Desde feminicidios sistemáticos hasta la tala masiva de olivos o el control del agua: la persecusión turca al pueblo kurdo hizo de Afrin, al norte de Siria, un lugar donde la paz está destruida.
Por Leandro Albani
Hasta enero de 2018, el cantón kurdo de Afrin, ubicado en Rojava (norte de Siria) fue uno de los pocos lugares que había escapado de la guerra. Con una población estimada en 500 mil habitantes, desde 2011 –cuando se iniciaron las protestas contra el gobierno del presidente Bahsar Al Assad que derivaron en represión, enfrentamientos y posteriormente una guerra abierta–, los pobladores de Afrin se plegaron a la decisión de declarar la autonomía de la región. Impulsada por el Partido de la Unión Democrática (PYD, principal partido kurdo del norte de Siria), y respaldada por las Unidades de Protección del Pueblo (YPG/YPJ), la autonomía de Rojava era uno de los pilares que el Movimiento de Liberación de Kurdistán (MLK) lleva adelante a través de su paradigma de confederalismo democrático. La propuesta integral del MLK tiene al Estado turco como su principal enemigo.
La región de Afrin está conformada por alrededor de 380 aldeas y pueblos, y se ubica a 40 kilómetros de la ciudad de Alepo, la capital económica de Siria. Desde que comenzó la ocupación turca, los distritos donde más pobladores fueron desplazados son Jindires, Sherawa y Mabata. En esos lugares, familias enteras en las cuales los hombres integran grupos terroristas fueron trasladadas e instaladas en las casas abandonada a las fuerza por sus propietarios.
Con un territorio de 2033 kilómetros cuadrados, sobre la tierra de Afrin florecen miles de olivares, y la agricultura condensa la vida de sus pobladores. En medio de la guerra en Siria, al cantón habían llegado miles de desplazados internos, los cuales fueron acogidos por la administración autónoma local. Pero la paz en los valles y campos de Afrin saltó por los aires cuando las bombas turcas comenzaron a caer en enero de 2018.
Declaraciones del terror
“Me pidieron que secuestrara a mujeres, niños y niñas kurdos de las zonas y aldeas. Solíamos hacerlo de forma regular. A veces secuestramos entre 20, 40 o 50 mujeres y niñas por día, a punta de pistola. Cuando llegaban a los campamentos, esas mujeres eran distribuidas entre los combatientes del Ejército Nacional Sirio para ser violadas brutalmente. Yo violé a unas 20 niñas kurdas”. La declaración estremecedora es de Ibrahim Bashar Duika, un agente secreto de los servicios de inteligencia de Turquía (MIT), atrapado por las fuerzas de seguridad interna de la Administración Autónoma del Norte y el Este de Siria (AANES). Sus palabras confirman, una vez más, en modus operandi de las decenas de grupos terroristas respaldados por Turquía que operan en la región, y particularmente en Afrin.
Luego de ser arrestado, Duika, de origen kurdo, relató a la agencia de noticias ANHA cómo comenzó a colaborar con el MIT en varias áreas de Afrin desde marzo de 2018. El agente explicó que el MIT le pidió “que proporcionara información sobre las posiciones de los combatientes de las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS). Como resultado de esto, un bombardeo aéreo provocó la muerte de varios combatientes” de las FDS.
La declaración del agente de MIT es una entre muchas otras que, en los últimos años, medios kurdos reprodujeron luego de que las fuerzas de autodefensa desbaratar planes de atentados, secuestros y sabotajes a lo largo de Rojava.
El Kongra Star, la principal organización de mujeres del norte y el este de Siria, publicó recientemente el dossier “La mujeres bajo la ocupación turca. Feminicidio y violencia machista como práctica sistemática de la ocupación turca en Afrin”. En la investigación se recordó que “la Comisión Internacional de Investigación de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la República Árabe Siria documenta numerosos casos de crímenes cometidos en Afrin. Hay informes de arrestos, asesinatos, violencia física y secuestros, así como la práctica generalizada de saquear y apropiarse de casas de civiles, llevados a cabo por un elevado número de grupos armados que actúan bajo el paraguas del Ejército Nacional Sirio. Además, en las regiones bajo la ocupación turca, prácticamente a diario se producen tiroteos, explosiones de coches bomba u otros ataques con aparatos explosivos caseros, lo que ha provocado un gran número de civiles asesinados”.
En el dossier se puntualizó que desde que comenzó la invasión de Afrin hasta el 1 de junio de 2020, 99 mujeres fueron secuestradas, de la cuales 31 fueron liberadas luego de pagar rescates. En ese mismo período de tiempo, 13 mujeres fueron asesinadas por las fuerzas ocupantes. A esto se suma que desde la ocupación del cantón kurdo, al menos 1.564 mujeres fueron víctimas de algún tipo de violencia por parte de las fuerzas yihadista aliadas a Turquía.
La guerra por la tierra y el agua
El saqueo de tierras y cultivos es otra modalidad de los grupos ocupantes en el norte y este de Siria. La Organización de Derechos Humanos de Afrin (ODHA) publicó la semana pasada un informe en el que aseguró que desde el comienzo de la invasión al menos 500.000 olivos fueron talados, además de incendiar “grandes áreas de campos en la región”. A su vez, los yihadistas impiden que los pobladores acercarse a sus tierras agrícolas, algo que imposibilita el sustento de cientos de familias.
En declaraciones a North Press Agency, Fawaz Al Rahil, un ingeniero agrícola de Afrin, advirtió que “la tala de árboles en grandes cantidades amenaza los bosques de la región y puede afectar el medio ambiente”.
Mientras esto sucede, el gobierno turco utiliza el agua como arma de guerra. Los ríos Tigris y Éufrates son los principales caudales de agua dulce de Medio Oriente, y ambos cruzan por Kurdistán. En el caso de Rojava, Ankara corta el suministro del Éufrates para afectar a varias ciudades y pueblos. Este método se recrudeció en los últimos meses, en plena pandemia de coronavirus.
El 13 de agosto pasado, las fuerzas turcas cerraron la estación de bombeo de agua de Alok, bajo control de terroristas. Esto mismo había hecho repetidamente en marzo, abril y julio de este año. La estación de Alok se encuentra al este de la ciudad de Serekaniye y cuenta con 30 pozos, que pueden brindar a la población hasta 175.000 metros cúbicos por día y abastece a unas 800.000 personas. La estación además es la fuente principal para llenar los camiones cisterna que llevan agua a los campamentos de refugiados de Al Hol, Al Areesha y Washo Kani (o al-Twaina).
Sinam Sherkany Mohamad, representante de la AANES en Estados Unidos, publicó en los últimos días un artículo en Syrian Democratic Times, en el que explicó que “Turquía ha utilizado muchas armas para intentar destruir la sociedad democrática de Siria. Eso ha incluido facilitar y financiar grupos terroristas y milicias, lanzar ataques aéreos, e invadir y ocupar la región. La herramienta más reciente de su campaña se ha convertido en el agua, tan necesaria para la vida”.
La representante kurda recordó que “los ataques aéreos turcos también han tenido como objetivo las centrales hidroeléctricas y las represas que generan la mayor parte de la electricidad en el país. Esta estrategia tiene por objeto asediar y desestabilizar el territorio ocupado, privándolo de un recurso necesario para la supervivencia y la prosperidad”.
Como síntesis perfecta de la política turca para Rojava, Mohamad afirmó: “El objetivo de Turquía no es crear la paz, sino destruirla”.