En el episodio “Near-Death wish” de la serie animada Futurama, vemos al muy anciano Profesor Farnsworth enfrentar cara a cara a su irremediable destino: ser llevado a la “Estrella cercana a la muerte” por haber cumplido 180 años y ser conectado a una suerte de gran usina para que su cuerpo sea utilizado como batería mientras su mente reposa en un mundo supuestamente feliz hasta el infinito y más allá. Ante la estupefacción de Fry, Leela dice que es el lugar donde llevan a los viejos a que sigan produciendo y que la idea la sacaron de una película muy famosa del siglo XX: The Matrix. Al cristianismo le gusta esto.
Dicho lo anterior, quiero decir que no es que esté a favor del retiro obligado e involuntario de los viejos, pero sí que veo con muy buenos ojos el derecho a un retiro digno. Digamos que no hay que llegar a viejo y listo. Ojo, que si por mí fuera viviría 500 años, pero sin llegar a viejo, así que esto no es una llamada a la eutanasia masiva. Vivir mucho, onda vampiro… Pero de las películas “Entrevista con el vampiro” o “Lost Boys”: siempre jóvenes o pierde la gracia. No quiero pasar siglos postrado en una silla de ruedas. O en pañales.
¿Y qué es llegar a viejo? Ojalá lo supiera. En primer lugar, dudo que sea algo definido solamente por la edad. No creo que tenga que ver con una cuestión meramente natural o biológica, en definitiva. Tampoco creo que sea solamente una sensación personal. Yo me siento viejo cuando me doy cuenta que no camino tan rápido como hace cinco años y no por eso soy viejo. No puede reducirse, quiero decir, a la autopercepción. Es un concepto complejo, claramente, al igual que la juventud.
No quiero imponer dogmas ni reglas de conducta, es decir, no quiero comportarme como viejo y decirles lo que tienen que saber o hacer, mijos. Pero sí creo que en la definición de la vejez se involucran los dos aspectos centrales con los cuales la cultura occidental define a las y los humanos: cuerpo y mente.
En primer lugar (y asumo el carácter completamente opinable y discutible de lo que sigue) llegar a viejo, para mí, es que las y los demás sientan que por mi estado mental producto de la edad no sea una persona confiable. Un ejemplo: que estén pensando todo el tiempo en si me olvidé prendida la hornalla de la cocina y me fui a dormir. En segundo lugar, que no pueda controlar el cuerpo producto de la edad. Léase: usar pañales. En resumidas cuentas, que no pueda vivir solo por voluntad propia. A los libertarios les entristece esto.
Así como estamos acostumbrades a repetir que nadie elige nacer, deberíamos naturalizar también que nadie elige cagarse encima. O perderse en el espacio y tiempo sin ayuda de narcóticos. No sé si es digno o no hacerlo, pero estoy convencido de que yo no quisiera tener que experimentarlo. Imagino que muches sentirán parecido, así que en ese sentido podríamos llegar a compartir una primera idea de lo que es llegar a vieje.
Por supuesto hay mejores y peores maneras de sobrellevar ser vieje. Como en la Matrix de Groening, con el dinero se conquistan libertades, tanto en el más acá como en el más allá. Y sí, la vejez también es un privilegio de clase. Si bien no hay empresa offshore que te salve del Alzheimer, no es lo mismo ser un viejhippie con OSDE que ser viejo con PAMI. O ni siquiera eso y quedarse afuera del chiste.
El capítulo de Futurama muestra un poco de esto. El papá y la mamá de Farnsworth “viven” en un geriátrico público muy al estilo de los que vemos en Better Call Saul: ancianes aburrides mientras un cowboy anima el martes de bingo en el asilo. Se ve que el primer mundo no es tan distinto al nuestro y les viejes en el norte también son un gasto o, en otras palabras, una pérdida de tiempo.
La familia también es un factor determinante en la calidad de la vejez. No es lo mismo ser vieje con o sin hijes; o, eventualmente, con familiares más jóvenes que te hagan el aguante. Bueno, está bien: la familia también es un privilegio de clase. Conscientes de ello, no es lo mismo ir a hacer un trámite a un sanatorio o dependencia pública solo y enfermo, habituado a sistemas tecnoburocráticos más añejos, o sea, en un ambiente hostil que asusta y paraliza, que hacerlo contenido y acompañado por personas en la que depositar la confianza o apoyarse y con las que, se supone, te une un amor filial. Aunque vale aclarar que filial no es sinónimo de natural.
La vejez, en conclusión, debería ser un derecho. Y como tal, cada une debería tener la libertad de ejercerlo o no. Y el derecho a la vejez no debería depender de la clase social o de haber procreado un ejército de reserva llamado familia para poder ejercerlo. Debe ser garantizado por el Estado, como cualquier otro derecho. Mientras eso no suceda, voy a seguir creyendo que tengo razón con no querer llegar a viejo. Y si eso llegara a suceder, espero darme cuenta.