Manipulación genética y agrotóxicos, directo al pan: el trigo HB4, resistente a la sequía, es un nuevo hito de un modelo que alimenta a base de contaminación.
Si Brasil lo autoriza, el primer trigo transgénico del mundo se podrá cultivar y vender en la Argentina. Se trata de una semilla modificada genéticamente para tolerar la sequía y para resistir al herbicida glufosinato de amonio, un agrotóxico más potente que el glifosato.
El Ministerio de Agricultura de la Nación, el pasado 9 de octubre, autorizó a la empresa Indear S.A. (del grupo Bioceres, con sede en Rosario) a comercializarlo siempre y cuando Brasil, uno de los principales compradores del trigo argentino, autorice su importación.
La humanidad se encuentra, entonces, a un paso de comer pan y fideos transgénicos. Y he aquí el primer obstáculo para Bioceres: los mercados. O más bien, las personas en todo el mundo que prefieren no consumir alimentos manipulados genéticamente.
Tal es la resistencia que las principales cámaras y entidades del agronegocio del país –incluidas la Sociedad Rural Argentina, la Bolsa de Comercio de Rosario y las Bolsas de Cereales de cinco provincias– advirtieron de inmediato sobre el “riesgo económico extraordinario” de comercializar un producto rechazado por los consumidores. Y alertaron sobre el “daño irreparable e irreversible” que causaría al mercado del trigo argentino.
Las quejas llegaron también desde Brasil. La cámara Abitrigo, que agrupa a la industria molinera de ese país, expresó su rechazo en un comunicado en el que afirman: “No hemos identificado ningún movimiento en la demanda de los consumidores brasileños por soluciones transgénicas; por el contrario, existen manifestaciones publicadas por asociaciones de consumidores con restricciones al uso de estos productos transgénicos”.
La autorización del TrigoHB4 (así es su nombre comercial) se da en un contexto en que el gobierno argentino, ante la necesidad de dólares, refuerza la política agroexportadora basada en la producción de commodities a gran escala. En los últimos meses se creó el Consejo Agroindustrial Argentino, se anunció un acuerdo con China para instalar mega criaderos de cerdos (suspendido hasta el momento por la resistencia social) y se oficializó un plan para producir 200 millones de toneladas de cereales, oleaginosas y legumbres para 2030.
Glufosinato de amonio
Además de la modificación genética para tolerar la falta de agua, este trigo fue manipulado para resistir al herbicida glufosinato de amonio. De acuerdo a estudios realizados por investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), este herbicida es genotóxico y neurotóxico.
Al trigo que hoy se consume ya se le aplican numerosos pesticidas para combatir insectos, hongos y malezas. Para el caso de las malezas, se usan diferentes herbicidas según el tipo de “yuyo” a atacar. El nuevo trigo busca reemplazar todos ellos por uno solo, el glufosinato. Este es un herbicida de contacto o “touch down” (toca y voltea), de amplio espectro y no selectivo, es decir, que mata todas las plantas que no sean resistentes. Similar al glifosato, pero más potente.
El glufosinato empezó a usarse a medida que las malezas comenzaron a hacerse resistentes al glifosato. Por naturaleza, las plantas generan resistencia a los venenos. El resultado es que hay aplicar más cantidad de agrotóxico o cambiar por otros más fuertes. Se espera, por lógica, que en el futuro las malezas también desarrollen resistencia al glufosinato de amonio.
Investigadores del Laboratorio de Ecotoxicología de la UNL demostraron, en estudios publicados en 2013 y 2014, que el glufosinato es neurotóxico y genotóxico en anfibios.
“Neurotóxico quiere decir que inhibe la transmisión del impulso nervioso. Y genotóxico es cuando una sustancia o formulado afecta la división de las células”, explicó el investigador Rafael Lajmanovich, titular de la Cátedra de Ecotoxicología de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la UNL y coautor de los estudios.
El equipo realiza los experimentos con ranas y sapos porque –explican– son uno de los organismos indicadores más sensibles del planeta. “Los anfibios son muy útiles para los estudios ambientales porque tienen en su desarrollo, sobre todo en su desarrollo hormonal, grandes homologías con el desarrollo de todos los vertebrados, inclusive el ser humano. Entonces es muy útil estudiar estos animales como indicadores ambientales. Nos dan alertas o alarmas de lo que le podría pasar a la población humana”, explicó Lajmanovich en una exposición virtual, el pasado 15 de octubre.
25 años después
En caso de confirmarse la autorización, este trigo sería el transgénico número 62 que se comercializa y cultiva en la Argentina. Los otros 61 son en su mayoría soja y maíz; en menor medida, algodón, papa y alfalfa.
En todos los casos, estas tecnologías se presentaron como una supuesta solución para mejorar el rendimiento de las cosechas con menor utilización de insumos. Se suponía que iban a demandar menos agrotóxicos para combatir las plagas, ya sea porque la modificación genética incorpora directamente la propiedad insecticida a las plantas o porque las hacen resistentes a herbicidas de amplio espectro. En los últimos años, se sumó también el argumento de que se adaptan al cambio climático.
Así es como Bioceres promociona su TrigoHB4. En todas las comunicaciones, destaca la propiedad de tolerar la falta de agua y relega a un segundo plano la resistencia al glufosinato de amonio.
Ante la consulta de Pausa, la empresa explicó que la resistencia al herbicida se agregó por una cuestión comercial, para hacer más atractivo el producto en el mercado. Pero que Bioceres no fabrica ni vende ese agrotóxico. “Nosotros no lo vendemos ni propiciamos su uso”, dijo Gabino Rebagliatti, gerente de Comunicación Corporativa. “Hoy al trigo se le aplican muchos herbicidas y empezó a haber resistencias, yuyos que no se mueren. Entonces, en vez de usar tantos herbicidas, creemos que es más favorable para el ambiente y la producción usar este nuevo, que reduce la cantidad que se aplica”. Al preguntarle por la posibilidad de que las malezas se vuelvan resistentes al glufosinato, dijo que eso tendría que responderlo un agrónomo.
En cuanto a la tolerancia a la sequía, Rebagliatti aclara que esto no implica que el trigo va a poder cultivarse en zonas donde no llueve, como la Puna, sino que mejoraría el rendimiento ante la falta de agua en regiones donde ya se cultiva. Y podría, eventualmente, sembrarse en algunas zonas de San Luis o Salta. “Si no llueve durante 15 días, se activa el gen del girasol (que es el que se introdujo a esta variedad de trigo) que hace que la planta aguante un poco más. Pero si no llueve en seis meses, no. Esto no es magia. El agua es el principal recurso de la agricultura”.
La empresa afirma que sembró 6000 hectáreas de trigo transgénico en distintas provincias de la pampa húmeda: Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires. Ante la consulta sobre dónde se encuentran esos cultivos, respondieron que no pueden decirlo. Sobre la posibilidad de que ese trigo contamine a los trigos no transgénicos, responden que aplican procedimientos para que eso no ocurra.
Walter Pengue es ingeniero agrónomo y doctor en agroecología. Desde el punto de vista agronómico –explica– lo que se prometía hace 25 años con estos paquetes tecnológicos no se cumplió. Por el contrario, generó malezas resistentes, sumado a los daños ambientales y de salud.
“Esto no nos parece un proceso empresarial de avanzada, sino más bien temerario”, afirma Pengue. “25 años atrás se decía lo mismo. Hoy llega este transgénico detrás de una perspectiva positiva que puede ser la lucha contra la sequía. Pero lo que está detrás de eso es la liberación de un nuevo evento (transgénico) resistente a un herbicida que vendría a reemplazar a uno ya agotado por las compañías, que es el glifosato”.
Invento nacional
La mayor parte de los transgénicos aprobados en el país fueron desarrollados por multinacionales como Monsanto (hoy Bayer) o Syngenta, que al mismo tiempo fabrican y venden los agrotóxicos. En este caso, el gen HB4, resistente a la sequía, fue descubierto y desarrollado por un equipo liderado por la investigadora Raquel Chan, directora del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (IAL, CONICET-UNL). El financiamiento fue provisto por Bioceres, de capitales originalmente nacionales.
Para los consumidores, para quienes viven cerca de los cultivos o quienes habitan áreas desmontadas, que sea nacional o extranjero no modifica en absoluto el panorama. Los impactos son los mismos. Así lo manifestaron más de 150 asambleas vecinales, ONGs, organizaciones sociales y campesinas, redes de académicos y cátedras libres de universidades, entre muchos otros grupos, en la carta “¡Con nuestro pan No!”, en la que explican 20 razones por las cuales rechazar el TrigoHB4.
Entre ellas, indican que este modelo de agronegocio basado en transgénicos y herbicidas es uno de los principales responsables de los incendios, desmontes, desalojos de comunidades, contaminación del agua y el ambiente. Sobre las fumigaciones, advierten: “El trigo es un cultivo de invierno. Hasta ahora, las fumigaciones masivas con agrotóxicos se circunscribían a las temporadas de primavera y verano (aunque también se aplican a finales del invierno como “barbecho químico”). La aplicación del glufosinato de amonio dará lugar a fumigaciones con este herbicida altamente tóxico en invierno, cuando es aún mayor la susceptibilidad a contraer enfermedades respiratorias”.
Y afirman: “Avanzar hacia una producción agroecológica libre de venenos y transgénicos es el principal desafío que hoy tenemos como humanidad”.