Juan Valdéz fue condenado por el femicidio de la joven de Fortín Olmos, pero al Estado le cabe la autoría intelectual de las violencias previas y el dificultoso camino a la Justicia.
El lunes 3 de agosto, tres años después de la desaparición y muerte de Rosalía Jara, el único acusado y detenido por su femicidio, Juan Valdéz, fue sentenciado a prisión perpetua.
No fue un caso más, aunque ninguna mujer muerta a causa de la violencia machista es una más. Pero el caso de Rosalía caló hondo, y no sólo en Fortín Olmos, ese pequeño pueblo de poco más de tres mil habitantes, 326 km al norte de la ciudad de Santa Fe. El nombre de Rosalía se convirtió en bandera, en cartel, en graffiti. El 8 de marzo de 2018, en la masiva marcha del histórico paro de mujeres, lesbianas y trans/travestis que copó las calles de la ciudad, el único cartel que se levantó sobre el escenario era el que se preguntaba: “¿Dónde está Rosalía Jara?”.
La joven de 19 años desapareció el 1° de julio de 2017. Sus restos fueron encontrados 13 meses después, el 26 de agosto de 2018, a la vera de la ruta Nacional N° 98, entre las localidades de Vera y Tostado. Tres meses después, el 9 de noviembre de 2018, el Equipo Argentino de Antropología Forense informó que esos restos, efectivamente, eran los de Rosalía.
La justicia para Rosalía llegó, en parte, el pasado lunes 3, con la sentencia a Valdéz. Pero ¿puede ser sólo un hombre el responsable de un crimen así? Un año para encontrar lo que quedaba de su cuerpo, tres años para arribar a una condena. ¿Quién es responsable de toda esa desidia y abandono?
Carolina Walker, abogada querellante en el caso, lo tiene claro: “Nosotros en este caso hablamos de feminicidio. Creo que esta figura le cabe al caso de Rosalía, y se extiende también a la mayoría de los crímenes de varones sobre mujeres en los últimos tiempos en la provincia. Esto tiene que ver con la responsabilidad del Estado, con las omisiones, con la falta de prevención pero también con el tratamiento; porque puede haber casos que no se pueden prevenir, pero sí hay responsabilidad en el tratamiento que se hace en la Justicia y con la perspectiva que tienen todos los agentes que van participando de esa investigación”.
—¿Qué implicancias tiene el término feminicidio?
—El femicidio es la figura típica que recoge el Código Penal, que es el homicidio de una mujer a manos de un varón mediando violencia de género. Pero el feminicidio va mucho más allá, tiene que ver con el rol del Estado en el tratamiento, la prevención, en la generación de políticas públicas, y en el caso de Rosalía Jara nos parecía que era claro que existía un feminicidio y no un femicidio común. Primero porque cuando desaparece Rosalía lo primero que hace el Estado es avisarle a Valdéz que lo estaban investigando, le recomienda que borre los archivos de su teléfono celular, le dice que lo iban a tapar, demoran más de cuatro días en comenzar la búsqueda. Entonces nos parecía fundamental que se entienda la diferencia porque consideramos que en Santa Fe -y en el país también- al menos en este último tiempo, todos los femicidios son en realidad feminicidios. Y este término tiene que ver también con una cuestión cultural, política, antropológica: la cabeza de los jueces, de los fiscales, cómo se trata a las víctimas, la ruta crítica que sufre una mujer cuando tiene que llegar a denunciar un caso de violencia y después termina muerta, todo eso tiene que ver claramente con la responsabilidad estatal. Esto lo decíamos en nuestros alegatos de apertura del juicio y, 23 días después, cuando estábamos terminando, ya habían matado en la provincia a Rocío Vera, Gisela Fiamaca y Julieta Del Pino. Entonces, algo pasa, algo está fallando para que esto siga sucediendo y que nada cambie. Hay una clara responsabilidad del Estado en eso.
—Luego de la sentencia dijiste que el de Rosalía era “el juicio más importante que ha tenido la provincia en el último tiempo” ¿por qué?
—Primero por lo formal, por lo que fue el juicio en sí: la extensión, la preparación, el profesionalismo con el que se trabajó. Era un juicio difícil porque muchos testigos tenían que declarar por videollamada, había testigos expertos que necesitaban proyectar filmaciones, informes, y eso fue impecable. Y después por lo que fue en sí el caso de Rosalía. Un caso que impactó en Fortín Olmos, un pueblo de tres mil habitantes donde a la primera marcha por la aparición de Rosalía fueron más de 1500, todo un pueblo movilizado en esa búsqueda. La importancia también tiene que ver con que en el juicio planteamos la responsabilidad estatal en este tipo de casos.
Tanto en el crimen de Rosalía, como en muchos otros, el Estado, a través de sus diversos organismos y fuerzas, fue clave en la vulneración previa de derechos y en embarrar todos los caminos hacia la consecución de justicia después. “Hubo una búsqueda defectuosa, complicidades policiales, y también algo que tiene que ver con lo que viven las mujeres: por qué una mujer de 19 años es abusada desde los 12 por un profesor de educación física, qué es lo que está fallando ahí, todo eso se puso en tela de juicio en el debate y creo que eso es lo más importante. La mayoría de estos casos de femicidios se resuelven con juicios abreviados, acá tuvimos un juicio oral y público, que creo que es el segundo en la provincia, luego del de Paula Perassi. Eso también es muy importante”, comenta Walker.
Género y clase
Rosalía era una piba con una gran cantidad de derechos vulnerados. Pertenecía a una familia humilde, de un pequeño pueblo en el norte profundo de la provincia. Fue violentada toda su vida y, lo que se probó en el juicio, es que la violencia que Valdéz ejercía sobre ella empezó mucho antes de aquel fatal 1° de julio. “Valdéz aprovechó la vulnerabilidad de Rosalía Jara desde que era una niña, tanto sexualmente, como físicamente y económicamente. Y terminó asesinándola y descartando su cuerpo en un campo y claramente su intención era que nadie lo encuentre”, señaló Walker durante el desarrollo del juicio.
Producto de esa cadena de violencias, Rosalía, siendo aún una menor, tuvo una hija con Valdéz. El reconocimiento de ese vínculo en el marco de un abuso sexual infantil, no estuvo desde el comienzo en la imputación hacia Valdéz, algo que cambió cuando Walker comenzó a formar parte de la querella, en noviembre de 2019. “Al caso de Rosalía le faltaba mucha perspectiva de género en todo el desarrollo de la causa. Una diferencia que tuvimos con el Fiscal, en un primer momento, fue que no se lo haya imputado por abuso sexual, cuando claramente esa era la figura porque Rosalía tenía 12 años cuando comenzó esta relación. En ciertos lugares está totalmente naturalizado eso, y la Justicia también lo tiene naturalizado. Con el trabajo conjunto se dio ese proceso de deconstrucción, en el cual el Fiscal entendió que ahí había un abuso. Creo que algún aporte hicimos -más allá de la sentencia- si pudimos empezar a darle otra perspectiva a la cabeza de los funcionarios que van a seguir trabajando, porque la perspectiva de género se aprende, yo tampoco la tenía, no te la enseñan en la Facultad”.
—Este abandono del Estado, desde la prevención hasta el abordaje de las investigaciones ¿es igual en todos los casos, en todas las geografías o se cruza también con la clase social de las víctimas?
—La cuestión de clase tiene que ver con el nivel o no de abandono del Estado. En el caso de Rosalía, yo creo que avanzó la investigación cuando el pueblo de Fortín Olmos se paró y dijo “basta”, sin eso quizás no hubiéramos llegado hasta donde se llegó. No es lo mismo tomar el caso de una piba pobre que una de clase media o alta, que no quiere decir que haya muertas de menor o mayor nivel, pero para el Estado no siempre es así. Esta sentencia, en el norte, creo que representa la visibilización de un problema. Luego de ese día que fui a Fortín Olmos, y me reuní con la mamá de Rosalía, cambié por completo los alegatos de apertura en función de lo que nos había pasado, de lo que había sentido viendo el abandono total de la familia. Y eso le pasa también a las víctimas, en todo momento, y más en esos lugares tan remotos de la provincia. Pasa acá también, pero allá lo que se ve es mucho peor.