Impávidos ante el dolor y la muerte, ciegos a la estadística, ocupados en la rosca chiquita del poder, envilecidos por sus propias mentiras, los negacionistas de la pandemia se lanzaron a una peligrosa cruzada que amenaza a toda la sociedad.
Ni siquiera el clamor del personal de salud los conmueve. Para ellos, todo se reduce a un juego de especulaciones políticas. Creen que avanzan casilleros, cuando todas y todos retrocedemos por su irresponsabilidad.
Los discursos que niegan la gravedad del coronavirus y las marchas anti cuarentena son la expresión más decadente de una elite que conserva un amplio poder de fuego pero perdió el mando político. No les importa la vida de los otros, ni la tarea de los médicos, ni el sufrimiento de los enfermos. Mucho menos el sacrificio diario de las personas afectadas por las medidas de restricción, a quienes pretenden representar con sus pataleos. El único objetivo que persiguen es horadar el abordaje de una crisis sanitaria inédita a nivel mundial con sus mentiras y sus zócalos de televisión por cable.
Desde las terapias intensivas de todo el país nos ruegan cuidarnos. El país ya superó el medio millón de contagios con más de 10 mil muertes. ¿Quieren acaso otras 10 mil muertes más? ¿Alguna vez se van a hacer cargo de todo el daño que generan?