Cruda advertencia de los médicos ante el avance del coronavirus: “Se va a morir gente sin atención”. ¿Los vamos a escuchar o tenemos que esperar otro millón de contagios?
La pandemia del coronavirus escaló a tal velocidad entre los debates por las restricciones y las aperturas económicas, entre el doble impacto en el bolsillo y en la cabeza de las personas, que cuando la Argentina superó el millón de contagios –el lunes 19 de octubre– la noticia pasó casi desapercibida. Más de 27 mil muertes en solo siete meses no lograron conmovernos. Ni siquiera el colapso inminente del sistema de salud parece interesarnos, en una suerte de negacionismo social igual o más peligroso que el virus.
Pero, ¿qué va a ocurrir mañana, la semana que viene, el próximo mes, cuando los hospitales y sanatorios no den abasto? Las médicas y los médicos, exhaustos en la primera línea de contención, lo vienen advirtiendo desde hace meses. No los escuchamos entonces y ahora tenemos un millón de personas infectadas. ¿Los vamos a escuchar esta vez o tendremos que esperar que los cadáveres se acumulen en los camiones frigoríficos, cuando las morgues estallen, para entrar en razones?
En el epicentro de la pandemia, Rosario suma más de mil casos nuevos por día. Desde allí los contagios se expanden por el sur santafesino y las provincias de Córdoba y Entre Ríos. El litoral es la nueva zona roja y no hay ninguna certeza de que el sistema de salud –la infraestructura, pero sobre todo el personal– vaya a aguantar mucho más.
El mismo día que nuestro país superó el millón de contagios, la secretaria general de la Asociación de Médicos de la República Argentina (AMRA) seccional Santa Fe, Sandra Maiorana, hizo una descripción que exime de cualquier agregado: “Tenemos muchos compañeros internados con respirador. El riesgo en el que estamos es altísimo y los que se están recuperando quedan con secuelas. Están muy cansados, no están en condiciones de volver a trabajar. Cada vez queda menos personal de salud para atender a una población que cada vez se enferma más. Rosario está estallando. Es el peor lugar de la provincia, tenemos casi la mitad de los casos. No hay donde derivar un paciente. No hay camas en terapia. Yo puedo decir que se va a morir gente sin atención si siguen los contagios en aumento. Hay que volver atrás, si no nos va a pasar lo de otros países con pacientes en la calle porque no hay donde tenerlos”.
Triunfó el modelo porteño
En la Argentina no hay una segunda ola de contagios, como en los países europeos: estamos en una curva que asciende en forma sostenida hacia una meseta altísima.
En poco más de dos meses –desde fines de julio a principios de octubre–, nuestro país pasó de ser ejemplo mundial a tener la cifra más alta de muertes por millón de habitantes, en términos diarios. Entre agosto y septiembre sobrepasamos a países que estaban en una situación mucho más comprometida que la nuestra: Alemania, Canadá, Francia, Holanda, Suecia y Colombia han quedado por debajo de Argentina en la tasa de muertes por millón de habitantes.
El modelo de Horacio Rodríguez Larreta –primero abrimos, después vemos– se impuso en todas las provincias y le torció el brazo al gobierno nacional. La presión social fue de la mano con la malaria y el empuje de las pantallas nacionales, que celebraron cada nueva apertura que se dio en la Capital Federal, el lugar que nunca volvió a la Fase 1 cuando era crucial hacerlo.
La mención no es vana. El impacto de la pandemia fue extremo en la principal ciudad del país y, sin embargo, allí es donde se viven con mayor normalidad las aperturas. Si toda Argentina tuviera la tasa de contagios de la Ciudad de Buenos Aires ya estaríamos por los 2.034.385 contagios, no en el millón actual. Si sucediera lo mismo con la tasa de muertos, habrían fallecido 62.408 personas, no 26.176 (el dato es del lunes 19).
Así expresados, son números fríos. Pero detrás de cada cifra hay personas y familias enteras que sufren la muerte de un ser querido. Ojalá no nos resulte indiferente. Todavía estamos a tiempo de cambiar el final de esta historia.