Bajo la premisa de que los consumos problemáticos son la punta del iceberg, la asociación ABRA plantea la importancia de los vínculos personales. La clave: escuchar lo singular.
La asociación civil ABRA es una organización que trabaja en la ciudad hace más de siete años con los consumos problemáticos. Desde una perspectiva científica y con eje en los derechos humanos, abordan las consultas con terapias que se adaptan a la singularidad de cada sujeto o “sistema consultante”, como lo denominan técnicamente. “Nuestra idea es poder construir un cambio que sea de abajo hacia arriba y es ahí donde se construye esta organización. Nuestros trabajadores de la salud trabajan desde la transdisciplinariedad. Es decir que se borran los saberes y se conjugan una serie de posicionamientos y de intervenciones para poder ayudar a aquellas personas y su contexto que tienen un consumo problemático. Es clave que los trabajadores de ABRA puedan comprender que la problemática es compleja, que no existen tratamientos moldes”, afirma Osvaldo Chiarlo, director de la asociación civil.
ABRA funciona en San Jerónimo 2519. Pausa dialogó con Osvaldo Chiarlo para conocer más sobre los aportes que pueden hacer en relación a los consumos problemáticos.
—¿Cómo define ABRA un consumo problemático?
—La definición implica que tiene que haber un sistema consultante y ese sistema consultante no tiene que ser solo un paciente o consumidor, sino que tiene que venir con parte de su red, para definir qué es un consumo problemático. Yo te podría decir: “un consumo problemático es cuando la persona es consciente de que está afectando aspectos personales, aspectos familiares o socioculturales”. Pero es una definición teórica que cuando uno después lo lleva a la práctica clínica es muy difícil concretarla. Por ejemplo: un caso de un sistema consultante fue: terapia de grupo para dos hermanas (20 y 18 años) y terapia familiar cada cuarenta días con papá, mamá y ellas dos. El motivo de consulta era que los padres se habían enterado de que las hijas consumían marihuana. En la exploración también se vio que aparte del consumo de cannabis hubo episodios de intoxicación alcohólica. Ya esas intoxicaciones alcohólicas preocuparon más a sus padres. Pero cuando vos comenzás a hablar con las consultantes identificadas, cómo se las llama técnicamente, ellas refieren que no tienen problemas con sus consumos. No es que se emborrachan o fuman todos los días, ni todos los fines de semana. Entonces, si yo me tengo que ir a la teoría, tengo que decirles a ellas: “¿son consciente de que el consumir alcohol va a producir un daño individualmente en las células nerviosas y del aparato digestivo? Tal vez me puedan llegar a decir que sí. Pero si la persona no lo construye como un consumo problemático, entonces yo no puedo ayudar, no puedo construir el objetivo terapéutico. Las personas que consultan tienen que estar dispuestas a que nosotros ayudemos a hacer algo con ese consumo. Se parte desde ahí. Pero insisto, no hay una sola definición, sino que se construye en un campo donde los actores son un equipo de salud especializado y el sistema consultante, la persona que consume y quienes rodean a esa persona. Es ahí es donde se define qué es el consumo problemático.
—Se trataría de abordar la singularidad de cada persona.
—Eso es lo que intentamos. En la singularidad de estas adolescentes, si yo voy a la teoría y tomo la definición del consumo problemático “cuando comienza a afectar individualmente”, puedo comenzar a hacer intervenciones de confrontación: “¿Vos no sos consciente que fumar marihuana te va a generar una modificación a nivel neurobiológico o una afectación en las vías respiratorias?”. Si yo hago eso, estoy utilizando intervenciones ya obsoletas, anacrónicas; que inclusive no tienen base y fundamento científico, sino que corresponden más a un posicionamiento moralista o paternalista de un sistema de patriarcado de protección. Y no estoy aceptando, respetando y escuchando la singularidad. Si ellas comprenden eso que digo, hasta me pueden llegar a decir: “Sí, tenés razón. Yo soy consciente de que me modifica la neurobiología y de que puedo tener problemas en las vías respiratorias. ¿Y sabés qué? Elijo seguir haciendolo”. Y entonces, ¿qué hago ahí?
—¿Cuál creen ustedes que es el aporte que le hacen a la sociedad santafesina, como sistema innovador de terapia?
—A nivel micro, en relación a las intervenciones puntuales, el aporte que estamos haciendo nosotros, es poder establecer vínculos o procesos con la persona y no con el problema. Porque en los discursos profesionales se establece el vínculo con los problemas. Entonces, en esos marcos, a los sujetos les preguntan qué consumen, cuánto, con quién, dónde. En realidad el consumo es la punta del iceberg, siempre lo más profundo es lo que está debajo. El para qué es el consumo, más que el por qué. Entonces nosotros buscamos avanzar en ese camino de que si la persona no tiene adherencia al tratamiento, si no tiene efectividad, es decir, no puede dejar el consumo o no puede reducirlo, eso nos invita a nosotros como profesionales a pensar qué es lo que estamos haciendo que no está dando resultados. O qué es lo que no estamos haciendo que la persona está esperando y no lo puede poner en palabras. Porque los profesionales, en general, siguen con el guardapolvos del saber hegemónico, y si esa aplicación de ese saber no da resultado, le dicen a los pacientes que es por su culpa porque no tienen voluntad.
A nivel macro, nuestro aporte es sensibilizar, psico-educar a la sociedad santafesina y de alrededores sobre esta problemática, que tiene carácter de pandemia. Ya hay algunos autores que afirman que el consumo problemático o adicción empieza a ser una pandemia social. Entonces esto es un problema social, no es un problema individual. Y como problema social, al tener una cultura consumista, todos y todas somos vulnerables a desarrollarlo. En segundo lugar, que el problema del consumismo como cultura, no es solamente privativa de la droga ilegal, porque cuando se habla de adicción y consumos problemáticos, lo primero que se piensa es marihuana, cocaína, drogas sintéticas. También tiene que ver con drogas legales, principalmente el alcohol y el tabaco y ahora psicofármacos, por la gran campaña durante décadas de la industria farmacológica y los psiquiatras, principalmente, que como única intervención terapéutica usaban fármacos. Entonces hoy estamos teniendo problemas de automedicacion y dependencia, sin estrategia farmacoterapéutica. En tercer lugar, comprender que el consumismo también es una problemática que implica no solo sustancias: las compras, el juego, las relaciones, las redes sociales, el internet, también debemos incluirlas. Como cuarto punto, entendemos que al sistema sanitario hay que reorganizarlo. Como herederos del siglo XX, de la lógica prohibitiva-punitiva, la primera línea de intervención terapéutica para los consumos problemáticos es la internación. Entonces, de acuerdo a nuestra experiencia clínica y a nuestras investigaciones, que repararán lógicamente con la cientificidad actual, es que la primera línea de intervención es el tratamiento ambulatorio. Y que cuando uno tiene que internar a una persona debe evaluar cuándo, para qué y cómo lo vas a internar. Nuestro sistema sanitario en los consumos problemáticos en primer nivel no existe. Nadie te aborda una problemática en el primer nivel: es decir, en el primer contacto. Y si te lo abordan, lo hacen con intervenciones propias del siglo XX. Lo que hacemos nosotros es generar una capacitación para poder atender. En ABRA hacemos intervenciones del primer nivel sin ningún tipo de problemas.
—¿Cómo se desarrolla un tratamiento personalizado?
—En general, hay tres modalidades de tratamientos: de centro de día de media jornada, que son cuatro horas diarias, tratamiento de día de jornada completa, que son ocho horas diarias o tratamiento de internación en comunidad terapéutica hostal o neuropsiquiatría. Nosotros vamos fragmentando eso y desde el punto de vista de cuando hablamos de la personalización se trata principalmente de escuchar qué tiempo está dispuesto a ofrecer a un tratamiento el sujeto consultante, y en cuáles dispositivos esa persona se sentiría cómoda o qué tratamiento le estaría siendo útil para su meta terapéutica. Entonces muchas personas comienzan un tratamiento, por ejemplo, yendo a actividad física. Y cuando hay padres de por medio, que vayan al taller para padres. Y ahí no estamos hablando ni de psiquiatría, ni de psicología, ni de trabajo social. Después, otras personas consultantes entienden que yendo a la psicóloga y teniendo un dispositivo de red, que es donde se recluta a familiares, amigos, compañeros de trabajo, el tratamiento va a funcionar. Ahí se los invita a participar en una estrategia en conjunto de cómo poder ayudar y de qué manera la persona se sentiría ayudada para mejorar su calidad de vida. Pero la personalización básicamente es escuchar y confiar en lo que la persona te va a decir que le va a hacer bien. Y si después, por diferentes razones, no le hizo bien porque no pudo mejorar su calidad de vida, se re-diseña, se recicla la terapia y aprendimos todos.