Un repaso de la carrera automovilística de Juan María Traverso, una gloria de los motores.
Juan María Traverso es uno de esos personajes del deporte argentino que se los debe mantener en la cima. El “Flaco” está en la elite del automovilismo nacional. Múltiple campeón, tremenda capacidad de manejo, temperamental con medalla de oro de puteadas en vivo, amigo de sus rivales y apasionado hasta ganar una carrera con un auto en llamas (literalmente prendido fuego con una Cupé Fuego el 3 de abril de 1988).
El automovilismo fue y es su vida, hoy está a cargo de la Asociación Argentina de Volantes (AAV) y hace unos días atrás fue uno de los pocos que alzó la voz en su deporte en medio de la pandemia: “hablé con la gente de Deportes del Gobierno para informarles sobre la dimensión del automovilismo en nuestro país. No le pedí nada, ni que empiece el automovilismo ni nada por el estilo. Le pasé un informe general para que tengan noción de la cantidad de pilotos y categorías que hay en nuestro país. A partir de ahí se empezó a trabajar en el protocolo para ver cómo se podrá empezar, siempre y cuando estén dadas las condiciones”. El “Flaco” quería dejar el mensaje en nombre de todos, ya que dijo que “se habló mucho de forma individual y en Argentina tenemos 340 categorías y viven más de 50.000 familias del trabajo que genera el automovilismo”.
La actualidad del deporte motor indica que en algunas provincias (Santa Fe está incluida) comenzaron con algunas pruebas de ensayo, pero todavía falta un tiempo para que se habiliten todas las competencias, tal como se daban hasta el pasado 20 de marzo.
Con respecto al escenario de salud que estamos atravesando, Traverso, en diálogo con Radio Eme Deportivo, dijo que “es una situación que vivimos por primera vez en la vida, estamos sumamente preocupados porque en determinados lugares se va agravando y la solución no está a la vista”.
Corredor de cuna
En un diálogo donde fue y vino en el tiempo, el oriundo de Ramallo manifestó que viene “de una época donde no se fabricaba un piloto con la tecnología, nací corredor de autos, no me contagió nadie, en la familia no había nadie que tuviese alguna relación con las carreras de autos, siempre me pregunté de dónde viene todo esto y terminé por responderme que viene conmigo”. Y brindó más detalles de sus comienzos: “no corrí en nada antes porque cuando mi viejo se enteraba hacía todo para que no lo pudiera hacer (karting), pero un día se dieron las condiciones. Marito García se va de su equipo particular a Chevrolet y logré subirme a ese auto que quedó libre (Torino). Fue una de las últimas licencias de Turismo Carretera que otorgaron en aquella época para pilotos sin antecedentes previos. Recuerdo que Gastón Perkins y el “Gallego” Cupeiro me tomaron un examen completo en el autódromo de Buenos Aires. Después de esa prueba me dieron una licencia provisoria para tres carreras, y corrí las primeras tres y después me la dejaron de manera definitiva”.
En la pista era otra cosa
“En el automovilismo del que estamos hablando todas las peleas, encontronazos y roces quedaban en la pista. Por ejemplo, yo era íntimo amigo del viejo Di Palma (Luis), pero si veías las carreras eran una batalla campal. Terminaba la carrera y nunca mezclábamos la pista con la amistad. Ni Luis Di Palma, ni Bessone, ni Maldonado; con nadie mezclábamos esas cosas, éramos muy amigos”, cuenta Traverso.
“En el automovilismo te jugabas la vida. Todo lo demás estaba en un segundo plano: las empresas, las terminales automotrices, los auspiciantes. Todo era profesional y estaba todo bien, pero en ese automovilismo que me tocó estar, primero estabas vos. Si a alguna empresa no le gustaba algo, yo le decía que cambie de piloto. En aquellos años de los grandes premios, donde las provincias paraban todo, cuando se mataba alguno venían de la organización y levantábamos todo. Listo, chau, todos a casa más allá de los compromisos, por más que esté toda la provincia parada. Hasta ahí llegábamos, ese era el límite. De esa vida disfruté como loco”.
El Flaco está en una etapa de la vida que anda tranquilo, en segunda. Hoy tiene el tiempo suficiente de mirar hacia los costados y mucho más hacia atrás. “Cuando me pongo a mirar por el retrovisor no puedo creer las cosas que hice. Repaso una parte de mi vida en el automovilismo y recuerdo cuando corría en el campeonato de Turismo Italiano (1993), salí subcampeón, y el mismo año salí campeón del TC 2000 acá. Eso significa que el domingo corría acá, el lunes me iba a Italia, corría allá ese fin de semana y al otro fin de semana volvía a correr en Argentina. Me pasé el año yendo y viniendo, fue una locura, ahora no lo puedo creer”.
Tecno
Traverso, cada vez que puede, a la tecnología le pone las dos caras de la luna. “Para mí en muchos aspectos la tecnología benefició y en otros perjudicó. La tecnología que elimina al deportista, al piloto, le juega en contra. El público siempre quiere ver al deportista, y el deportista es el piloto, no el auto. No comparo épocas porque es imposible hacerlo, pero el automovilismo, como otros deportes, se fue actualizando en base a la tecnología, y también cambió por la televisión. Yo soy de la época donde se transmitía por radio desde un avión”.
Pasión
El fuego del “Flaco” sigue intacto. “La pasión que teníamos por el automovilismo en esa época pasaba por estar manejando el auto, por correr. Cuando se terminaba la etapa o la carrera no lo disfrutabas, se disfrutaba de estar arriba del auto y si ganabas mejor, pero hoy en día el piloto no ve la hora de que termine la carrera”.
Lleva la bandera de la pasión a fondo y así lo refleja en cada palabra, “para mí haber vivido y vivir en el mundo del automovilismo es fantástico, es mi pasión. Mi hija hasta el día de hoy me dice que no trabajé nunca, porque no es un sacrificio, esto lo hice con ganas, sin que me cueste y eso trato de contagiarle a la gente, que trate de vivir de lo que le apasione”.
Popularidad
Alguna vez declaró que “el automovilismo es más popular que el fútbol”. Hoy, retirado desde el año 2005, Traverso no retrocede demasiado de aquella polémica frase. “Yo lo viví, lo cuento y mucha gente no lo cree. Durante la década del setenta, que fue cuando yo empecé, se corrían los grandes premios que se corrían a lo largo de dos o tres provincias. A manera de ejemplo tomo el Gran Premio de la Mesopotamia. Duraba una semana, eran mil kilómetros y seis etapas (eran todas a fondo, no había neutralizaciones ni nada). Esas tres provincias durante esa semana se tomaban feriado, porque directamente se paraban para ver el Gran Premio. En esa época estaba por encima del fútbol, obviamente que si jugaba Boca-River no, pero en general el automovilismo superaba al fútbol. ¡Se paraba todo, era un movimiento increíble, la gente que seguía el TC (Turismo Carretera) era una locura!”.
Volver al Parque del Sur
En el diálogo con Carlos Bustingorria (conductor de Radio Eme Deportivo) el ex piloto destacó el Circuito Callejero de Santa Fe: “el grupo que estábamos en el TC 2000 de aquella época (década del 80) inventamos el Callejero de Santa Fe alrededor del lago (Parque del Sur) y fue una explosión gigantesca. Como anécdota, me acuerdo que Luis Di Palma en la reunión de pilotos pidió si podían poner un gomón en el agua con un par de buzos. Le preguntamos para qué, y Luis nos dijo que no sabía nadar. No estaba pidiendo medidas de seguridad para no caerse al agua, estaba pidiendo alguien que lo saque por si se caía al agua”.
Y para rematar, el Flaco de Ramallo manifestó: “para mí ese circuito fue algo espectacular, es más, volvería con la categoría a ese circuito y no el que tienen en la actualidad. Si en el de ahora no estás en las tribunas no ves nada, solamente lo ves bien por la tele, en cambio en el del lago lo ves de casi todos lados, se arma más rápido y es más barato”.
A fondo
Y en las curvas y rectas de una extensa charla, el Flaco recordó “dos anécdotas reales de alta velocidad, una es en la década del setenta cuando me prestaron en el autódromo de Buenos Aires un Porsche 917. La persona que me lo prestó me dijo que antes de la curva de Ascari levante un poco (desacelerar) porque el auto tendía a levantar vuelo. Ese auto llegaba a los 380 kilómetros por hora, en esa época solo se hablaba de esa velocidad en los aviones. Otra anécdota es en una carrera donde iba entre Salto y Areco, iba en un asfalto del año 1973 a 272km de promedio”.
Los grandes y el eterno rival
Como todo deportista tuvo figuras para idolatrar y grandes rivales para competir. En un amplio recorrido por su memoria, destacó: “cuando empecé no me puedo ni comparar con el grupo que había en ese momento. Bordeu, Perkins, Copello, Pairetti, Cupeiro y Radasi eran extraordinarios. Ese grupo estaba por encima de todos. El que siguió y corrió durante toda mi época era el viejo (Luis) Di Palma, un íntimo amigo. En la actualidad soy muy amigo de Besone, Maldonado, Ortelli, La amistad nunca se mezcló con el deporte, disfrutamos mucho del automovilismo y la amistad, y eso que en las carreras nos puteábamos lindo. Si tengo que poner a un piloto como mi gran rival, lo pongo a Luis Di Palma, Lo tuve como gran competidor en muchas categorías y durante muchos años”.
El galpón de la gloria
“Cuando empecé a correr y a mi viejo no le quedó otra más que aguantarme, me puso como condición que no regale nada, es por eso que hoy tengo un galpón (no me gusta llamarlo museo) con un montón de recuerdos, tengo 15 autos originales. Y un día dije ‘lo voy a abrir para que cualquiera los pueda ver’, yo disfruto cuando la gente ingresa y los puede ver”. Así abrió una puerta a sus tesoros, así hoy goza: “disfruto porque son fierreros, porque cuando estaba arriba del auto no me podía poner a hablar con la gente, entonces disfruto mucho poder dialogar con ellos, comer un asado, recordar, la paso bárbaro. Cuando todo esto termine –pandemia- lo volveré a abrir”.
El retiro en 2005
“Creo que corrí un año de más, para asegurarme. El automovilismo que yo corría no me permitiría correr con los nietos del viejo Di Palma, no les puedo hacer más las maniobras que le hacía a su abuelo. Me bajé totalmente convencido de que se había terminado la etapa de estar arriba de los autos, después me pasé un año tratando de ver qué hacía los fines de semana. Disfruté 35 años corriendo casi todos los fines de semana”.
La nota exagera un poco con el tema de la curva de Ascari. Los 917 de Wyer y Martini llegaban a 320 o 330 kilómetros por hora a Ascari, lo sé porque estuve allí. Superar los 360 solo lo hacían en la recta de Les Hunaidieres (Le Mans) en donde se les cronometró un paso a 396 km/h en 1972. Pero a Traverso yo le banco y perdono absolutamente todo, era solo una aclaración.