosotros desde nuestro lugar estamos en permanente trabajo y articulación con estos espacios. El fin no es solo estar poniendo en agenda la accesibilidad urbana, que quizás es la más visible, sino también todo lo que hace a la accesibilidad comunicacional. Es decir, cómo trabajamos para que una persona sorda o ciega acceda a la información en igualdad de condiciones. Eso lo venimos trabajando pero obviamente que falta un montón. Tenemos la decisión política de eliminar barreras. Estamos adentro de la de Secretaría de Políticas de Cuidados y Acción Social. La concepción del cuidado que tenemos es más amplia que la del cuidado uno a uno. Yo te cuido si puedo garantizar que te informes. Que sepas cómo autocuidarte. En este sentido, cada situación de discapacidad requiere una intervención específica, tanto sea en una situacion de Covid 19, como en otras problemáticas de la vida diaria. Se piensa cómo vamos incorporando a todas las personas.
—A nivel regional ¿cómo vienen trabajando?
—Tenemos intención de trabajar a nivel metropolitano porque en Santa Fe circulan personas de otras áreas: Recreo, Rincón, Sauce Viejo. Formamos parte del Área Metropolitana, así que nuestro interés es articular con las localidades que la conforman. De hecho, dentro de las políticas públicas de discapacidad provincial existe una comisión que está conformada por organizaciones no gubernamentales y representantes de municipios y comunas de cada nodo. Es necesario poner la accesibilidad en agenda para poder ir transformando la realidad.
—¿Qué estrategias se dan para pensar políticas públicas que abarquen la complejidad de las discapacidades?
—Uno de los ejes claves es trabajar de manera transversal con todas las áreas del Estado. Nuestro norte como gestión de esta subdirección de la Municipalidad es que nuestra voz esté inserta en cada una de los espacios del Estado y que dejemos de existir, progresivamente, como un área específica. Lograr que el trabajo que se haga con otros lugares del Estado tenga la perspectiva de discapacidad y accesibilidad, similar a lo que sucede con la Ley Micaela. Hoy sí somos necesarios porque todavía estamos en el proceso de estar dando la discusión, acompañando al compañero que no lo esté pudiendo ver, porque no todos tenemos internalizada la perspectiva de accesibilidad.
—¿Qué pensás que vino a poner de manifiesto esta pandemia, en relación a la accesibilidad?
—Para mí una de las cuestiones es que amplió las brechas. Por ejemplo, para cualquier niño escolar, con o sin discapacidad, acceder a los materiales que envían desde las escuelas está muy dependiente de la conectividad que puedan tener, del acompañamiento que un adulto pueda hacer, de las fortalezas cognitivas y el andamiaje que pueda haber en cada familia. Y sobre todo cuando hay una discapacidad, porque se juegan otras cuestiones. Hay que estar muy alertas para que la propuesta de inclusión educativa sea realmente efectivizada y trabajada. Sobre todo en lo que es discapacidad intelectual que es una de las que mayores necesidades de adecuación puede demandar. Y después, todo lo que tiene que ver con lo administrativo, pero que también con el acceso a derechos. Por ejemplo, lo que es el trámite del Certificado Único de Discapacidad. Hay mucho retraso acceder a él. Necesitás responder un formulario que es de tu médico especialista, para que después sea evaluado por una junta, donde se analiza tu situación en una entrevista, donde además tiene mucho peso el paradigma médico-hegemónico. Además, hay lentitud para poder acceder a los turnos con los especialistas evaluadores, para completar estos formularios. Sí es cierto que en el marco del Covid 19 se ralentizó todo. Pero bueno, se ha hecho un cuello de botella sacar el Certificado Único de Discapacidad.
—En relación al documento que plantean con Mercociudades, ¿cómo surge y por qué?
—En Mercociudades conversábamos con los representantes de estas unidades temáticas de las ciudades y elaboramos una serie de recomendaciones ante sospecha o diagnóstico positivo de Covid 19 en una persona con discapacidad. Este documento es fundamental para quienes nos desempeñamos en la función pública, para poder tener herramientas si llega a ocurrir una situación de contagio en una persona con discapacidad. A su vez, la idea es que pueda llegar a todas aquellas personas que tengan trabajo territorial: las organizaciones sociales de los barrios, para que tengan una utilidad real. También es para deconstruir esto que ocurre en esta temática que pareciera ser que solamente un especialista puede comunicarse con una persona con discapacidad. Para desmitificar esto, el documento pone a disposición una serie de instrumentos.
Contra el poder biomédico
Muchas veces, el paradigma médico hegemónico borra las particularidades de cada sujeto. Cabe entonces preguntarse cómo se relaciona la discapacidad con esa forma de entender los cuerpos y la salud.
“Al paradigma médico hegemónico le sumás el jurídico y estás al horno”, dice Gabriela.
“Es complejo por la vigencia que tienen ambos. Porque uno pretende o levanta banderas sociales pero están tan internalizados los saberes médicos y jurídicos. Y nos pasa a nosotros a diario incluso en situaciones de gestión”, reconoce.
Marcelo Escalas es coordinador de Promoción de la Autonomía y la Participación Social de las Personas con Discapacidad de la Municipalidad de Santa Fe.
“Tal vez, lo médico tiene que ver con la mirada hacia lo biologicista. Y lo social tiene que ver con aquello que nos vincula con el entorno, dónde encontramos las barreras más allá de la situación corporal que cada uno tenga”, reflexiona.
“Tal vez haya que pensar la discapacidad como un tema filosófico, porque lo que se ha instaurado sobre nosotros es un saber sobre cuerpos y sobre cómo tiene que reaccionar y ser ese cuerpo. Entonces, lo que hay que deconstruir es ese saber. El escalón es una consecuencia de una mirada donde nosotros no pasábamos por ahí. Cuando la rampa existe es porque nosotros estamos pasando”, afirma el funcionario municipal. “Ahora, ¿qué hace que el arquitecto diseñe algo con un escalón y no con rampa? Es porque realmente no sabe del tema de discapacidad o cree que a lo mejor nunca vamos a querer acceder a la Casa de Gobierno, por ejemplo”, considera.
Escalas piensa que “esos eran lugares donde nosotros no éramos invitados, porque era un modelo de prescindencia. Después empezó el modelo medicalizado, donde fuimos un objeto de la medicina. Y después viene el modelo social que dice ‘tenemos derechos’”. “El tema es: ¿nosotros nos podemos apoderar de esos derechos como ciudadanos? ¿O hay que profundizar algo más en relación a lo que se sabe sobre la discapacidad? ¿Quién dice lo que es la discapacidad?”, se pregunta.
A esto que hay que sumarle una mirada de clase. “En los barrios están la mayoría de nuestros compañeros, entonces un celular para personas ciegas, que sale un poco más caro que otros modelos, se torna inaccesible para alguien que tiene ceguera en un entorno económico desfavorable. Acá, en esta oficina, estamos los visibilizados. Los invisibles están allí”.