Sueño mucho con casas. Siempre que puedo practico el sueño lúcido, que es ése al que uno puede volver para soñar otra vez, cambiarlo, ampliarlo. No siempre me sale, pero cada noche me acuesto pensando en que voy a recordar mi sueño y que voy a escribirlo.
Algunas regularidades en ellos son las casas: camino por la casa donde crecí, sobre todas sus estructuras, no tienen techo. Antes la casa se inundaba o sufría terremotos, grietas, roturas insalvables, pero ahora camino sobre sus estructuras, hago equilibrio en los tapiales, miro el paisaje alrededor. Le doy charla a los vecinos. Siembro una huerta y florecen flores de tallos largos y rojos, repollos, toda la gama de los verdes se expande. Versiones anteriores del mismo sueño eran pesadillas: misma casa, temporada años ochenta, un ventilador andando con sus aspas gigantes me perseguía alrededor de la mesa familiar; temporada años noventa y dos mil, una virgen negra y poderosa llamada Isabel o Madre se esconde en las profundidades de la pieza del fondo, del altillo o del sótano.
En pandemia estoy haciendo un poemario sobre sueños. Es difícil encontrar un tono que dé lugar a la frescura terrorífica, al dorado bienestar o a ese compost de inquietud de un sueño. Lo único que tengo claro es que un sueño continúa en la vigilia, se mete en el cuerpo y en las horas que habremos de vivir en el día y que, en mi caso, recordar y escribir un sueño me permite cambiar sus efectos o demorarlos.
Ya no anoto lo soñado, voy recordando en la vigilia: cómo era o qué pasó entonces, qué tenía puesto o qué dijo. Sueño con serpientes, dice Silvio Rodríguez en la canción; yo sueño con casas, canciones y personajes. Transcribo esta playlist corta: Gallo rojo, gallo negro con la voz de los Olimareños; la marcha de San Lorenzo (¿la más linda de las marchas, de narrativa esplendente?); Región Central de Rosario Bléfari; Canción para los días de la vida de Spinetta; Sable Chino de Fito Páez; Afuera de Caifanes; el Feliz cumpleaños; Aborto legal en el hospital, popular feminista tercera ola; Samba Lele, popular Brasil; Ay, amor de María Marta Serralima. A veces aparecen también personajes famosos: David Bowie, Marilyn Monroe, Dorian Grey.
Pienso que para escribir sobre sueños hace falta hacerse amigo de lo desconocido, recorrer esas geografías posibles. Transcribo el crudo de uno de los poemas, casi sin corregir:
DORIAN GREY ES LORD BYRON Y TAMBIÉN BÉCQUER
En la casa hay un cuadro que se refleja a sí mismo,
cambia de un movimiento a otro el cuerpo pintado,
es un retrato. Me arrimo a verlo y en su encenderse y alejarse,
el varón que se asoma viste siglo diecinueve,
cuellos y tules y un traje amarillo mostaza y terciopelo.
Entre las luces de la casa parpadean las sombras del verano,
de las hojas de parra sobre los mosaicos arabescos.
Por esas señales sé que puedo avanzar en este sueño.
En esta casa familiar cuyo sonido es
la llegada de las visitas, ese instante
en que se roza el olor de otros,
y las voces elevan agudos atemperados,
y los labios se abren para recibirse,
y hay una fiesta con carne y vino en el patio,
en esta casa, suena una chamarrita de fondo
que hace mecer las hojas de la parra
sobre las manos que hace un rato hicieron
la faena de cortar en cuartos los animales.
El cuadro o su retrato y doble mira
asombrado y lejos, mortecino.
Lo invitamos, sale de allí flotando
y se acerca a nosotros, nos rodea,
hace frufrú entre uno y otro comensal.
Me dan ganas de besarlo, pero es un ser antiguo,
no pertenece al sol sino a su cuadro.
Cada vez que me mira me dice lo sé.