—Buenas, ¿cómo anda?
—Tratando de escapar al mandato compulsivo de tomar deuda.
—Ah, se quiere ir de vacaciones. Así cualquiera, te agitan la bandera revolucionaria y después quieren privilegios. Todo quieren, menos trabajar. Prueben con levantarse temprano y tratar de sacar el país adelante.
—Pero… si la última vez que madrugó fue para sacar un turno en el hospital.
—Es porque trabajo de noche.
—Mejor no pregunto.
—El trabajo no entiende de horarios. Queremos más república, mayor respeto por la constitución y libertad. ¡Libertad, libertad! Oíd el ruido de rotas cadenas.
—Disculpe que lo interrumpa, no lo veía tan emocionado cantando el himno desde la final del Mundial 2014. A usted que tanto le gusta agitar la constitución. Me voy a tomar unos minutos para leer lo siguiente: “El trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador: condiciones dignas y equitativas de labor, jornada limitada; descanso y vacaciones pagados; retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración por igual tarea; participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección; protección contra el despido arbitrario; estabilidad del empleado público; organización sindical libre y democrática, reconocida por la simple inscripción en un registro especial”.
—No sé a qué se refiere.
—Es el artículo 14 bis.
—¿Y cómo sé que no es fake news?
—Puede comprar la constitución. Corrobora y listo.
—Bueno, la constitución es como la biblia… Hay partes en las que se contradice.
—¿Pero estamos de acuerdo en los derechos que plantea?
—Para nada, parte de la decadencia de los últimos 60 años. Queremos resolver problemas del siglo XXI con herramientas del siglo XX pensadas en el siglo XIX. Hay que actualizarse. Hoy App y todo digital. ¿A quién le vas a hacer paro? ¿Al Smartphone?
—Luego de escucharlo, pienso que después de echar un vistazo a este planeta, un visitante de otro mundo diría: quiero ver al gerente.
—Si hoy bajan los marcianos no le daríamos ni bola.
—Mire cuando digamos, se acuerda de la crisis del 2001… Qué boludez.