El aumento de la demanda porcina desde China pone en relieve la necesidad de cuidar la salud, el ambiente y lograr un esquema productivo que no profundice las desigualdades.
En plena pandemia, el posible aumento de la producción de cerdos para exportar a China reabrió el debate sobre la necesidad de revisar el modelo económico de nuestro país. Las voces críticas a la medida enfatizaron dos aspectos: la importancia del cuidado de la salud y del ambiente y de un esquema que no profundice las desigualdades sociales.
El 6 de julio la Cancillería argentina emitió un comunicado en el que informaba que el Canciller Felipe Solá se había reunido con el Ministro de Comercio de China. En ese documento aseguraron que Argentina avanza en un acuerdo con el país asiático para producir 9 millones de toneladas de cerdos, granjas industriales de producción mediante, que luego serán vendidas a dicha nación. Actualmente, luego de varias ediciones de esa comunicación, desde Cancillería afirman que en realidad serán 900 mil toneladas. Un dato importante: en 2019 se produjeron 629.717 toneladas de res de cerdo, según el informe de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR). Además, la producción bovina, aviar y porcina, en sumatoria, representan el 2,1% del PBI en términos de valor agregado y aportan el 28% del Valor Bruto de Producción de las 31 cadenas agroalimentarias argentinas, según el mismo informe de la BCR.
Si bien es cierto que Argentina necesita generar dólares para el funcionamiento de la economía y que las exportaciones (más aún las de manufacturas, por su valor agregado) son necesarias para cumplir ese objetivo, es importante señalar los riesgos del emprendimiento porcino. En esta nota, proponemos analizar sólo dos variables de esta discusión que, en síntesis, es sobre el modelo productivo nacional, y que tiene múltiples puntos de vistas.
Antibióticos y gripes
Luego de la publicación del documento de la Cancillería, diferentes representantes de la sociedad se manifestaron en contra del posible acuerdo con China. El número de toneladas que publicó inicialmente la cartera a cargo de Solá fue el principal motor de quejas, pero no el único. Si bien no es claro cuál será el volumen de producción acordado, pasar de una producción de 600 mil a 900 mil no implica un salto cuantitativo significativo. Es importante destacar el contexto que implica la producción a gran escala de cerdos, como también mencionar lo que actualmente está sucediendo en China y que explica por qué este país quiere tercerizar la producción de estos animales.
En primer lugar, la producción a gran escala de animales implica condiciones de vida por lo menos cuestionables: hacinamiento, amputaciones de extremidades o medicalización con antibióticos para que la digestión de cereales como la soja sea más rápida y efectiva.
«No queremos transformarnos en una factoría de cerdos para China»
En este sentido, Ana Julia Aneise, que es economista y activista en Jóvenes por el Clima (Buenos Aires), señala que en la producción que realizan estas granjas industriales los animales son obligados a consumir antibióticos durante toda su vida, no solamente para prevenir enfermedades, sino también para favorecer el crecimiento. Eso tiene efectos sobre la inmunidad de la población humana, que cada vez es más tolerante a estos medicamentos. “Creemos que esto es una cuestión de salud pública a atender, que todavía está en estudio en muchas partes del mundo”, afirma.
Por otro lado, Maristella Svampa, socióloga e investigadora del CONICET, en diálogo con Pausa, indicó que: “Lo que hay detrás de la actual pandemia, de la crisis sanitaria, es un modelo de desarrollo insustentable que avanza sobre la sostenibilidad de la vida y el planeta, que exacerba la crisis climática y ecológica. Todos los estudios científicos demuestran que entre las causas de la pandemia están los virus zoonóticos de alta contagiosidad, que se han multiplicado con el impulso de la deforestación y la devastación de ecosistemas. Y muy particularmente con la cría de animales a gran escala, entre ellos, sobre todo, la de cerdos y aves, que son el caldo de cultivo de epidemias que se expanden entre los animales y que luego hacen el salto interespecie”.
Otra cuestión sanitaria a revisar es los deshechos de todo tipo que se producen en estos mega emprendimientos, que van desde las heces de los animales, que es un factor clave en el análisis de científicos sobre el calentamiento global, hasta los restos de los medicamentos utilizados. Al respecto Aneise asegura que todos los residuos de estas granjas están en piletas que, si son tratadas correctamente, no tienen un impacto ambiental grande. “El punto es que en el mundo estos tratamientos no son todo lo riguroso que deberían ser. Lo que nos preocupa, ya que somos el país líder en uso de glifosato, donde se usan 107 pesticidas que están prohibidos en el resto del mundo, es si esas condiciones de higiene van a estar dadas”, se pregunta la activista.
Al respecto, Svampa señala que este modelo de agroindustria consume grandes cantidades de agua, también contamina afluentes y suelos, produce olores nauseabundos que afectan la calidad de vida, sobre todo en la población aledaña, e impacta en la salud de los trabajadores, muchos precarizados.
Desde otro punto de vista, podemos preguntarnos por qué China tiene interés en externalizar su producción y pagar más caro un producto que puede fabricar. En este sentido, una respuesta es que el país asiático está atravesando una epidemia de Peste Porcina Africana (por ahora es un virus que sólo afecta a los cerdos) que obligó al Estado a sacrificar el 40% de su producción, solo este año. China es el consumidor que más demanda de cerdos tiene en el mundo, por encima de la Unión Europea. Su mercado acapara el 40% de la producción mundial. ¿El gobierno nacional brindará más información a la ciudadanía de los detalles del acuerdo que pretende sellar con China?
Concentración de riqueza
Cuando llegó el modelo del agronegocio transgénico a nuestro país, en 1996 y también de la mano de Felipe Solá, por entonces secretario de Agricultura de la Nación, se lo anunció como la salvación para la economía argentina. Grandes cantidades de exportaciones, a cambio de las necesitadas divisas. A contrapelo de eso, lo que podemos observar es que lejos de cambiar el panorama que se configuró desde 1880 (con el modelo agroexportador aún vigente), poco ha cambiado en términos de distribución de la riqueza en la actualidad. Al contrario: vimos cómo se concentraron las riquezas en pocas manos, avanzaron los desmontes en razón del monocultivo y hoy vemos de cerca lo que veíamos en el Amazonas, con la quema indiscriminada de nuestros humedales.
El gobierno provincial evalúa recibir inversiones chinas en la industria porcina
Sobre esto Svampa afirma que lejos de promover un modelo que implique articulación con diferentes sectores, las granjas de cerdos a gran escala se van a convertir en una suerte de enclave de exportación que va a beneficiar a los sectores más concentrados, sin impactos positivos en pequeños y medianos productores. Además agrega que las élites económicas y políticas argentinas siguen sosteniendo un modelo colonial, dispuestas a pagar costos altísimos con tal de sostener una ilusión de crecimiento acelerado por la vía de las exportaciones y la captación de divisas. “No les importa sacrificar territorios ni tampoco mirar cuáles son las consecuencias a mediano plazo en términos sociales y ambientales”. Y agrega: “Si en los últimos 20 años ha sucedido que, con más agronegocios y fumigaciones, con más fracking, con más megaminería, no se ha resuelto la pobreza, sino todo lo contrario y también han crecido las brechas de la desigualdad, no entendemos por qué la salida de la pandemia y los problemas del país, implicaría una consolidación del modelo extractivista. En realidad estamos ante una falsa solución”.
¿Cuál modelo?
Es cierto que Argentina necesita generar divisas, entre otras razones, para afrontar la deuda externa. También, como vimos, la producción animal representa un porcentaje muy importante de ese entramado complejo que es la economía nacional. Ahora bien, las preguntas desde el ambientalismo ponen en jaque un sistema que está en crisis en el mundo entero. Lo que está en debate con las granjas industriales es un modelo productivo que tiene dos argumentos, a priori, fuertes de los dos lados. A favor: que las exportaciones mantienen en pie la economía. En contra: que ese modelo deteriora la vida de los ecosistemas, que produce concentración de riquezas y que envenena a las personas.
¿No es el momento de que la ciudadanía y los actores políticos den este debate tan postergado, que incluye aristas tan complejas como economía, salud, sustentabilidad y soberanía alimentaria?