El director del Hospital Cullen, Juan Pablo Poletti, evalúa cómo funcionó la cuarentena, el efecto paradójico de tantos días sin casos en la ciudad, la proliferación de peñas, la capacidad del nosocomio y su personal, sus propios miedos, la ola de coronavirus que se viene y el modo de frenarla.
El Cullen tiene la magnificencia de la arquitectura heroica de principios de siglo XX, bajo las miles de capas de reformas que padeció en sus 111 años. Hubo un tiempo en que la obra pública era tanto manifestación del poder del Estado como realización de una proyección del futuro. Cuesta imaginar una Santa Fe tan baja, chiquita, de barro provinciano, con gigantes como el Colegio Nacional, el Industrial, el Normal, el Iturraspe, el Italiano y el Cullen mismo, sobresaliendo como una apuesta que, luego, fue remachada a pura ampliación posmo, tabique de durlock, armarios de fibrofácil y avisos de papel diseñados en Word para enfrentar la avalancha de las necesidades.
El pasillo que lleva al despacho de su director, Juan Pablo Poletti, es una de esas manifestaciones de la historia. De un lado, la pared original del edificio, del otro, un separador para improvisar oficinas, instalado alguna vez y, ahora, consolidado hasta que otra modificación lo borre para siempre.
"Casi todos tenemos un conocido, algún vecino, algún amigo que está pasando o se enteró de que alguien tiene coronavirus. Y ahí nos empezamos a preocupar, ahí empezamos a llamar por teléfono, ahí empezamos a hacer consultas. '¿Qué hago, qué hice, qué puedo hacer?', y ya cometimos el error de no lavarnos las manos, no estar con tapabocas, estar en reuniones sociales. Llegó el momento de que cada uno sepa. Que vayan, trabajen, cumplan sus obligaciones y después se queden en su casa. Es clave que circulemos menos y nos quedemos en casa. Este partido lo juega también la ciudadanía, es clave que cumpla lo que el gobierno dice. Es clave aceptar que ahora es el momento de no contagiarse y quedarse en casa, sino, no va a haber sistema sanitario ni en Buenos Aires, ni en Rosario, ni en Santa Fe que aguante. Necesitamos cortar la circulación de contagios hoy, sino va a ser tarde para volver atrás", sentencia Poletti dentro de su despacho, intacto en sus características originales, aquellas que tuvo cuando Santa Fe atravesó otra pandemia, la de la Gripe Española, por 1918.
"Me preocupa la ciudadanía que no termina de entender la responsabilidad que tiene en este caso cada uno, individualmente", insiste Poletti. "La responsabilidad individual es en donde a mí me… me hace ruido", dice buscando una palabra que no encuentra. "Falta conciencia individual. La tuvimos en marzo, la tuvimos en abril y, ahora, justamente, es cuando más la tendríamos que tener".
–Justamente, a partir de fines de abril comenzó a crecer cada vez el pedido de flexibilizar las restricciones y a formarse lo que hoy es el discurso anticuarentena.
–Hoy decir que estuvimos encerrados al cuete en marzo o abril… La cuarentena enlentenció la curva, llegó más tarde y bueno, cuando empezaron a abrir... Se sabe que hoy por hoy el único remedio que existe es la cuarentena. Y se sabe que es imposible tener un país parado seis u ocho meses, no subsistiría nadie. Ahí está la brecha de decir, entre lo económico y lo sanitario, dónde está el límite. Yo creo que en Santa Fe en este momento se necesita bajar la circulación de gente de alguna manera. Tal vez no tocando la economía pero sí tocando lo social, lo psicológico, el divertimento. Lo que nos llevó a estar tres meses sin peña y ahora están todas juntas, y parece que, aunque esté prohibido, está liberado. Todo el mundo se junta, se festejan cumpleaños… No digo que sea fácil, digo que en este momento es clave que la ciudad de Santa Fe baje el ritmo de circulación. Al ritmo que llevamos de contagios, si nos seguimos contagiando en reuniones familiares o en la calle, podemos tener problemas.
–¿Eso tiene fecha?
–Este régimen de duplicación tiene una fórmula y si esa fórmula no se para es exponencial. Hay gente de Conicet que lo ha expresado en las redes, hay gente que hace sus propios cálculos, el Ministerio tiene los suyos y siempre se evalúa si hay cambio de fase.
–¿Cómo está el personal del Hospital para enfrentar la pandemia?
–El personal del Cullen ha asumido esto con responsabilidad y compromiso. Nosotros tuvimos que cambiar internamente muchas cosas, tenemos toda un área física de secretarías, de lugares donde duermen los residentes, que comparten muchas personas, y que hoy sería peligroso que compartan en el mismo horario. Tampoco contamos con tantos recursos humanos, necesitamos que el Hospital siga funcionando, así que cambiamos los horarios del personal, mucha gente tuvo que hacer cambios familiares. Es un sacrificio enorme el que está haciendo la gente de salud. El no Covid está sumamente presente: accidentados, heridos, traumas. Tenemos todos los días entre 12 y 15 accidentados que ingresan al Hospital. Estadística, lavadero, todo sigue funcionando. Si mandáramos la gente a la casa, no podríamos funcionar. Y bueno, la gente lo entendió. El empleado de salud pública, del Cullen en especial, le está poniendo el hombro, el compromiso y la responsabilidad de saber que nos tocó esta batalla y hay que darla.
–¿Usted tiene miedo de la situación?
–A ver… Yo tengo temor por mis hijos, no me gustaría contagiarlos, Tengo temor por mí. El temor que se tiene a lo desconocido. Como Hospital estamos organizados para dar batalla sin que nos supere. Ahora, si la gente afuera no nos ayuda va a ser difícil: ¿por qué no colapsaría el Cullen si ha colapsado España, Inglaterra, Italia, con sistemas de salud que son muy buenos? Y por más que en Santa Fe tengamos un buen sistema de salud, si no hacemos las cosas bien va a llegar un momento… La estadística está: si tenés 100, hay 15 o 20 que van a necesitar internación. De eso, hay dos o tres que van a necesitar terapia. Si vos tenés mil, van a necesitar 200 en internación y 20 en terapia. Y el número de camas se te va a achicando. Esa es la realidad de hoy, lamentablemente. Pero bueno, yo soy optimista, estamos bien organizados, el Hospital está bien organizado. A nivel Ministerio de Salud, en insumos estamos bien.
–¿Cuántos hijos tiene?
–Cuatro, de 18, 16, 13 y 9 años. Los más grandes están sufriendo mal. Por ser los hijos del director más, no hacen nada que no esté permitido. No fueron a ni una reunión social, nada. Sus amigos van todos.
–¿Y qué le diría a los amigos de sus hijos?
–Que respeten todo… pero depende más de los padres. A los adolescentes alguien los deja ir. Son los grandes, no le echemos la culpa a los chicos. Son los grandes los que tienen que poner límites y los grandes no nos ponemos límites. Hay peñas, hay de todo. Todavía la gente está descreída. Mirá por la ventana y vas a ver cuántos con barbijo y cuántos sin barbijo hay. En Santa Fe tuvimos 100 días sin casos. Lo que parecía que era un logro nos jugó a que la gente creyera que acá no iba a venir nunca y ahora descree. Descree que esto pueda ser grave, creen que es una gripe y nada más.