Soy Cicloviajera: una comunidad que visibiliza a las mujeres que pedalean por el mundo.
Por Guillermo Capoya
Desde hace tres años, la barilochense Ayelén Posse no concibe otra forma de viajar que no sea en dos ruedas. Es que “el asombro viaja en bici”, asegura y a pesar de que parece estar todo dicho, agrega: “Es muy poderoso sentirse y ser el propio motor de un viaje, el cuerpo en movimiento es parte de la naturaleza, se perciben todos los momentos climáticos del día en la piel, en el rostro. Es una experiencia superadora a todos los modos de viaje que conocí”.
En el 2017 atravesó, con su amiga y referente Iria Prendes (Una Vida Nómada, en redes) caminos de montaña, bosques húmedos, lagos, playas, glaciares, ríos caudalosos, y cuevas de mármol. “En los siguientes tres años fueron los viajes en bici mis mejores planes para las vacaciones de verano en la Patagonia, principalmente por parques nacionales y cruces andinos poco transitados. En el invierno hice viajes cortos en el NOA. Elegí viajar sola, por el placer de llevar mis tiempos, los planes, las distancias”.
Derecho al goce
—¿Ves ciertos prejuicios en los demás cuando decís cómo viajás?
—Viajar sola para una mujer o disidencia sigue siendo un desafío. No sólo por todas las violencias y femicidios que están sucediendo, sino porque la sociedad se continúa preguntando si vas a poder sola, qué hacés si se te rompe la bici, cómo hacés para no tener miedo. Cuando contestás lo más básico y entrás en una conversación honesta, desde la propia experiencia, te terminan diciendo: “Ojalá tuviera el coraje de intentarlo algún día”. Y lo único que hace falta es la simpleza de iniciarlo. Todo se irá acomodando para que sea el primer viaje de tu vida. ¿Acaso las mujeres en el 2020, también tenemos que prescindir del goce de viajar dónde y cómo se nos cante? Existe una inequidad en el derecho a circular y a movernos por nuestros medios. Lo tenemos difícil en muchos aspectos, desde los más sutiles: ¿cómo gestionás la menstruación mientras viajás?, hasta los más brutales: ¿cómo te defendés de alguien que te quiera atacar? ¿Cuántos hombres tuvieron que responder esa pregunta en sus viajes en solitario? En este sentido, se conoce por las estadísticas que la violencia de género sucede en un porcentaje mayor dentro de los mismos hogares y de círculos cercanos a la víctima. De todas formas, cargamos con la pregunta: ¿llegaré viva a casa?
—¿Qué estrategias de autocuidado sugerís?
—Sin entrar en pánico constante, las estrategias y herramientas para el autocuidado que se me ocurren son: informarse y ser parte de una red de apego y contención. En ese sentido, Soy Cicloviajera es una comunidad en Facebook que nació en enero de 2017, el día que salimos por carretera Austral, para visibilizar las experiencias de mujeres en el mundo que están viajando en bici, solas, con sus familias, con sus mascotas… Ahí se encontrarán diversas experiencias de viajes contadas en primera persona. Compartimos consejos, preguntas, consultas, ideas sobre nuestros viajes en bici.
Por otro lado, es importante dar información constante sobre la ruta planeada, y dar los tiempos aproximados del recorrido, tener en cuenta cuando pasamos a sitios donde no hay conexión telefónica o wifi, dejar en primer contacto agendado a un número de familiar, anticiparse en grandes ciudades con personas de confianza que te esperen, o tener la info de otros viajeros para entrar por la ruta más segura. Evitar horarios y espacios inseguros, ser cautas, y mantenerse siempre atentas.
Vamos a la ruta
—¿Qué circuitos recomendás para empezar?
—Siempre es bueno iniciar con las propuestas más conocidas y cercanas a casa. Hacer un viaje de fin de semana, en lo posible saliendo de la puerta de casa ya pedaleando. A la bici que tengamos cómoda y ya conocida, hacerle una revisión general de mantenimiento. Programar una ruta de dos o tres días puede ser un buen comienzo. Pedalear un día, descansar el segundo y volver el tercero. Según el interés de cada persona, se planeará el destino y la ruta. No siempre es lo mejor ir a los “paisajes populares”. Pienso que por el Covid 19 se abrirán posibilidades para que cada persona sea creativa en buscar sus destinos. Caminos más rurales, ir hasta un lago, laguna. Desde Bariloche hay muchísimas rutas y alternativas.
En cuanto al equipo, en mi caso lo fui armando y mejorando en cada viaje. Lo mejor es tratar de empezar con lo que se tiene y luego concentrarse en la calidad y no en la cantidad. Hay muchos tips para que el viaje sea autosustentable y auténtico. Pero todo eso se logra empezando y escuchando la intuición. Cada día es una oportunidad única, por los paisajes que una atraviesa. Con cada momento del día y por las personas que se conocen, las historias se suceden. Hay rutas más concurridas que otras, lo importante es trazar el propio recorrido, no exigirse demás, saber frenar para descansar, elegir buenos sitios para acampar, llevar lo imprescindible para alimentarse bien.
—¿Qué sensaciones recordás de las pedaleadas solitarias?
—Son miles, pero siempre cuento que, en un cruce a Chile no muy transitado, estaba sola e inmersa en un bosque frondoso en el punto más alto de la cordillera, rodeada de pájaros carpinteros gigantes. Fue un regalo contemplar la luz del sol, los movimientos de los árboles, los sonidos del bosque, esa inmensidad de vida. Son instantes donde podés estar cansada, pero frenás y te recuperás: no podes creer ser la única espectadora de tanta vida, y lo mejor es que pasás casi inadvertida por ese entorno. También eso es clave, es una manera de honrar esa vida.
—Viajando “lento” se conocen más en profundidad los lugares y se siente la buena onda de la gente. ¿Qué rescatas en ese sentido?
—Viajar en bicicleta genera conversaciones espontáneas entre las personas, es lo más lindo. Cuando llegás a un pueblo se mira hacia atrás esperando ver un pelotón de ciclistas. Y no, no hace falta, una sola puede moverse en bici, adonde sea. Suceden encuentros auténticos en los espacios públicos: en las plazas, en la salida del mercado. A veces las infancias son las más abiertas y próximas a compartir, a conversar. Te preguntan de todo, suceden juegos muy sencillos y también preguntas muy profundas. La bici siempre abre el juego y la magia sucede. Terminamos conversando con toda una familia, te invitan a sus hogares, te relatan sobre sus primeras experiencias pedaleando, si saben andar, a qué edad y con quién aprendieron. Se genera un intercambio espontáneo y auténtico, se conversa sobre las historias de la familia, los miedos y temores de las mujeres por no sentirse seguras o apoyadas para viajar solas.
Es una experiencia que recomiendo, para empezar acompañada o no, hay una comunidad enorme de mujeres y disidencias, que acompaña, escucha y conversamos acerca de las inquietudes, miedos, recomendaciones, estilos de viajes. Somos muches quienes elegimos este lujo del “viaje más simple y lento”. Realmente los sentidos se agudizan, la intuición está a flor de piel, el agradecimiento a la vida se expande cada minuto, en cada pedaleo. Algo que me preguntan siempre es si entreno y explico que no soy deportista. La clave está en planificar la ruta gradualmente y no cargar cosas demás. Un viaje en bici te permite conocer otras realidades, humaniza los espacios, no hay barreras en la comunicación. Podés ser protagonista de paisajes impensados, que no accederías en coche o en bus y que no generan casi nada de impacto ambiental. Eso es único.