Pasan las semanas, los meses y la sensación de reseteo invade hasta al más colgado. El humo de las quemas puede entrar por la ventana, la ceniza no caer desde tu cigarro y el Covid vuela hasta saturar la última cama, pero no parece haber muchas soluciones posibles, al menos que tu capacidad de lobby sea intensa. Ese conjunto de cosas que percibimos se parece o se asemeja a una remake de Blade Runner pero en Arroyo Leyes, un día de mucho calor con la luz cortada y sin hielo en el freezer. ¿Podría ser peor? Sí, vivir hacinado en una casa de 3 x 4. No tener laburo y estar de cara. Aparentemente nadie le está encontrando la vuelta a esta historia o se pasa de rosca. Al menos si la cosa gira entre marcha y contramarcha, marcha. Grito con grito y chanchos que tiran soja al techo.
Incluso aquellas personas de conducta intachable, las que paraban de pecho todo atropello a la salud pública, hoy esos bielsistas de la ASPO ya empiezan a mirar con ganas el cuadernito de la Pato y Bolso. Y no es para menos, el partido no termina nunca. Ya no te quedan cambios y pasás por un bar y sentís que te tiran a la cancha sin preguntar si querés entrar. Qué dirá la nueva ola empapada de champán.
Y si esto no termina nunca, ¿cuál sería la estrategia para vivir sin morir y producir en el intento?
Quizás no deberíamos perder la brújula y no cambiar la idea, seguir atando nuestro arado a una estrella y si naciste pobre que no mueras pobre...
Es mucho más tranquilizador echarle la culpa a un chino o pensar que detrás de todo esto hay un grupo de personas que hacen jugadas de ajedrez global y que tienen todo, pero todo fríamente calculado. Un TEG universal sin Kamchatka donde las petroleras tiran los dados, Soros mueve las fichas y en el Silicon Valley arman un algoritmo para que incluso en nuestros sueños tiremos algún like y rolemos pantallas luminosas pedaleando entregas a domicilio. En el fondo toda teoría conspirativa tiene un dulce sabor a previsibilidad que nos permite hacernos poseedores de un secreto que no todos pueden saber. La realidad suele devolvernos un desencanto más caótico, donde los precios suben, tener un salario es un privilegio y una casa propia (salvo que la heredes) es un cuento de Disney. Sí, cada día que pasa mientras estás preocupado por el dólar que no vas a comprar, sos más croto. Irte de vacaciones incluso a la costa santafesina puede ser lo más parecido a proyectar una escapada a un all inclusive en el caribe mexicano. Casi un take away pero con más mosquitos, el mismo calor y sin algas. La culpa es de Garay, que seguramente era reptiliano.